El crimen de Mugica no ensucia ni limpia a Montoneros
Las conspiraciones ilusionan con una explicación completa de todo tipo de fenómenos, simples y complejos. Por eso, son bastante populares, en especial en personas dogmáticas, rígidas, que tienden a dividir el mundo en amigos o enemigos, buenos o malos, lindos o feos, limpios o sucios.
"Es una operación tratando de ensuciar", declaró a una radio el periodista Horacio Verbitsky , tal vez el intelectual más notable del kirchnerismo. Se refería a la posibilidad de que el padre Carlos Mugica hubiera sido asesinado hace 40 años por Montoneros , la guerrilla de origen peronista.
Según Verbitsky, la conspiración consiste en ligar a Néstor y Cristina con Montoneros y en atribuirle a esa organización político-militar crímenes como el de Mugica para, de esa manera, desacreditar a las figuras estelares del kirchnerismo.
Verbitsky considera que Mugica fue asesinado por el ex comisario Rodolfo Almirón, uno de los miembros más conocidos de la Triple A, un grupo también de origen peronista, pero de ultraderecha.
En realidad, desde 1998, durante la presidencia de Carlos Menem, el Estado considera que Mugica fue muerto por la Triple A. En aquel momento, la Subsecretaría de Derechos Humanos se basó en el testimonio de un arrepentido, que luego se desdijo y fue declarado "mendaz" por la Justicia. Historiadores y periodistas repitieron esa afirmación, con el mismo argumento.
En 2012, el juez Norberto Oyarbide emitió una resolución (no una sentencia) en la que afirmó que Mugica fue efectivamente asesinado por la Triple A y que el responsable directo era Almirón, ya muerto. No hace falta, a esta altura, explicar la credibilidad que puede merecer Oyarbide, que ahora demuestra también una llamativa vocación por solucionar interrogantes históricos, justo en el sentido que desean el Gobierno y sus simpatizantes.
Es cierto que en agosto de 1973 Mugica rompió con el ministro de Bienestar Social, José López Rega, de quien era asesor ad honorem. López Rega no lo quería y bien pudo haber ordenado su muerte a su custodio Almirón.
Sin embargo, hace 40 años, el presidente era el general Juan Domingo Perón, de quien López Rega era también secretario privado. Es difícil imaginar que López Rega hubiera dispuesto el asesinato nada menos que de una figura pública como Mugica sin la orden o al menos el visto bueno de Perón.
Claro: se puede pensar que Perón ya no sabía lo que hacía y que López Rega era un brujo loco que se alimentaba de sangre humana. Pero ese tipo de elucubraciones no pertenece al ámbito del análisis político.
Perón parecía bastante lúcido. Diez días antes del asesinato de Mugica, había roto con Montoneros en el acto por el Día del Trabajador. Nada importante de lo que pasaba en su gobierno le era ajeno.
Aquel 1° de mayo, Mugica se quedó en la Plaza de Mayo junto con los jóvenes que también habían roto con Montoneros creando la Juventud Peronista Lealtad a Perón. En aquellos momentos, Mugica criticó duramente a su ex discípulo Mario Firmenich, decía que Montoneros se había alejado del pueblo y se había convertido en una "nueva burocracia" (traidores al pueblo, en el lenguaje de la época) y elogiaba a Perón y su reclamo de que la guerrilla peronista abandonara las armas y se reciclara en la política.
Además, le impedía a Montoneros que los villeros rompieran con Perón, dado que la figura más popular en las villas era él y no, ciertamente, Firmenich.
Por eso, ¿qué razón pudo haber impulsado a Perón a ordenar a López Rega que su custodio más conocido y más fácil de identificar matara a Mugica? Salvo que se piense que Perón era un cínico criminal, pero, otra vez, nos internamos en un área que no tiene que ver con el análisis político, sino con las conspiraciones, que siempre necesitan de enfermos y de locos.
Además, el susodicho Almirón no era custodio sólo de López Rega, sino también de Perón: hay una foto del barbado ex policía que lo muestra en la primera página de LA NACION cuidando las espaldas del General cuando fue al cementerio a despedir los restos de José Ignacio Rucci, acribillado por Montoneros el 25 de septiembre de 1973. Mugica acusó públicamente a Montoneros de ese crimen.
Una segunda pregunta: si López Rega, o mejor digamos, sin eufemismos, Perón no quería que se supiera que él había ordenado semejante crimen, ¿iba a enviar a su custodio más conocido primero a misa y luego a acribillar al cura que la había oficiado?
La política y la historia indican que Montoneros no protagonizaba una lucha moral, donde había grupos armados buenos y grupos armados malos.
Los objetivos suelen ser siempre buenos en política; ninguno dice que lucha para aumentar la pobreza, robar el dinero del pueblo o condenar a todos al atraso. Siempre se habla de lograr la mayor igualdad o libertad, de defender a la patria y de custodiar los valores más sagrados.
Para mí, es obvio que Montoneros tenía un objetivo político: la revolución socialista, y medios que incluían la lucha armada. No fue que a Rucci lo mataron para robarle la billetera, sino porque sostenían que, de esa manera, "apretaban" a Perón, le marcaban la cancha, siempre en consonancia con su objetivo político principal: la liberación nacional y la revolución socialista.
Verbitsky debería estar más tranquilo: si se demuestra que Montoneros mató a Mugica, eso no lo ensuciará porque no fue una lucha moral, sino política. Y si se llega a la conclusión indubitable de que lo mató la Triple A, eso tampoco limpiará a Montoneros.
En todo caso, Montoneros o, para abandonar todo eufemismo, Firmenich, Perdía, Quieto y Verbitsky, entre tantos otros, ya se habían manchado bastante las manos en procura de la revolución.
Pero, repito, eso no era una lucha moral, sino política: las emboscadas, las bombas, los secuestros tenían un objetivo político, de poder.
Con relación al vínculo entre el Gobierno y Montoneros, tanto Néstor como Cristina se propusieron como los más fieles exponentes de aquellos jóvenes de los 70. Todos entendemos bien de qué hablan dado que el protagonista más notable de esa época fue la Juventud Peronista, hegemonizada por Montoneros. Creo que ese vínculo no perjudica sino que, por el contrario, mejora a los Kirchner. Montoneros estuvo formado por muchísimos jóvenes que entregaron sus vidas y sus carreras en procura de ideales colectivos, que los impulsaron a morir y también a matar.
Esa imagen forma ahora una suerte de escudo ético y político para el kirchnerismo. Para ser más concretos: sin el vínculo con Montoneros, los jefes de La Cámpora, por ejemplo, serían apenas un grupo de jóvenes muy leales a Cristina, pero también muy bien pagos con el presupuesto público dado los cargos que ocupan en el aparato estatal.
Nada que ver con entregar sus vidas y sus carreras por una causa colectiva.
El autor es editor ejecutivo de la revista Fortuna y su último libro es ¡Viva la sangre!
© LA NACION
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