El Día de los Santos Inocentes
Cada 28 de diciembre se conmemora el Día de los Santos Inocentes, en memoria de la matanza de niños menores de 2 años, nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes, para asegurarse la muerte del recién nacido Jesús. Mas allá del hecho bíblico y esa masacre feroz, la fecha tuvo diferentes derivaciones. Por ejemplo en España, desde hace algunas décadas, ese día se realiza una famosa gala con una gran feria benéfica, donde se recaudan fondos para asistir a organizaciones dedicadas a tratar diversas urgencias de los menores y problemas de variadas índoles.
Hispanoamérica, como continente joven, popularizó el tradicional dicho: “Que la inocencia te valga”, escondiendo bromas o chistes más o menos simpáticos, cuando no alguna confusión más agraviante. La prensa escrita, paradójicamente, durante algunos lustros se sirvió de la fecha para deslizar por entre las noticias ciertas informaciones, bajo el barniz de ser reales, concluyendo sobre el final de ellas con el convencional aviso: “que la inocencia te valga”, tal vez como una manera de aliviar las naturales tensiones y pesadas novedades que conlleva sostener un diario. En cierta fiestas paganas, aprovechar el concepto de inocencia dio también lugar a bromas y equívocos pasajeros, desnaturalizando esta conmemoración.
La actualidad se ha encargado fuertemente de alejarnos de ese tipo de chanzas para hacernos entender que el tema de los inocentes hoy pasa por otro lugar, absolutamente distinto, y que no da espacio a ninguna confusión. Por el contrario, nos convoca a entender el verdadero peso específico que tiene hoy el niño, frente a la perversidad y maldades que, decididamente, son conductas criminales y delictivas, cuanto menos.
Con objetividad, hoy advertimos que los niños, en cualquier sociedad, y los no tan niños también, se ven arrastrados a guerras feroces en distintas regiones que estremecen por su barbarie. Solo ver las imágenes de escuelas y hospitales destruidos nos deja perplejos frente a esa deshumanización. Como si esto fuera poco, el hambre, como un sinónimo de desnutrición y carencia, que afecta a tantos países del mundo, también asuela nuestro país.
No olvidemos las diversas consecuencias que ha dejado el Covid en segmentos etarios de menores, aún difíciles de mensurar, no solo físicas sino también psíquicas. Ver las migraciones monumentales de pueblos, que expresan traslaciones compulsivas por razones étnicas, políticas, o bélicas, remite a noticias diarias. Mención aparte para el tráfico de personas y órganos, que también involucra al universo de los menores. Cabe recordar el nombre de Loan, ese inocente menor argentino, que desapareció de su hogar, justamente rodeado por sus familiares, hoy involucrados judicialmente en una desaparición que por meses cubrió páginas de todos los medios de comunicación masiva, entre los engaños y las pistas falsas. Trágico e incierto final aun abierto. El Día de los Santos Inocentes recordemos también al frágil, indefenso, desvalido e inerme niño, frente a las mafias de las drogas, la tratas de personas, o trafico de órganos.
Comprendamos que no es un día para bromas sino para concientizar el mundo en que vivimos, y en el cual viven nuestros hijos y nietos. No sirve que la inocencia te valga; debemos entender que tenemos que hacernos cargo de la fragilidad de la niñez y las acechanzas a la que se ve enfrentada cada día. Cambiemos inocencia por conciencia, y todo será mejor.