El Copahue, un gigante que parece despertar
A diferencia de fenómenos como las inundaciones, la predictibilidad de este tipo de eventos es más difícil e inexacta
La opinión de los vulcanólogos de Ovdas (Observatorio vulcanológico de los Andes del sur de Chile) es coincidente: el incremento y la magnitud de la actividad sísmica en la zona y el registro de un cuerpo ascendente de magma a niveles más someros que los verificados desde la última actividad (diciembre de 2012) son fuertes indicadores de una inminente erupción.
Un profesor de la universidad solía decirnos -refiriéndose a el estado de muchos de los volcanes del sur de la cordillera argentina y al riesgo ambiental que representan- que solo "duermen la siesta".
El Copahue, o "Agua de Azufre" en lengua Mapuche, es solo uno más de una cadena de estrato volcanes activos andinos como el Lonquimay, el Puyehue y el Villarrica. La placa de Nazca, que comprende una gigantesca sección del Océano Pacífico, choca y se desliza a velocidad infinitesimal- de 2 a 3 centímetros por año- debajo de la placa Sudamericana, aún más grande que el continente del mismo nombre. En su descenso o subducción a una profundidad de más de 100 kilómetros la fricción entre ambas y la temperatura del manto funden la roca sedimentaria del fondo oceánico convirtiéndola en magma que presiona y, a veces sale a la superficie en forma de eventuales erupciones y terremotos. Esta mega acumulación de roca volcánica forma pliegues además debido a la fuerza del constante choque de las placas, que no son otra cosa que los Andes. Este proceso ha venido ocurriendo en los últimos 65 millones de años y continuará ocurriendo durante muchos millones más.
La eyección de cenizas es el evento más temido en la gestión de desastres naturales, pudiendo alcanzar distancias enormes desde la zona de erupción
Las erupciones andinas, a diferencia de otros tipos como las hawaianas, se caracterizan por la presencia predominante de lo que los vulcanólogos denominan "fase sólida", es decir, emisión de cenizas y piroclastos (fragmentos de roca), más que por grandes coladas de lava. Aunque para la percepción corriente la lava parece ser el enemigo principal, la eyección de cenizas es el evento más temido en la gestión de desastres naturales, pudiendo alcanzar distancias enormes desde la zona de erupción y, como en el caso del Pinatubo en Filipinas o Santa Helena en Estados Unidos, dar varias vueltas a la tierra si son empujadas a grandes alturas. Una vez depositadas bloquean la recepción de luz impidiendo la fotosíntesis en la vegetación, privando al ganado de alimento y comprometiendo el funcionamiento de ecosistemas enteros, con el consiguiente impacto económico a escala regional y nacional. Estos eventos pudieron ya mensurarse en 1991, con la erupción del volcán Hudson -sujeto a la misma dinámica tectónica que el Copahue- y que produjo daños materiales inconmensurables en ambos lados de los andes del tipo de los descriptos.
El volcán se enclava justo en la divisoria de aguas argentino-chilena marcando una zona de afectación inmediata delimitada por las localidades turísticas de Caviahue y Copahue del lado argentino, ambas con bajas densidades de población. El turismo constituye la actividad económica más importante y es de carácter marcadamente estacional, termalismo de verano y esquí durante el invierno.
El monitoreo tiene que ser continuo y permanente con estaciones de observación provistas de instrumental de avanzada
La vertiente chilena es potencialmente la más crítica y expuesta. La región del alto Bio-Bio, enmarcada en al valle del rio del mismo nombre, tiene una densidad de población mucho más alta y de carácter estable debido -en parte- al fenómeno de "lluvias orográficas" que literalmente "bendicen" la comarca con abundantes precipitaciones en invierno, provenientes de la condensación de aire húmedo del Pacifico que descarga toda su humedad en la zona y pasa seco al lado argentino.
Evacuar un colectivo determinado representa un costo significativo. Este ejercicio no se puede repetir indefinidamente debido al alto costo que implica para el gobierno provincial así como para los actores involucrados. A diferencia de fenómenos como las inundaciones, la predictibilidad de este tipo de eventos es más difícil e inexacta, cuando se llega a una instancia evacuatoria el nivel de certidumbre tiene que ser muy alto. Para que ello ocurra el monitoreo del cuerpo volcánico tiene que ser continuo y permanente con estaciones de observación provistas de instrumental de avanzada y expertos que analicen y le den un sentido predictivo al dato duro, poniéndolo en un contexto explicativo mayor.
En este sentido, la medida de evacuación dispuesta y llevada a cabo para la población de Caviahue, en función de las conclusiones de la Ovdas, tiene una contracara positiva: aunque por un lado indique a las claras la seriedad del evento, por otro refleja algo que en nuestro país no es común y que necesita desarrollarse todavía mucho más, la articulación entre saber científico y gestión.
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