El coronavirus evidencia la precariedad del sistema educativo público
Esta peste del coronavirus no solo es el origen de que las clases se hayan suspendido el 16 de marzo pasado, es el emergente que nos enrostra la precariedad de un sistema educativo público -que al igual que el sanitario- hace mucho tiempo que ha sido desatendido y que hoy es incapaz de dar respuestas mínimas a las necesidades de millones de estudiantes de todos los niveles educativos.
Lo que me y les pregunto es cuál es la razón por la cual mientras se han tomado un buen cúmulo de medidas sanitarias para atender las consecuencias del Covid-19 acompañadas de unas medidas económicas, no se ha hecho lo propio en el campo educativo.
En poco tiempo cumpliremos 2 meses sin clases presenciales, y ya es tiempo para que la ¨capa protectora de la pandemia¨ deje lugar a políticas inclusivas que permitan que docentes y estudiantes puedan recobrar ese encuentro diario, permanente y amoroso que ha sido la base del ascenso social en nuestro país. Porque esta situación no se resolverá ni mañana, ni la semana próxima, ni el mes entrante, muy probablemente se extienda poniendo en riesgo uno de los valores y derechos más sublimes de niñas, niños, jóvenes y adultos: la educación.
A lo largo de estas semanas sin escuelas se ha evidenciado que la brecha digital es enorme y como bien ha expuesto Alejandro Artopoulos (Director de Investigación y Desarrollo del Centro de Innovación Pedagógica - Universidad de San Andrés) en un informe para el Observatorio Argentino por la Educación, no solo la disponibilidad de acceso a internet es un factor medular para que se logre el encuentro pedagógico entre maestros y alumnos, sino que ¨la velocidad y la cantidad de dispositivos en el hogar determinan cuán intensa será la vinculación con el docente¨. En el estudio se afirma que en el caso de que la velocidad sea menor a 20 Mbps se obstaculizan las actividades de aprendizajes sincrónicos (videoconferencias) y así los estudiantes son sometidos a un sinfín de actividades asincrónicas (tareas, ejercicios, lecturas o videos) que no siempre permiten un aprendizaje significativo y dependen en mucho del tipo de acompañamiento que hagan madres y padres. En este contexto la palabra del docente y del otro en general que aportan matices, acuerdos, antinomias y sobre todo la libertad de expresarse en un espacio que sea capaz de trabajar con y para la heterogeneidad quedan afuera del acto educativo.
Uno de cada tres hogares de nuestro país no tiene acceso a Internet fijo y la distribución de esos hogares no es para nada homogénea. Sabemos de sobra que las familias pobres son las que menos acceso a este bien tienen y por ende sus hijos son los que más sufren esta desconexión con la institución escolar. Muchos son los docentes que usarían sistemas sincrónicos para interactuar con sus estudiantes, pero son ellos mismos quienes confiesan que tienen dificultades por el ancho de banda del internet que contratan y que de todas formas no podrían usar esta herramientas porque un altísimo porcentaje de sus alumnos de las escuelas públicas no tienen internet y si lo tienen es deficiente o muy limitado (más de la mitad de las conexiones en Argentina son de una velocidad menor a 20 Mbps). Además no cuentan con la cantidad de dispositivos necesarios en su hogar para hacer uso exclusivo de uno de ellos.
Dos datos son relevadores de la situación: 1 de cada 5 de los alumnos de sexto grado del nivel primario no cuentan con acceso a Internet y 1 de cada 6 de los estudiantes del último año del nivel secundario tampoco. Este promedio nacional oculta grandes diferencias entre las familias más ricas y las más pobres, pero también entre las distintas jurisdicciones del país.
Bajo estas circunstancias es imprescindible que el gobierno nacional y los de cada provincia aseguren que al menos todos los docentes y estudiantes de las escuelas públicas del territorio nacional tengan acceso a internet de buena velocidad y al menos a un dispositivo inteligente. Porque no solo son estos el único camino posible para no perder este año lectivo, son las herramientas de hoy y del futuro para aprender más y mejor en igualdad de oportunidades.
El autor es exrector del Colegio Nacional de Buenos Aires y Director de la Escuela de Formación en Ciencias