El debate que siempre vuelve: la dolarización
Con una inflación creciente y por encima del 52%, una nueva licuación de salarios e ingresos a jubilados, pensionados y beneficiarios de programas sociales se está gestando. Con un contexto complejo y ya pensando en 2023, la necesidad de dominar la dinámica inflacionaria pone sobre mesa, una vez más, la discusión sobre la posibilidad de dolarizar la economía.
Si bien muchas veces se planteó la posibilidad, estas ideas estuvieron cerca de concretarse en 1998, cuando Roque Fernández era ministro de Economía, bajo la presidencia de Menem, y la convertibilidad estaba bajo presión. Por aquel entonces no se logró consolidar, dado que EE.UU. no tuvo interés en aportar los dólares necesarios. Ahora, desde más de un frente opositor, renace esta propuesta, que tiene sus ventajas y sus desventajas.
Primeramente, la dolarización significaría un freno de mano para la inflación. Por otro lado, se elimina el riesgo cambiario (al eliminar el “brazo” cambiario del BCRA, no existe la posibilidad de devaluación). Por carácter transitivo, es probable que se mejore el acceso al mercado de deuda (aplana el costo del financiamiento para el sector público y empresas). Asimismo, habría menores costos de transacción. Pero la desventaja es que no se puede dolarizar sin reservas del BCRA. ¿Por qué? Porque para dolarizar la economía se deben quitar los pesos en circulación, entregando dólares a cambio. ¿Cuál es el estado de situación al día de hoy? Un punto central es que las reservas brutas del BCRA son u$s43.000 millones. No obstante, las reservas netas del BCRA, es decir, descontando el swap chino, encajes de depósitos en dólares, préstamos del FMI, préstamos de Banco de Basilea y DEG, son cercanas a cero. En pocas palabras, es muy complejo que se pueda dolarizar sin dólares para canjear por los pesos que circulan en la economía, a un tipo de cambio que debería fijar el BCRA.
Actualmente, en el sistema financiero hay depósitos del sector privado en los bancos (sumando cuentas corrientes, cajas de ahorro y depósitos a plazo fijo) por 8,2 billones de pesos y otros 2,6 billones de pesos de billetes y monedas en circulación. Vale decir que si tomáramos el supuesto que se le dieran al país u$s10.000 millones se podrían canjear a $820 por dólar. En sí, significaría una enorme devaluación previa a la vigencia del dólar como moneda de curso legal en el país, con una hiperinflación como antesala. Si solo se canjearía el total de la base monetaria (billetes y monedas más encajes bancarios) serían $3,7 billones (con esos u$s10.000 millones). Lo que sería lo mismo decir que, en ese caso, se canjearían los pesos a un tipo de cambio de 370. La cuestión sería que hacer con los depósitos en el sistema financiero. Habría que pensar, más allá que la economía hoy está fácticamente dolarizada, y ver como posible que los ahorristas estén dispuestos a aceptar un “Bonex” (que valdría un tercio o un quinto de su valor).
En resumidas cuentas, con tantos pesos en circulación y con nulas reservas, sería necesario un shock inicial de devaluación y una fuerte licuación de ingresos y ahorros medidos en dólares. Una situación compleja, ya que evidencia la pérdida de poder adquisitivo sistemática de la actual moneda. Además, habría que contemplar la pérdida de instrumentos como lo son la política cambiaria y monetaria ante shocks externos.
1. El tipo de cambio flotante funciona como amortiguador ante shocks externos. Si hay una caída de los precios internacionales, un país exportador de commodities puede subir el tipo de cambio nominal (abarata exportaciones e incrementa importaciones) para que los ajustes se den por el lado de los precios y no de las cantidades. Y de esta forma, reducir el impacto recesivo sobre la actividad y el desempleo. Hay que considerar que de tener la economía dolarizada, se pierde la política cambiaria
2. En cuanto a la política monetaria, sabemos que para cubrir el gasto público se puede cobrar impuestos, emitir deuda o emitir pesos. Dolarizando, la emisión no estaría disponible como herramienta. Con una economía en crecimiento, sube la demanda de dinero (de pesos) por el mayor nivel de transacciones y el BCRA puede imprimir dinero (girarlo al Tesoro Nacional) para satisfacer esa mayor demanda sin generar inflación (solo porque es una emisión con respaldo y no es espuria). Dolarizando se pierde esta posibilidad. A no ser que se negocie con la Fed el pago de ese señoreaje.
De todas formas, hay otras dos cuestiones a analizar: a). el ciclo de la economía de EE.UU. no coincide con el de nuestro país; b) con la dolarización se elimina el riesgo cambiario pero no el riesgo de default.
En cuanto al punto a, al dolarizar, la economía queda atada a los ciclos de la economía de EE.UU. y cuando este país atraviese un recalentamiento de su economía con aceleración de la inflación, la Fed sube la tasa de interés para morigerar la demanda de consumo e inversión y desacelerar la suba de precios. ¿Qué suele generar esto? Una salida de capitales (también de los países emergentes) hacía EE.UU., fortaleciendo el dólar y reduciendo el valor en dólares de las commodities.
Con un escenario como este, con tipos de cambios flexibles deprecian sus monedas para compensar el menor ingreso de dólares comerciales. Pero bajo un esquema de dolarización, únicamente quedaría, en ese caso, ante un menor ingreso de dólares, una recesión (caída de la actividad y empleo), que fuerce una baja de precios y salarios para mejorar la competitividad de la economía. Y de esta forma, lograr, después de ese ajuste, una mayor disponibilidad de dólares.
En cuanto al punto b, aún sin tener riesgo de devaluar, hay riesgo de incumplimiento de los vencimientos de deuda. Si un banco tiene problemas de liquidez, el BCRA tiene el rol de prestamista de última instancia. ¿Cómo? Inyectando liquidez en pesos a los bancos ante dificultades transitorias. Una dolarización implica perder esta posibilidad. Solo si la Fed actuara, eventualmente, como prestamista de última instancia del sistema bancario de nuestro país (algo bastante poco probable), se podría evitar un efecto dominó ante el cierre de algunas entidades.
La dolarización es imposible de implementar sin dólares en el BCRA. Por todo esto:
I. No resuelve los desequilibrios macroeconómicos.
II. Tampoco implicaría una solución para el déficit fiscal y no arregla el tema de la deuda.
III. La presión impositiva seguiría estando.
IV. Los problemas de competitividad también.
V. Tampoco modifica las regulaciones laborales, entre otras.
Si pensamos en una solución integral para la economía, hay que ir con reformas estructurales, más allá de pensar en una dolarización.
Profesor de la Universidad del CEMA