El destino de Héctor Tizón
El escritor que filtró en palabras la luz y la memoria de "las crueles provincias" hubiera cumplido 90 años el próximo 21 de octubre. En su amplia obra narrativa, Héctor Tizón (1929-2012) pintó sin pintoresquismos vidas y destinos en el noroeste argentino. Radicado en San Salvador de Jujuy luego de su exilio en México, publicó luego de años de silencio una novela de atmósfera onírica, La casa y el viento (1984), escrita en el lenguaje depurado del que regresa por derecho propio a habitar su territorio y a gobernar, si eso fuera posible, una lengua. Había vivido en La Plata (donde se recibió de abogado), México, Milán, Madrid, pero su lugar en el mundo era el pueblo de Yala, en Jujuy, escenario privilegiado de sus narraciones. La experiencia del exilio, de 1976 a 1982, dividió la literatura de Tizón en dos. Por un lado, están las sólidas novelas que narran épicas de provincias, como Fuego en Casabindo, de cuya publicación se cumplieron 50 años en 2019, El cantar del profeta y del bandido (1972) y Sota de bastos, caballo de espadas (1975), que recrea el éxodo jujeño en clave mítica. Por otro, las novelas donde aparecen escenarios internacionales y un timbre más íntimo.
Como un atajo entre ambos ciclos, los cuentos que dio a conocer a lo largo de cuarenta años en diarios, revistas y libros transformaron el universo del regionalismo mediante la observación crítica de la realidad y una sobria experimentación lingüística y formal. "En sus cuentos la trama suele estar armada con recuerdos e imágenes unidas por un hilo muy fino, que siempre parece a punto de romperse –dice el escritor Máximo Chehin–. Lo que se narra es brumoso y más bien escueto, y sin embargo al leerlos uno siente que se asoma a un misterio profundo y antiguo, algo que precede a un orden social impuesto a la fuerza y que, con certeza, lo sucederá". Chehin destaca relatos como "En vano cruda guerra", "El gallo blanco" y "Parábola", donde Tizón recoge el decir de los habitantes de la puna jujeña. "Es una voz lenta y cadenciosa, como una música", agrega. El primer libro de Tizón, A un costado de los rieles, fue publicado en México en 1960, mientras se desempeñaba como agregado cultural en ese país. Allí conoció a escritores como Juan Rulfo, Tomás Segovia y Ernesto Cardenal.
"Los libros tienen a veces derroteros secretos, que signan la perduración o el olvido –señala el narrador Carlos Bernatek–. Ese destino suele arrastrar consigo al autor. En vida reconocido y premiado, con más de quince libros publicados en sellos importantes, Tizón se ha esfumado de la cita literaria contemporánea y del canon". Bernatek recuerda que Fuego en Casabindo, la primera y celebrada novela de Tizón, lo situó en el epicentro del boom latinoamericano, "muy cerca, temporal y temáticamente, a Redoble por Rancas (1970), del peruano Manuel Scorza". El indigenismo, la lengua situada, la conquista, el mestizaje y el paisaje omnipresente prevalecen en las tres primeras novelas del escritor jujeño (que, por casualidad, nació en un hotel de Rosario de la Frontera). "Después del exilio, con La casa y el viento, dio un giro intimista a su mirada del mundo. Y en 1997 publicó una de sus mejores novelas, La mujer de Strasser". Esa novela, donde una pareja de inmigrantes europeos llega a un pueblo del norte argentino, parece reconstruir en sentido inverso los éxodos voluntarios y forzosos de Tizón y su mujer, la destacada lingüista e investigadora Flora Guzmán.
"Aquí me quedaré, con estas piedras edificaré mi casa y no regresaré jamás a vivir en la ciudad, entre una multitud que no llegaré a conocer nunca –se lee en Memorial de la Puna, que fue publicado en 2012, poco antes de su muerte–. El agua entre las montañas, el verdor de estos angostos valles, la llovizna que, aparentemente, hace más tristes los otoños; y así será hasta que se cumpla mi destino. Tampoco escribiré más, ahora me doy cuenta más claramente de que escribía porque la vida no me bastaba. Ahora sé también que no basta con escribir, hace falta un destino". De principio a fin, el destino del hombre que dio un largo rodeo alrededor de su casa en la Puna quedó inscripto en la obra de Héctor Tizón.