El desafío de la Presidenta
A veces imagino a nuestra presidenta ante el escritorio del avión en sus frecuentes viajes hacia El Calafate. El poder agota e invita a la huida. En la cabina, ante la mesa con recortes e informes debe de sentir el alivio de la soledad y, a la vez, la acosadora "soledad del poder". Si alrededor de mayo sintió fuertemente el llamado de concederse la tranquilidad, con sus hijos, en agosto recibió, como si le hubiesen negado sus esperanzas de justa paz, la fatiga y la gloria de ser reelecta por aclamación. Tiene oficio de halagos y obsecuencias. Sabe que las mayorías a veces son gaseosas o expresiones situacionales. No sólo en la Argentina. Las fechas 2007-2009 y agosto y octubre de 2011 demuestran una increíble sinusoide de volatilidad. Lo que se perdió en agosto se recuperó en octubre. Un peronismo que ya es más bien costumbre sin doctrina ni pasión. La Presidenta es realista y "no se la cree". (No necesita, como los vencedores al entrar en Roma, un esclavo que le repita "recuerda que eres mortal".)
Allí, cruzando otra vez ese tambor de piedra horadada de la Patagonia como una compensación de la placidez de la pampa húmeda, irán apareciendo los rostros de la corte y el desafío de los problemas. ¿Cuál es la realidad que dicen que es la única verdad?
Ante la perplejidad de decidir sólo tienen respuestas irrefutables los que no tienen que decidir.
La corte es un club de caras repetidas: los eficientes, los interesados, la cueva de sonrientes ladrones, los honestos débiles, los imaginativos, los chantas, los inescrupulosos útiles, los mediocres activos y los inteligentes o sabios que no suelen ser activos, los inexorables burros con sus caras baldías, los muchachos de La Cámpora con más voluntad que experiencia...
Seguramente, la Presidenta conoce al dedillo la corte provinciana que heredó sin modificarla en lo esencial, pero probablemente siente que ya no es heredera, sino protagonista plena y que el agobio y la esclavitud del poder sólo se curan con pasión y creatividad corajuda.
¿Cómo ser presidente y manejar o cambiar esa realidad esquiva del fervor frío del interés cortesano? ¿Cómo iniciar una etapa nueva, fuera del zoológico conocido? ¿Cómo imponer la intuición creadora por encima del estereotipo y la probada repetición?
¿Continuar cobijando lo mismo de siempre y los rostros de todos los días o nacer políticamente a un nuevo ciclo pasando de la costumbre segura a la creación propia? ¿Repetirse o existir? Desde octubre de 2010 terminó su larga vicepresidencia. La historia se detiene ante sus elegidos, pero sólo para ser. ¿Ser o repetir? ¿Apostar a lo grande o reiterar en el relato imaginario y el vagón de los interesados y aprovechadores? ¿Ser para la Nación como totalización ontológica, o fidelidad al sector mínimo aunque ocasionalmente mayoritario y a las lealtades castradoras? Todo entorno quiere seguir y busca la inmovilidad conservadora del príncipe (la abeja reina esclavizada por los zánganos de Konrad Lorenz). Ellos son los dueños del "relato" triunfalista. Crean el infinito folletín de la felicidad imaginaria.
El tapiz verde empieza a amarillear. Nace el universo de piedra quebrada desde los Andes hasta el mar y los hielos finales. División geográfica que parece concordar con la eterna quebradura política de los argentinos, desde la primera semana del 25 de mayo de 1810: saavedristas y morenistas, unitarios y federales, rosistas y constitucionalistas, porteños y provincianos, conservadores y radicales, peronistas y contreras, kirchneristas y el "resto del mundo". Nunca la prioridad de la Nación ni políticas nacionales ni respeto. Más bien un eterno Boca-River de rencor estúpido. Siempre anduvimos a contra-mundo , incluso con Perón hasta su retorno del 73. Como ingenuos inveterados pretendíamos para el mundo un capitalismo dadivoso y un socialismo sin la criminalidad de Mao y de Stalin. Jugamos hipócritamente a la solidaridad con los condenados de la tierra, pero con corbata de seda y una vida fácil y feliz. Hoy somos uno de los diez países más privilegiados por la producción agroalimentaria. Sólo aprovechamos el 30% de nuestro potencial, todavía.
La Presidenta ve sobre la mesa, entre la pila de informes y recortes de siempre, el lomo del libro del pensador alemán que le trajo su amigo el filósofo. Ese autor ya en 1932, cuando el mundo se sumergía en los peores odios, advirtió que sólo los capaces de crear y acumular riqueza podrán crear justicia social. Proponer justicia sin riqueza es terminar como Cuba, como nación becaria y moralizante, como un eterno progre catalán.
El pensador alemán advirtió que las superpotencias de turno crean un orden ineludible en el mundo, un nomos , como el del Imperio Romano, o los siglos de la cristiandad o la explosión tecnológica.
En cada situación, hay que aprovechar económicamente el signo del tiempo sin marginalizarse. La respuesta nacional debe ser dura en la educación, en la cultura, en los factores espirituales. Eso es el rescate y la transformación: no dejarse invadir por la subculturización globalizada, este sí es el fin. América precolombina no se extinguió por las cosas, sino por el teocidio , cuando le robaron sus dioses.
El Estado fracasa en las parcialidades y triunfa históricamente cuando unifica en voluntad de Nación la voluntad de todos.
Ese filósofo alemán dijo que "el soberano es el que decide en la situación excepcional". La Presidenta está sola con el poder y tendrá que convocar a todas las fuerzas para pasar de la anécdota a la historia.
Está en puertas de poder sublimar la melancolía de la soledad y de la repetición en re-nacimiento, suyo y de un país ansioso de resurgir de la decadencia moral y de aprovechar sus riquezas indudables.
Necesita sentir la verdad apasionante e impulsora de una Nación en marcha enfrentando la legalidad claudicante, la pobreza oculta, la sidra a tres pesos, la criminalidad sin respuestas que garanticen a los justos y corrijan a los desviados. El país que esconde la basura bajo la alfombra y comunica que la canasta navideña costará este año 11 pesos.
No puede haber continuidad de lo malo. Sólo afirmación de lo bueno y la ruptura con esos dos demonios acosadores: la nostalgia de la revolución socialista fracasada de los tiempos adolescentes y el miedo a esa realidad implacable del capital (estatal, privado, siempre ineludible) que aunque estando en vergonzosa crisis puede asegurar a la Argentina el retorno al primer plano, como Brasil, en el concierto mundial. Instrumento fundamental para, incluso, crear el pensamiento y la conciencia de una nueva socialidad que requiere un capitalismo casi implosivo y amoralmente excluyente.
El avión empieza a dejar atrás la lejana visión del hosco mar de la guerra que perdimos junto a las merluzas y al petróleo. El mar, eternidad móvil, siempre recomenzada, de patria irredenta que nos cuesta mirar de frente porque sabemos que espera nuestro coraje.
La Presidenta conoce ya los vientos y turbulencias de la ruta tantas veces recorrida con calma o intemperie y, como siempre, se admira al reencontrarse con el misterio de belleza de los enormes lagos con sus lejanos reflejos de plata como medallones de un dios, raramente equitativo, que hubiese querido compensar la tremenda rispidez patagónica. Y por fin el glaciar, ese dios antiguo como el tiempo cósmico. Una sonrisa blanquísima en el atardecer, como saludando el zumbido de los motores en descenso.
Y el premio del abrazo de los hijos, de los amigos. El sosiego de la casa, las anécdotas y comentarios en la mesa. Las risas, la copa de vino. Luego las llamadas telefónicas ineludibles que responde recorriendo los espacios de la casa que siente todavía como irremediablemente vacíos.
Serán las últimas horas de reflexión antes de retornar para la ceremonia. ¿Se animará a unificar todos los factores del potencial en un solo haz de fuerza nacional para ser ricos sin hipócritas complejos y desde el enriquecimiento realizar la reconstrucción educativa y cultural de un país profundamente enfermo? Sólo una gran patriada puede librarnos de la crispación paralizante. Arranque corajudo de gobierno con casi unicato de poder y con la responsabilidad de dirigir todo un país, grande y malcriado que no aprendió a ocupar puestos de segunda.
El Estado y su pueblo, además, deben enfrentar la mayor crisis económica del mundo y mutaciones inimaginables en los 70, como que la China comunista (capitalista) atesore los bonos de Estados Unidos y colabore para solucionar la crisis europea.
© La Nacion