El Congreso K
Desde diciembre próximo, el Parlamento será el refugio del kirchnerismo en su estrategia para mantener el poder, en particular como primera minoría y árbitro de disputas en la Cámara de Diputados
Independientemente de si será Mauricio Macri, Daniel Scioli o Sergio Massa quien suceda a Cristina Kirchner en la máxima magistratura del país, ha quedado en claro que la estrategia del kirchnerismo se basa en mudar su poder de la Casa Rosada al Congreso, para desde allí condicionar el rumbo del nuevo gobierno.
No deja de ser paradójico que tras doce años de hiperpresidencialismo, el kirchnerismo busque preservar su poder en el Congreso Nacional, institución bastardeada y despojada de muchas de sus atribuciones por la Presidenta y sus acólitos. Desde la Casa de las Leyes, el kirchnerismo ejercerá influencia y liderazgo pero su poder dejará de ser incontestable. Lógico, en un país presidencialista con escaso apego a las instituciones, el Poder Ejecutivo encontrará, la más de las veces, el modo de sortear al Parlamento, aunque para ello necesitará de dos requisitos elementales: músculo político y apoyo social. Los Kirchner han sido por años maestros de esta esgrima.
Según las primeras estimaciones, el próximo Senado mantendría una composición que no diferirá demasiado de la actual. Esto obedece fundamentalmente a que el oficialismo -que pone en juego apenas nueve de las veinticuatro bancas que serán renovadas- estará en condiciones de defender -e incluso acrecentar- los escaños necesarios para mantener su control. Además, si Scioli fuera electo presidente, Carlos Zannini sería no solo el garante ideológico del kirchnerismo, sino el encargado de liderar la Cámara Alta y destrabar eventuales paridades. Pese a ello, el carácter de los senadores que integran e integrarán el bloque del FPV es mayoritariamente el del tradicional peronismo del interior: acompasado y dispuesto a acompañar a un gobierno peronista y a dialogar, negociar y acordar si les tocara en suerte ser oposición. No serán estos senadores el ariete del kichnerismo, aunque si un factor de poder que desde hace años muestra su apoyo a la Presidenta.
El nervio del nuevo kirchnerismo parlamentario habrá que buscarlo más bien en la Cámara Baja. Allí el FPV resignará el quórum propio pero se erigirá como la primera minoría y el árbitro de muchas disputas. Será, probablemente, un bloque bifronte de cerca de un centenar de legisladores. Por un lado se alistarán los diputados de raigambre justicialista que, al igual que sus colegas del Senado, buscarán tejer los acuerdos necesarios para asegurar su supervivencia, fortalecer al peronismo y beneficiar a sus distritos. Su socio de bancada será un nutrido y compacto grupo de diputados del riñón de la Presidenta. Ex ministros, ex funcionarios y militantes de La Cámpora se erigirán en los celosos guardianes del legado y autoridad de Cristina Kirchner. A su cabeza marcharán Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Andrés Larroque, y en sus filas revistarán incondicionales como Axel Kicillof, Julio De Vido, Nilda Garre y Diego Bossio, acompañados con una docena de militantes de La Cámpora que harán sus primeras armas legislativas tras una experiencia en común: su paso por las delegaciones provinciales de la Anses, un lugar privilegiado donde se maneja el dinero de los jubilados y gestiona la Asignación Universal por Hijo, entre otras políticas del Gobierno.
El nombramiento vitalicio de Alejandra Gils Carbó al frente del Ministerio Público Fiscal, el mandato de Alejandro Vanoli en la conducción del Banco Central (que vence recién en diciembre de 2019) y los miles de funcionarios contratados en puestos clave de la administración nacional conforman las restantes piezas del dispositivo kirchnerista para mantener su cuota de poder tras la retirada de la Casa Rosada. Es además la expresión de un Estado institucionalmente débil, plagado de enclaves altamente politizados con lo que deberá lidiar el próximo presidente.
El kirchnerismo inicia su retirada, pero tras años de dominar la política nacional deja bolsones de resistencia en todas las esferas del Estado. Seducir o subyugar esa resistencia será un desafío prioritario de cualquiera sea el nuevo gobierno si es que pretende conducir su propio tiempo político.
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Nicolás Solari