El coronavirus, los políticos, el miedo y la ira
Estamos en un momento en donde todos tenemos la sensibilidad a flor de piel. La mayoría encerrados en nuestras casas, la minoría cumpliendo tareas para que los demás puedan curarse y alimentase. Es una nueva situación que genera nuevas condiciones de vida cotidiana y genera incertidumbre temor, miedo, esperanza. Una mezcla de emociones que van y vienen al calor de la convivencia, la soledad, las dificultades para hacer pagos, las precauciones para trasponer el umbral de los hogares, las dudas sobre el futuro. Es un momento de preeminencia de emociones. En este sentido, tres son las emociones básicas que más se han estudiado en relación al vínculo entre los ciudadanos y los gobiernos. El entusiasmo, el miedo y el enojo. De cuál sea la emoción que prime en un momento determinado es la relación que se va a configurar entre la población los gobiernos y los dirigentes.
Paso a explicar muy esquemáticamente la relación entre las emociones básicas y su vínculo con la política para tratar de entender porque un Presidente al que muchos consideraron casi un delegado, está registrando en nuestro país los mayores índices de aprobación de este siglo, pero también para comprender porque hay quienes se enojan con los políticos y porque así como parecía que la grieta no estaba pero se la comienza a ver en pequeños detalles también hay peligros que acechan los altos niveles de aprobación presidencial. Una pandemia es algo no vivida por ninguno de nuestros dirigentes y el cielo o el infierno están latentes detrás de cada medida que se toma.
Empecemos con los sentimientos de entusiasmo y su contrario, la decepción. Encontramos entusiasmo en muchos momentos de nuestra vida personal y social. Desde festejar el nacimiento de un hijo, el que nos vaya bien en el trabajo, el que nos casemos, que compremos o vendamos una casa, concretemos un viaje hasta que nuestro equipo favorito salga campeón. Pero también podemos encontrar entusiasmo en relación con la política. Específicamente en relación con esta podríamos pensar situaciones como las que aparecen en la noche de la elección cuando los simpatizantes del candidato que ganó celebran su victoria. Allí están presentes alegría, excitación, orgullo. Y lo mismo sucede cuando en el ejercicio del gobierno los partidarios de este y también quienes no lo son se alegran con logros de la gestión. En sentido contrario, entre quienes optaron por un candidato perdedor pueden producirse sensaciones vinculados a la frustración y decepción. Y lo mismo sucede entre quienes desde la oposición deben esperar hasta el próximo turno electoral.
Es que nuestro cerebro incluye un conjunto de sistemas básicos cuya función es adaptar nuestro comportamiento de modo que nos ayude a buscar las recompensas de la vida. Nos ayuda a determinar qué cosas son gratificantes y cuáles no, reconocer signos que nos muestran que si seguimos una determinada conducta podremos obtener un resultado gratificante y aprender que estrategias utilizar para alcanzar objetivos.
Si detectamos que las cosas van bien entonces esta evaluación desencadena una serie de respuestas que fortalecen nuestro compromiso con las metas y estrategias involucradas. A un nivel consciente podríamos experimentar estas respuestas como un conjunto de emociones que en general podemos denominar entusiasmo, alegría, esperanza.
Si por el contrario tenemos indicios de que las cosas no están yendo como lo planeamos o que estamos fallando en las metas esto provoca sentimientos de decepción y depresión.
Simplificando, si nos preguntamos si las cosas nos están yendo bien, si estamos en camino a llegar a nuestras metas, si la respuesta es sí, ello nos produce entusiasmo, pero si la respuesta es no se produce decepción, desacople, retiro.
En asuntos públicos, paradójicamente dos entusiasmos enfrentados pueden llevar a la grieta. Es el típico enfrentamiento en nuestro país entre quienes se identifican con el peronismo y con al antiperonismo. Cuando unos terminan venciendo al adversario, quedan entusiastas por un lado y decepcionados por otro. Quienes resultan vencidos intentaran hacer volver el entusiasmo a sus partidarios y entonces confrontaran con quien es gobierno y estos de la decepción vuelven al entusiasmo. No es casualidad entonces que hoy un sector de la oposición este intentado generar cacerolazos para volver a encender la pasión de quienes los votaron. Esto no significa, como veremos más adelante, que las cacerolas de las 21.30 contra los políticos o censurando acciones del gobierno sean necesariamente conscientes de esta situación.
¿Y cuando aparece el Miedo? Este entra en el dominio público en diferentes niveles, situaciones y con distintos niveles de intensidad. Hoy sobre todo ante la pandemia que vivimos en donde se mezclan el miedo al contagio y o a la muerte propia y de seres queridos, a la pérdida del trabajo, de ingresos de ahorros y tantas situaciones más.
Así como en relación con el entusiasmo la pregunta a contestar era si las cosas nos estaban saliendo bien, aquí la pregunta es si las situaciones que estamos viviendo son familiares o amenazantes.
No es solo por la cuarentena el incremento de rating en los noticieros de canales de aire y cable. Ni la profusión de información que se busca por redes sociales y portales de noticias. Una parte importante de la población parece no cansarse del desfile hora tras horas de sanitaristas explicando las medidas de higiene, de donde viene el virus, que es la curva aplanada, etc. Y en la actual situación es altísimo el nivel de aceptación que tienen las medidas tomadas por Alberto Fernandez para cuidar la salud de la población. Claro que siempre hay un percance como los jubilados agolpados en bancos rompiendo la cuarentena, que pone las cosas en riesgo y levanta las alarmas de todos.
Dice Ted Brader, experto en Psicología política de la Universidad de Michigan en su interesante artículo "Origen y consecuencias de las emociones políticas", que recientes estudios confirman que el temor puede producir cambios sustanciales en la conducta política. En. particular hay una considerable evidencia de que hay situaciones que incrementan la mirada de la opinión publica. Específicamente el temor aumenta la atención a las noticias y a las fuentes de información. Los ciudadanos están motivados a buscar información adicional que pueda ser relevante para la amenaza. En ese estado no solo buscan otras informaciones, sino que también pueden reconsiderar sus puntos de vista ante nueva información. Y los ciudadanos se vuelven más vigilantes. Se focalizan en el problema y son más susceptibles de ser persuadidos por nueva información.
El tercer sentimiento es la ira. El problema es que el miedo y la ira son dos sentimientos que muchas veces están asociados entre sí y uno puede mutar en el otro. Hemos visto que la mente tiene mecanismos para lidiar con dos situaciones recurrentes: perseguir objetivos y evitar daños. Esos mecanismos modulan tanto el entusiasmo como el temor. Una parte de nuestro cerebro ha evolucionado para adaptar nuestra conducta para que podamos superar esos obstáculos y lo hace dándonos la determinación y la energía para pelear por lo que queremos o creemos justo
Uno de los factores que determina el límite entre el miedo y la ira es la presencia de una causa externa percibida como una acción intencional cuyo objetivo es causarme problemas. Y no de dejarme llegar a mi objetivo. Allí hay alguien a quien culpar. Si el responsable de lo que pasa es otro que impide que el sujeto cumpla sus objetivos y este podría quitarlo del camino lo más probable es que aparezca la ira y que el sujeto se movilice para quitar el obstáculo. Se deja de mirar la nueva información y se vuelve a confiar en los viejos hábitos, se buscan riesgos y se está listo para actuar sea atacando o sancionando
En cambio, si lo que obstaculiza el camino es algo que se entiende que no depende de la propia acción para ser evitado, lo que prima es el temor. El discurso del presidente Trump culpando a China del virus no es una casualidad exótica. Es un claro intento de poner la culpa en otros y aunque no lo podamos creer, tanto por lo discursivo como por sus acciones económicas, la popularidad de Trump por ahora ha venido creciendo, aunque no sabemos cómo será el final de esta historia. Inversamente casi con la misma filosofía de priorizar la economía, pero ante otro sistema cultural, Bolsonaro en Brasil ve crecer sus niveles de desaprobación mientras desprotege a sus ciudadanos. Tanto Trump como Bolsonaro se asumen como los representantes de la antipolítica. Sin embargo, sus acciones tienen resultados distintos. En los últimos días hubo en nuestro país un intento de volver a generar una especie de alergia a los políticos pidiendo que disminuyan sus gastos. Esto por ahora no ha tenido mayor éxito en la medida en que no se percibe a los políticos como culpables de la situación, pero en la medida en que la política carece de prestigio entre nosotros los gestos de dirigentes y gobernadores que se han bajado los sueldos son un buen paraguas para la lluvia de críticas que pueden venir en el futuro si la situación sanitaria o económica se complica.
Argentina tiene una sociedad en donde predomina un sistema de valores que poco tiene que ver con los del individualismo norteamericano, no en vano la elección que hizo el presidente Alberto Fernandez de priorizar las vidas por encima de la economía ha generado niveles de adhesión superiores a la evaluación de su gestión. El Gobierno de aquí en adelante debe poder calibrar con claridad cuáles son las emociones que despierta su accionar. Hoy no es la ira lo que prima, sino el miedo y, expectativa positiva.
Pero la economía ha comenzado a meter la cola y es una preocupación que subyace al temor a la enfermedad. En poco tiempo será el miedo al contagio más el miedo a no comer, o a quedarse sin ahorros, a no cobrar el sueldo, a que el banco no del crédito, y así podríamos seguir con una lista interminable de situaciones en un país que tiene 35% de la población sumida en la pobreza y 40% en la economía informal. Si el Gobierno logra demostrar que su misión fundamental es la de proteger a las sociedades de los enemigos que se van presentando sus niveles de adhesión se mantendrán altos. Pero para ello se requiere no solo voluntad sino capacidad de gerenciamiento. A su vez debe tener en cuenta que no toda la sociedad prioriza la solidaridad comunitaria como valor. Hay un importante sector de clase media que responde a un sistema de valores más individualista y ante cada error del Gobierno, sea de implementación o de concepción va señalándolo como culpable. Ese sector minoritario es el que se expresa caceroleando desde balcones. La grieta, básicamente es cultural, claro que se agiganta si sectores de la oposición en pos de crecer políticamente buscar insuflar el enojo.
En síntesis, Alberto Fernández gobierna en medio de mayoritarios sentimientos de esperanzas y miedo y eso lo favorece. Pero, el límite entre el miedo y el enojo es muy pequeño y falta mucho para terminar la cuarentena.
Consultor y analista político