El desafío de Corea del Norte
Dos hechos conmovieron recientemente el escenario político asiático en relación con Corea del Norte. Kim Jong-nam, hermanastro del brutal líder Kim Jong-un, fue asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur (Malasia), en el marco de una operación presuntamente orquestada por el gobierno norcoreano.
A las pocas horas, China decidió interrumpir durante este año las importaciones de carbón procedentes de Corea del Norte. El gobierno chino informó que la decisión se tomó en concordancia con la resolución de la ONU a raíz del último ensayo nuclear norcoreano, aunque cabe destacar que cuando fue asesinado Kim Jong-nam se encontraba residiendo en la región administrativa especial china de Macao, autoexiliado.
Es comprensible el endurecimiento de la postura de China, para la cual desde hace tiempo la decadente Corea del Norte dejó de ser una estratégica aliada, pasando a convertirse en un grave problema de difícil solución.
El golpe que supondrá el bloqueo a las exportaciones de carbón para las finanzas de Pyongyang podría precipitar la debacle del régimen. Ahora bien, la comunidad internacional no puede permitir que eso suceda de manera caótica, teniendo en cuenta que se trata de un país con armas nucleares al mando de un líder impredecible.
Frente a un potencial vacío de poder, es probable el escenario de guerra civil entre las facciones de las voluminosas fuerzas armadas norcoreanas. Esas pujas tan sólo se mantienen adormecidas bajo la implacable crueldad de Kim Jong-un, quien ha hecho gala de ejecutar despiadadamente a quienquiera asome como disidente.
China y Corea del Sur serían los principales afectados por el derrumbe del régimen norcoreano, lo que seguramente derivaría en una catástrofe humanitaria con éxodo masivo de refugiados. Hay que tener en cuenta que se trata de un país de 25 millones de habitantes sumido en la miseria.
Pero también entran a jugar las implicancias geopolíticas: difícilmente China avale una eventual reunificación de Corea o el establecimiento de un nuevo gobierno en el norte de la península, a medida de los Estados Unidos y Corea del Sur. Por otra parte, de caer el actual régimen habrá que resolver el destino del cuantioso arsenal nuclear de Kim Jong-un. Del este tan sólo hay estimaciones en función de los ensayos realizados y los reportes de agencias de inteligencia.
En el caso de Rusia, la otra gran potencia regional, su líder Vladimir Putin ha criticado la proliferación de armas nucleares en Corea del Norte. Al mismo tiempo, nunca cortó canales de comunicación con Kim Jong-un. Es evidente que a Putin también le disgustaría que se quebrara el actual statu quo en la península.
Por todos estos factores, Corea del Norte plantea un enorme desafío que debe ser seriamente abordado y plenamente consensuado por las principales potencias de la comunidad internacional. Lamentablemente, el actual escenario no es el mejor, tras la escalada de tensiones entre China y los Estados Unidos desde que asumió Donald Trump.
Ojalá que prime la cordura por parte del nuevo gobierno estadounidense y se impongan los numerosos intereses compartidos con China y los demás actores regionales. Ello favorecería la búsqueda de una transición razonable, realista y lo más pacífica posible en el eventual caso en que se precipite la caída del régimen norcoreano.
Politólogo (UCA), Magíster en políticas públicas y docente