El desafío del "hombre hueco"
El New Yorker definió al presidente electo de los Estados Unidos como "un hombre hueco". En realidad, marcaba la frustración y el desprecio que los intelectuales y la elite política gobernante tienen no sólo por Trump, si no por quienes lo votaron. Aun a riesgo de simplificar demasiado, lo que está detrás del triunfo de Trump, y no sólo del triunfo de Trump, es un severo cuestionamiento a la globalización, un desafío al "hombre de Davos".
La elección de Trump retoma la alianza "conservadora-popular", que había dejado el poder con las administraciones demócratas, que se habían aggiornado con predominio de las "clases medias tecnológicas y supereducadas" y los nuevos ricos del Silicon Valley, financiados por Wall Street.
Trump representa la idea de que la globalización es, básicamente, trabajo barato chino y de otras regiones, para desplazar mano de obra no calificada al resto del mundo. Con manipulaciones de la moneda y artimañas comerciales para "abusarse" del mercado norteamericano (o los mercados internos occidentales).
La "nueva alianza", entonces, en EE.UU. es la de los "ricos tradicionales" y la clase obrera que perdió el paraíso a manos de los nuevos ricos y de los trabajadores pobres del resto del mundo.
Lo que aparece cuestionado es el "programa" del Silicon Valley: trabajo high tech y alto valor agregado en EE.UU. y el trabajo "bruto" afuera. Esto requería, en el corto plazo, compensar a los perdedores, con crédito, subsidios, etc. La crisis financiera de 2008 puso una piedra en el camino en este programa y la administración Obama pudo salir de la crisis e imponer un programa de salud, pero fue incapaz de encontrarles, si lo hay, un lugar digno a los perdedores de la globalización. Reinsertarlos con educación y capacitación.
Esto divide a la sociedad norteamericana, como, dicho sea de paso, al resto de las sociedades del mundo occidental, entre los ganadores con la globalización y los perdedores de corto plazo. En general, casi por casualidad, esa división es "mitad y mitad", por eso está resultando tan difícil predecir el resultado de cada elección y por eso las "grietas" se dan en todos lados, cada una a su manera. Y por eso es más difícil "apostar" por un resultado electoral, en la Argentina, en España, en el Reino Unido, en Perú o en Estados Unidos.
En muchos países, la "solución" han sido subsidios y gasto público improductivo, crédito al consumo y fiesta populista. Burócratas administrando una transición permanente. Pero esto no soluciona el problema, lo posterga, y cuando se agotan los recursos, viene la crisis.
Trump agrupa a los perdedores del modelo Davos. Tanto desde el mundo del capital como desde el mundo del trabajo. Su objetivo es revertir la globalización así entendida. Recuperar capitales y trabajo de baja calificación para los norteamericanos, protegiéndolos contra el trabajo barato chino o mexicano. Lanzar un ambicioso programa de infraestructura para devolverle competitividad a la economía norteamericana. Bajar alícuotas del impuesto a las ganancias. Denunciar los acuerdos comerciales que "entregan" el mercado interno estadounidense. Atacar, en síntesis, el esquema de los tecnólogos del Silicon Valley y de los intelectuales "davosianos" neoyorquinos que lo desprecian y lo consideran hueco.
Este nuevo escenario, más allá de lo que finalmente se implemente o de sus resultados, es un desafío para la Argentina. Justo ahora que íbamos hacia Davos, Davos se aleja. Pero para la Argentina no hay alternativa a la globalización.
Un país al que le "sobran" alimentos y, potencialmente, energía, con mano de obra de alto costo y un mercado interno muy pequeño, sólo puede crecer abriéndose al mundo, atrayendo capital y tecnología de punta. Ello implica que ahora habrá que hacer más rápido y más eficientemente, lo que se iba a hacer de todas maneras. Inversión en infraestructura procompetitiva y social. Reforma impositiva para bajar impuestos y reforma del gasto para que esos impuestos alcancen y se baje el déficit más rápido. Y una reconversión inteligente de los perdedores. Todo esto, antes de que se recomponga la alianza proteccionista que nos mantiene estancados desde hace décadas e interrumpa el proceso.
Curiosamente, el triunfo de Trump ha puesto a la administración de Cambiemos en un lugar inesperado: la defensa de la globalización, desde un confín lejano, muy lejano a Davos.
Vicepresidente del Banco Nación