El crimen que devino obsesión
"Espero que no te mojes ahí adentro", le espeta el agente Bill Tench a su colega Holden Ford en la entrada de la prisión de Vacaville, California. Del otro lado los espera Charles Manson, preso desde 1971 por haber instigado el asesinato de la actriz Sharon Tate de 16 puñaladas a manos de miembros del clan conocido como "La familia", una comunidad hippie establecida en el desierto de California. Para estos policías científicos, Manson, uno de los criminales más célebres de la historia moderna de Estados Unidos, es una figurita difícil del sistema penitenciario. Y tenerlo mano a mano para una entrevista es casi como acercarse a una estrella pop para el agente Ford que, como un fan, entra a la prisión con una copia de Helter Skelter, el libro sobre los crímenes de Manson escrito por el fiscal Vincent Bugliosi. Es el actor australiano Damon Herriman el encargado de componer a un Manson arrogante e infame en el quinto capítulo de la segunda temporada de la serie Mindhunter (David Fincher, Netflix).
El mismo actor, en el mismo papel, tiene una aparición breve pero significativa en Había una vez en Hollywood, el film número nueve de Quentin Tarantino que sigue en cartel por estos días. Como viene sucediendo desde Bastardos sin gloria, de 2009, Tarantino utiliza el cine, su particular forma de cine, como una suerte de arte correctivo de la historia. Si en aquella película imaginaba un final distinto para el régimen nazi tras la muerte de Hitler en un cine prendido fuego, aquí, como una especie de mago justiciero, hace que la bella Tate (encarnada por Margot Robbie) pase de largo el crimen y que los que mueran sean los hippies asesinos de "La familia", en un final espiralado, de absurda violencia. Siguiendo el desvío imaginado por Tarantino, la joven Tate de 26 años no solo sobrevive al legendario crimen revestido de glamour por la cultura pop (recordar a Marilyn Manson, bautizado así en los años 90 para aunar sueño y pesadilla de Estados Unidos), sino que también tiene al hijo o hija de Roman Polanski que llevaba en el vientre ese fatídico 9 de agosto de 1969. Tate y su verdugo intelectual muerto en 2017 a los 83 años volvieron enrollados por la ficción en 2019, tanto en el cine como en la televisión por streaming. Siguen siendo un tema, una obsesión cultural.
Como un eco atemperado, en la última edición de Buenos Aires Photo se coló una fotografía en blanco y negro de Roman Polanski y Sharon Tate en 1968, un año antes del crimen sobre el que pivota un capítulo clave de la segunda temporada de Mindhunter y la última película de Tarantino. La fotografía pertenece al archivo de la vieja editorial Abril (una de las más innovadoras y pujantes en los años 60), adquirido por un coleccionista que a su vez la confió junto a otros retratos (Audrey Hepburn, Bob Dylan, Robert Redford, Jane Fonda) para ser exhibida y eventualmente vendida en el stand de Vasari, una galería de arte especializada en el mercado de la fotografía vintage. Es una imagen doméstica, casi casual. El foco está en el rostro de Polanski, tomado de perfil. Tiene a Sharon Tate frente a él y le acomoda el pelo con ambas manos, lo que hace que la modelo y actriz quede apenas visible. Hay en esa fotografía un aire de juego infantil, de despreocupación, que el observador no puede dejar de mirar con cierta incomodidad. En poco tiempo a partir del disparo de la cámara, cualquier imagen del cineasta y la actriz juntos será imposible, atravesados en el destino por la decisión de un lunático y sus seguidores sedientos de sangre. Como explicaba Roland Barthes, la foto que quiere preservar la vida termina dando una idea de muerte. Pero en esta foto a Sharon Tate casi no la vemos. Polanski la protege de la exposición.
Cincuenta años después, ella sobrevive en el cine y su verdugo vuelve en una serie policial para dejar una dedicatoria en el libro de un agente del FBI: "Mientras tú duermes, yo destruyo el mundo".