El día del descubrimiento del otro
Se aproxima un nuevo 12 de octubre y aún perduran los ecos de la polémica desatada en 1992. Al cumplirse los quinientos años de la llegada de los españoles a América estalló la discusión, hasta allí quizá menos estridente pero no menos apasionada. ¿Cómo debía designarse lo sucedido? ¿Descubrimiento? ¿Encuentro de culturas? ¿Usurpación? ¿Conquista? Una gama de posibilidades e imposibilidades interpretativas se viene desplegando con fervor desde entonces hasta hoy. El desacuerdo alentó confrontaciones interminables. Si la trascendencia del acontecimiento evocado resulta indiscutible, su caracterización, por uno u otro motivo insatisfactoria, prueba la dificultad para generar consenso donde tanta falta hace. Después de todo, si cabe a los nombres, como enseña Aristóteles, enunciar las propiedades de las cosas, la desorientación para lograr convergencias en esta materia evidencia que, aún ahora, aquellos a quienes la cuestión compete siguen hablando de cosas distintas.
En la Argentina, una de las denominaciones predominantes de la efeméride en cuestión no hace más que agravar la irresolución del problema. ¿Cómo es posible que, entre nosotros, siga vigente la concepción del 12 de octubre como "Día de la raza"? ¿Cómo se explica que sigamos empeñados en inscribir en tan estrecho marco conceptual lo que es tan rico en matices y complejidades? ¿No es momento ya de que las llamadas autoridades competentes lo sean de veras también en este asunto? ¿Acaso ellas ignoran cuánto contribuyen con su inoperancia a perpetuar el prejuicio preservando un término semejante en tiempos de intolerancia como los que corren? Su perduración, en nuestra nomenclatura oficial, asociada a un suceso de tamaña magnitud histórica, traduce más que un empecinamiento discriminatorio, una ignorancia fenomenal de lo que las palabras connotan y del modo en que los hechos se articulan con ellas.
En efecto, la palabra "raza" persiste como una rémora enquistada en la indolencia y la insensibilidad de quienes preservan y dan sostén a su vigencia. Lo quieran o no, ellos se hacen eco de una visión inaceptable, no sólo del pasado sino también del presente. Al regir como todavía lo hace entre nosotros, la palabra "raza", asociada al día del descubrimiento europeo de América, revela la obstinada persistencia de una significación ofensiva y beligerante. Mediante su empleo se obstaculiza la comprensión de la dramática riqueza que guarda el hecho al que hace referencia. Ya es hora de que, en la Argentina, se admita qué esconden y qué muestran su uso y su abuso; qué es lo que está en juego, real y simbólicamente, en esa lectura del arribo de Colón a estas tierras.
Como bien ha escrito Robert Legros, "La experiencia de la humanidad y la experiencia de sí mismo resultan indisociables de la experiencia del otro". Si ese otro, con su diferencia, compromete la universalidad que me empecino en adjudicar a mis creencias por sobre las que no son mías, él termina por quedar inscripto en una significación humillante. Afianzaré entonces mi identidad a expensas de la suya. Tal es lo que evidencia el concepto de raza: la reivindicación a ultranza de lo propio y la descalificación radical de lo ajeno.
La prioridad planetaria que se hace oír en la actualidad es, al menos para quienes aspiramos a vivir en paz, la de no seguir subestimando los riesgos que se derivan del desconocimiento del derecho a la singularidad cultural y del desconocimiento de la indispensable consideración que deben prevalecer entre quienes se encuentran inscriptos en diferentes escenarios de creencias. Esa prioridad exige concebir y tratar a todo ser humano en los términos formulados por Emmanuel Kant hace más de dos siglos: "Nunca como un simple medio sino siempre como un fin". Por eso, si el 12 de octubre en la Argentina pasara a ser comprendido como el día en que se recuerda el descubrimiento del otro, la designación abarcaría tanto al europeo como al americano, sin renegar de lo fecundo ni soslayar lo conflictivo que siempre connota toda interacción. Sea como fuere y sean cuales fueren las dificultades para encontrar una denominación apropiada, lo evidente, a esta altura de las cosas, es que el 12 de octubre no debe seguir siendo llamado "Día de la raza".