El desafío de los partidos políticos
Los partidos políticos están siendo interpelados por un impulso "antisistema" que provoca sorpresas electorales en todo el planeta. ¿Son los partidos los verdaderos mediadores electorales? No es un interrogante particular para un país o un fenómeno novedoso. Sí es reciente el surgimiento de estructuras alternativas a los partidos políticos, como organizaciones sociales, nucleamientos que aparecen en torno de consignas difundidas por las redes sociales o fuerzas que desafían a las estructuras tradicionales.
En la Argentina, las personas que se ven reflejadas en un partido político no alcanzan hoy al 20% de la población mientras que en los albores de la recuperación democrática esta cifra era del 70%.
Las causas que explican este fenómeno son múltiples. Clásicamente se atribuía el condicionamiento del voto a la pertenencia a una determinada clase social y a los partidos que la representaban. Pero las sociedades cambiaron aceleradamente. La dinámica laboral provocó ascensos y descensos en los estratos sociales y el mayor acceso a la información y al conocimiento rompieron antiguos lazos de dependencia. Las sociedades se actualizaron de manera más vertiginosa que los partidos.
Más allá de estas consideraciones, el telón de fondo de la crisis de los partidos ha sido el fracaso de las políticas públicas para resolver los problemas concretos de la gente. En el caso de la Argentina esto fue claro y se tradujo en el clamor popular de "que se vayan todos".
Esta incompetencia se verificó mientras se instalaba un modus operandi de uso y abuso de las estructuras estatales como medio para la acción política. Hubo una suerte de partidismo patrimonial, que naturalizó la utilización de los recursos del Estado para financiar a los dirigentes a través de cargos y proveer bienes públicos para la acción clientelar.
Este fenómeno ha sido desarrollado por Peter Mair, quien señala que "el Estado, invadido por los partidos, y cuyas reglas son determinadas por los partidos, deviene una fuente de recursos a través de los cuales esos partidos no solo aseguran su supervivencia sino que también refuerzan su capacidad de resistir nuevas alternativas".
El común denominador fue un creciente aislamiento y burocratización por parte de estas estructuras. Los partidos se encerraron y sus dirigencias clausuraron el acceso a la participación. Sin identificación con los problemas reales y sin posibilidad de debates internos, ¿cuál sería el estímulo para participar en un partido político?
La revolución tecnológica alteró profundamente los formatos de comunicación en la sociedad y los esquemas de organización política y social. Movimientos políticos y hasta caídas de gobiernos han sido orquestados desde las redes sociales. Estos cambios revitalizaron la vocación de protagonismo de grupos e individuos, que se resisten a asumirse como sujetos pasivos de un mensaje y van en busca de relaciones simétricas que les permitan hacer aportes a un conjunto al que se acercan por afinidad .
Los políticos han sido incapaces de registrar a tiempo estos cambios. Limitar la atención a los electores sólo a los períodos de campañas electorales contribuyó a acentuar la desconfianza de la gente. Estar cerca de la sociedad, de sus problemas, escuchar y no sólo declamar debe ser parte de una necesaria renovación. El líder partidario debe ser un líder cercano y no sólo una letanía que pontifica por televisión.
Los partidos, a la vez, deben prestar atención a escenarios cambiantes. Su comunicación no puede ser analógica en tiempos digitales o unilateral en períodos de fragmentación. Su agenda debe incluir los asuntos que movilizan a los grupos sociales y a distintas generaciones. Pero también deben anticipar los debates: el liderazgo requiere estar siempre un paso adelante y no correr desde atrás.
Un partido del siglo XXI está llamado a crear condiciones de cooperación y trabajo asociado, lejos de las formas radiales o anquilosadas de conducción. El ejercicio del poder es otro desafío para los partidos políticos. Los principios del Open Government, que facilitan el control y la transparencia de los actos de gobierno y estimulan la participación, ayudarán a afianzar el vínculo con la sociedad.
Pero la actualización sólo será cosmética si no se pone el acento en cuestiones de fondo: proponer, debatir y ejecutar políticas que expresen las demandas de desarrollo político, económico y social y que encarnen los valores aceptados como propios por una sociedad.
Presidente de Pro