El coronavirus, la postcrisis y Vaca Muerta
El coronavirus confinó al mundo de tal manera que prácticamente "apagó" su economía, produjo una caída instantánea de demanda y canceló la oferta en forma prácticamente simultánea. Algo realmente inédito.
La demanda y precio del petróleo cayeron un 30%; y se sumó una crisis simultánea de precios, que produjo otra baja pronunciada por la lucha de mercado entre Arabia Saudita y Rusia, que no prestó su acuerdo para reducir cuotas de producción en la OPEP+ y sostener su precio, porque ya había perdido participación de mercado y no estaba dispuesta a seguir perdiendo.
Ambas naciones inundaron el mercado con petróleo que nadie demandaba y provocaron una segunda caída de precios, más pronunciada, hasta menos de US$20/barril; al que sólo los árabes pueden producir. Y ambos países resignaron alrededor de 10.500 MM US$/mes que necesitan, que afecta fuertemente también a Estados Unidos. Porque a esos precios no puede producir su "shale", cuyo costo es casi el doble -como lo es en Vaca Muerta-. Con EE.UU., los tres son los principales productores del mundo, con más de 10 millones de barriles por día (MM Bpd) cada uno.Y como todos pierden, empezaron a negociar y se logró un acuerdo: la OPEP+ reducirá 10 MM Bpd en mayo y junio, y los países no OPEP reducirán otros 5 MM Bpd; incluido EE.UU. Al que la Ley Antitrust le impide hacer acuerdos de precios.
En esta situación compleja el mundo empezó a encender los motores de su economía, a medida que China, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Filipinas, Alemania y otros países iban decidiendo el "desconfinamiento" gradual de su población, con precaución por los rebrotes. Y se sumó otro hecho inédito: el petróleo WTI de referencia de EE.UU. cotizó a valores negativos: el 20 de abril tocó -37,64 US$/Bl, y cerró a -17. ¿Cómo se explica eso? Porque en la Bolsa de Comercio de Nueva York (NYSE) se operan contratos de futuro de "barriles de papel" y sus derivados por un volumen diez veces superior al mercado físico. Operaciones bursátiles y especulativas que se cancelan el día 20 de cada mes. Ese día no había almacenamiento, nadie quiso recibir barriles "físicos" y los tenedores de esos contratos "pagaron" para que alguien se los lleve.
Y pasado el arbitraje, el día 21 el WTI cerró a 4,30 US$/barril;, el siguiente a 14,70, y luego operó a 17- 18 US$/barril.
Entonces, hay que distinguir entre el mercado físico de barriles "reales" que se consumen para generar electricidad, producir bienes y servicios en la Industria, el uso residencial, comercial y del transporte; de los contratos de "barriles de papel" que operan en la Bolsa.
Por la pandemia, el mercado del petróleo depende hoy más de decisiones políticas que de su funcionamiento; y son éstas las que determinan los precios, que dejaron de reflejar valores de equilibrio "oferta-demanda". Y de tener sentido. Porque al ser transitorios y arbitrarios, dejan de ser una información útil para tomar decisiones de largo plazo; como lo reflejó el precio negativo del WTI.
Con esta realidad compleja, la crisis impactó de lleno nuestra economía, que ya venía de tres años de inflación, recesión, inestabilidad macro, y déficit fiscal y de cuenta corriente externa. Que en la práctica significa gastar más de lo que la economía genera, y se tradujo en un déficit de 20.000 MM US$/año; que para financiarlo, el gobierno anterior recurrió al endeudamiento externo.
Y aunque hizo un duro ajuste de tarifas para bajar el déficit fiscal, el pago de intereses de la deuda subió más, aumentó el saldo de la cuenta corriente externa y agravó el problema. Y es el origen de la deuda externa que se negocia.
La pandemia dejó sin consumir al mundo; pero cuando se controle, volverá el consumo. Y para estar preparados, debemos distinguir entre análisis de coyuntura, postpandemia y de mediano-largo plazo.
El mercado de alimentos será el primero en recuperarse, dice Marcela Cristini, economista de FIEL. En la coyuntura, el sector agroexportador argentino está en condiciones de traer alivio económico si el tipo de cambio es competitivo, el costo logístico interno y la presión impositiva razonable (hoy no lo es). Y pese a las retenciones, obstáculos internos y condiciones difíciles, vuelve a demostrar su capacidad para generar actividad, empleo y divisas.
La salida es exportadora, y la Argentina tiene la capacidad y potencial para hacerlo; pero exige solucionar el problema de inestabilidad macro de su economía (picos y valles), que se ha vuelto estructural.
Sin un horizonte firme de negocios no se pueden planificar, ni asumir compromisos firmes de exportación; que son competitivos y exigentes.
Y lo mismo sucede con Vaca Muerta; el segundo sector con potencial exportador y único capaz de aportar, cuando el mundo y sus mercados se normalicen, los 20.000 MM (millones) US$/año que el país necesita para estabilizar su economía, generar empleo, riqueza, estabilizar el tipo de cambio, controlar la inflación y poder crecer
La pandemia será controlada en algún momento (el FMI cree que en el segundo trimestre); y el problema económico agravado por la crisis, volverá al centro de la escena.
Vaca Muerta es el gran recurso de la Argentina, y el único con potencial exportador como el agro para aportar divisas.
Y más allá de las medidas de coyuntura y postcrisis (a 6- 9 meses), el país debe tomar decisiones de fondo y contar con un plan de inversión y desarrollo a largo plazo para Vaca Muerta; al menos a 2030, que pueda volver a encauzar la economía sobre bases sustentables.
Hay coincidencia entre los principales referentes que cuando el mundo vuelva a funcionar habrá una fuerte recuperación y demanda de petróleo; que al menos hasta 2050 seguirá siendo la principal fuente de energía. Y también de gas, para controlar la emisión de gases efecto invernadero.
En mayo China volverá a los niveles de consumo precoronavirus; y volvería a crecer hacia fin de año. Y los pronósticos para el mundo dicen que el consumo de petróleo volverá a niveles pre-crisis hacia noviembre; lo que significa que en uno o dos años es esperable que el barril vuelva a valores de US$55-60.
Por tanto, el análisis sobre el futuro de Vaca Muerta no puede limitarse a la coyuntura, la crisis y el barril criollo; debe abarcar un horizonte más amplio, que incluya el futuro. Al que debemos anticiparnos para poder aprovechar el apoyo del FMI, el posible éxito en la negociación de la deuda y la oportunidad de un eventual salvataje económico global postpandemia, similar al Plan Marshall, para impulsar las inversiones en Vaca Muerta.
Con la carga impositiva y retención actuales, Vaca Muerta no es rentable aún con un barril de 50- 55 US$, por los impuestos que EE.UU. no tiene. La producción no podrá sostenerse y declinará. Y aunque se haga más recuperación secundaria y terciaria, no podrá compensar la declinación convencional.
Tampoco se podrá producir más gas, que es el 85% de sus recursos; y si no se cambia la política, en 2021 el país volverá a importar por 4500 MM US$.
Si promulga la ley de promoción de inversiones en Vaca Muerta, en cambio, habrá rentabilidad y se podrá producir con esos precios.
Y si fuesen menores y aún con la ley fuese insuficiente, nada se pierde; por tanto, promulgar la ley sería una buena decisión.
Antes de la crisis, el Presidente nos informó que enviaría un proyecto de ley a sesiones extraordinarias del Congreso, para promover las inversiones en Vaca Muerta; convencido que es una segunda pampa húmeda, capaz de exportar e ingresar los dólares que el país necesita. Y que su objeto era ponerla en condiciones de indiferencia con las formaciones "shale" de EE.UU. con las que debe competir en el mundo, reduciendo/eliminando impuestos que EE.UU. no tiene y reducir el costo del Estado, para hacerla competitiva. Y lograr una inversión extraordinaria de 300.000 MM US$, en 15 años. Porque el economista Arriazu advierte que con el nivel de inversión 2017-´19, tardaríamos 150 años en extraer la riqueza de Vaca Muerta; pero en 50 años el petróleo y gas perderán su valor. Y si no adelantamos su producción, quedarán en el subsuelo.
El proyecto eximía de impuestos el incremento de producción de petróleo y gas; eliminaba retenciones para exportaciones incrementales; creaba un régimen especial para importar equipos, tecnología e insumos sin gravámenes; y otro financiero para posibilitar el acceso al crédito en condiciones competitivas, permitiendo garantizar préstamos con contratos de venta futuros, o reservas.
Plantearnos el objetivo de invertir 300.000 MM US$ para extraerlos en 15 años, requiere promulgar esta ley; que en el mediano-largo plazo nos permitirá alcanzar la orilla del desarrollo, aumentar exportaciones, el superávit comercial y crecer a tasas aceleradas.
Y será el puente que nos conduzca a una economía que no genere pobreza y desempleo, deje de apelar al empleo público como subsidio al desempleo, y a la deuda externa para financiar desequilibrios; con recurrentes crisis cambiarias e inflación.
La ley de promoción de inversiones en Vaca Muerta puede ser el eje de rebalanceo que impulse la industria nacional, elimine la restricción externa, cancele su pasivo, la debilidad de la balanza y cuenta corriente externa.
Y eso no puede esperar (¿qué esperar, y hasta cuándo?, sería la pregunta subyacente).
Estas inversiones transformarán la economía, le darán solidez, sustentabilidad y nos convertirán en exportadores.
La ley les asegurará a los inversores y futuros exportadores "el microclima más estable que la economía" que reclama Marcela Cristini; economista senior de FIEL, y les brindará condiciones de mediano-largo plazo predecibles y estables para financiar sus proyectos, a tasas razonables. Y eliminará las "condiciones cambiantes y tasa variable" que no permiten planificar ni invertir; y menos 300.000 MM US$, como es el objetivo en Vaca Muerta.
Quienes piensan que la ley no es necesaria, tienen ahora la oportunidad de probar que sin financiamiento ni socios externos, se puede invertir y construir infraestructura en Vaca Muerta.
Estabilizar la economía llevará tiempo; pero la Argentina debe cuidar sus sectores con potencial exportador como el petróleo y gas, porque si no los hace viables, esa riqueza quedará en el subsuelo. No habrá solución sustentable, seguirá en el "sube y baja", asume el riesgo de perder empleos y sufrir un colapso social, sobre lo que advierte Ricardo Arriazu, quien recomienda también salvar las empresas.
Sin ley será muy difícil desarrollar la infraestructura de gasoductos, plantas separadoras y almacenaje que permitan la integración energética con Brasil y Chile; y la eventual planta de licuefacción para exportar gas. Que, con una sana política, aseguren un precio razonable de equilibrio para el gas que cubra su costo de reposición y contemple el interés común de los países.
Hace un año que la inversión en Vaca Muerta está parada, por dos pésimas decisiones del anterior secretario de Energía que la ley revertiría: desconocer la Resolución 46 que frenó las inversiones en gas, incluyendo Fortín de Piedra; el yacimiento de gas más grande del país, que en un año permitió reducir substancialmente la importación de gas. Que en lugar de subir su producción a 123 MM m3/día como estaba programados, la redujo a 115 MM; y significó aumentar la importación 8 MM m3/d.
YPF suspendió toda inversión en gas, y en su balance 2019 apareció perdiendo 509 MM US$, por depreciación de sus activos de gas por la baja del precio producida "por la abundancia de gas", cuando el país seguía importando gas.
Un contrasentido que se explica por falta de política para superar la reducción estacional del 40% del consumo en verano, que exige diseñar una política específica para superarla. Pero no significa "abundancia de gas".
Los desaciertos y parálisis de inversiones no se limitaron al gas; se extendieron al petróleo con el congelamiento e intervención de precios del DNU 566; las compañías paralizaron sus inversiones, y antes del coronavirus ya estaba perdido el año 2020 para Vaca Muerta.
Las compañías petroleras toman sus decisiones de inversión con visión de largo plazo; no de coyuntura. Y si el Estado no da señales inmediatas de cambio que rectifiquen esas políticas, tampoco habrá inversiones en gas ni petróleo en 2021 en Vaca Muerta; aunque el barril de petróleo alcance 55 US$.
Para que la expansión monetaria no genere inflación, recuerda Arriazu, es fundamental cuidar el superávit comercial; y para ello, debemos sancionar esta Ley para bajar el break even cost e impulsar las inversiones y exportación desde Vaca Muerta.
De lo contrario, Argentina volverá a importar petróleo y más gas desde 2021.
Director del Comité de Asuntos Energéticos del CARI, autor del libro "El Futuro del petróleo y la energía"