El coronavirus va a acelerar la desglobalización
Se dieron dos episodios principales de aceleración en el proceso de globalización en la historia moderna. El primero fue hacia el fin del siglo XIX y terminó con la Primera Guerra Mundial, en 1914, y el segundo comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, y llegó a su nivel más alto en 2008, en vísperas de la crisis financiera mundial en dicho año. Las características principales en ese proceso fueron la liberalización del comercio en bienes y servicios, la apertura financiera hacia flujos de capital y el aumento en los movimientos migratorios.
Según los indicadores de globalización, el proceso se estancó desde 2008, y en los últimos años se ve un retroceso que se esta intensificando con el pasar del tiempo. Hoy en día se puede determinar en forma clara: el segundo episodio de globalización ha terminado y estamos en un proceso de desglobalización. En este proceso, los países toman un enfoque más y más inward looking, poniendo énfasis en el interés nacional y reduciendo el interés en la integración global. Una vez que se "solucione", de alguna forma, el problema del coronavirus, el mundo tendrá que buscar un nuevo modelo de globalización.
La desglobalizacion comenzó mucho antes de la aparición del coronavirus. A pesar de las grandes ventajas y logros de la globalización hasta la crisis financiera de 2008, en la mayoría de los países, la clase media y la mayoría de la población no se sintieron partes del proceso. La distribución del ingreso y la riqueza se perfiló con más iniquidad y se vio un aumento en las protestas políticas y sociales.
La misma elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos se basó, en gran parte, en el inconformismo de parte de la población y el voto a su favor fue en cierta medida uno de protesta o antiestablishment. Y una de las primeras declaraciones de Trump fue "America First", que es una forma de mirar hacia adentro en vez de definir y liderar objetivos globales. Y ni que mencionar la política de Trump de construir un muro en el límite con México. Lo mismo con el voto en favor al Brexit en Inglaterra, saliéndose de la Unión Europea con la idea de reducir la inmigración de miembros de otros países de la Unión. Las protestas de París, Hong Kong y, más recientemente, Chile se originan, de una forma u otra, en el inconformismo de gran parte de la población con los resultados del modelo existente.
Es en ese contexto que se ve el retorno de las guerras de comercio, especialmente iniciadas por Trump y la emergencia del populismo y nacionalismo en diferentes países. Como resultado de estos eventos, la desglobalización se fue acelerando en los años recientes y es así que se vio, por ejemplo, una caída en el volumen del comercio internacional y en los flujos de capital.
Y ahora, el coronavirus acelera el proceso de desglobalización. Más y más países están limitando los vuelos a diferentes destinos, se han cancelado eventos globales muy importantes y es muy posible que se cancelen los Juegos Olímpicos en Japón en este invierno. Uno de los impactos económicos principales del coronavirus es sobre la cadena global de suministros: en muchos países la producción vinculada a la industria automotriz depende de componentes que llegan de China, por nombrar un ejemplo.
La conclusión para muchas empresas ha sido que será necesario diversificar la dependencia en otros países en cadena global de suministros y, en lo posible, to return home, o sea, volver a producir más en territorio doméstico y no en la arena internacional. En estos momentos, ser local es menos riesgoso que ser visitante.
En resumen, con toda la euforia de la globalización al comienzo de este siglo, el destacado periodista Thomas Friedman publicó en 2005 la primera edición de su libro famoso La Tierra es Plana. En su libro, Friedman reflejó el proceso por el cual países fueron reduciendo los obstáculos y barreras al comercio internacional, flujos de capital y movimientos migratorios. Lamentablemente, una década y media después podemos determinar que "la tierra ya no es tan plana".
El desafío intelectual, académico y político es diseñar un modelo de globalización mucho más inclusivo en lo social que el modelo que fue el prevalecente hasta hace tres o cuatro años. Es un desafío histórico, pero primero habrá que esperar que los científicos en temas de salud resuelvan el tema del coronavirus.