El Congreso debe reabrir sus puertas
La pandemia de coronavirus pone a prueba a los pueblos, sus instituciones y sus concepciones democráticas o autoritarias. Cuando los países son sacudidos por crisis sanitarias, económicas o sociales, como las que vivimos, es imprescindible garantizar el pleno funcionamiento de todas sus instituciones, porque cuando estas se encuentran ausentes no se producen vacíos de poder, sino acumulación y concentración de uno de los poderes de estado por sobre los otros. La tan temida, por Alberdi y Urquiza, suma del poder publico amenaza con retornar justificada por la pandemia.
Acumular poder puede ser efectivo para sostener un proyecto político en el corto plazo, pero ha demostrado ser ineficaz para sostener políticas de estado en el tiempo. Sencillamente porque al acumular poder se corre al otro, se lo margina y deslegitima; se lo saca de la cancha y se lo deja gritando desde la tribuna. Debemos avanzar en modelos de competencia colaborativa entre oficialismo y oposición. La concentración de poder, propia de los hiperpresidencialismos y autoritarismos paternalistas, es enemiga de los acuerdos y adicta a los sometimientos.
Las crisis son las grandes parteras de la humanidad, pero en el caso de la Argentina, las crisis parieron emergencias y las emergencias nos embarazaron de nuevas crisis. A la inestabilidad y fragilidad económica adicionamos la debilidad institucional consecuencia de la concentración de poder habilitada por la crisis.
En el mundo, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, son en estos contextos qué emerge, con total nitidez, la división de poderes y su desconcentración, otorgando a las decisiones que se toman, la fortaleza institucional de las instituciones que las emanan.
En su libro La Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill cuenta en primera persona los avatares y pormenores del mayor conflicto bélico de la historia. Promediando la guerra y ante una larga serie de derrotas y desgracias, Churchill sufrió un voto de censura de parte de sus opositores, que querían despojarlo de sus responsabilidades de defensa, delegando éstas en una persona próxima a la corona, para que asumiera la dirección general de la guerra. Allí Churchill afirmó que ese sistema que se proponía era muy diferente al sistema parlamentario y podía llegar a convertirse en una dictadura. La moción fue rechazada en la Cámara de los Comunes por 475 votos contra 25.
También relata el desembarco a Normandía, considerado el hito más importante de la guerra que desembocaría en el triunfo de los aliados y que supuso una formidable concentración de fuerzas de asalto con más de 176 mil hombres y 20 mil vehículos en dichas playa.
El 4 de junio de 1944, dos días antes del desembarco, concurrió a la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido para pronunciar su célebre discurso "We shall fight on the beaches", en el que manifestaba: "Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!"
El mismísimo día D, al mediodía del 6 de junio, Churchill volvió a la Cámara de los Comunes para ponerla en conocimiento de la liberación de Roma e informar lo que estaba a sucediendo en Normandía. De estos hechos se desprende la gravitación e importancia que tuvo el Parlamento británico en el desarrollo de la guerra. A nadie se le hubiese ocurrido dejar de sesionar en el Palacio de Westminster, por el temor a que volvieran los bombardeos del Luftwaffe.
Más acá en el tiempo, y ya en ocasión de la pandemia del Covid-19, la mayoría de los parlamentos en el mundo han permanecido sesionando, sea para recibir informes de sus primeros ministros o para aprobar planes de asistencia a los afectados.
Así, el 25 de marzo, el Parlamento italiano recibió al primer ministro Giuseppe Conte, quien en su discurso expresó sus condolencias y rindió un homenaje a las víctimas de la crisis del coronavirus junto a los parlamentarios presentes.
En Francia, Emmanuel Macron ha sometido todas sus decisiones al control parlamentario de la Asamblea Nacional. El 22 de marzo, la AN aprobó la ley que establecía las medidas de urgencia nacional por la pandemia.
En Alemania, el 25 de marzo, se aprobó un plan nacional para mitigar las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia de coronavirus. El Bundestag –la Cámara baja alemana- respaldó un programa de asistencia de unos 750.000 millones de euros, equivalente a casi el 22% del Producto Interior Bruto (PBI) de ese país.
La Dieta de Japón aprobó, a mediados de marzo, ampliar la capacidad de su primer ministro Abe para establecer el estado de emergencia.
En Uruguay, el 2 de abril, la Cámara de Diputados aprobó en la creación del llamado "Fondo Coronavirus", diseñado por el Poder Ejecutivo para cubrir el impacto de la pandemia del Covid-19.
Paraguay, por su parte, mediante la Cámara de Diputados, declaró el estado de emergencia en el país por el coronavirus y fijó medidas financieras, administrativas y fiscales ante la pandemia.
El Senado de EE.UU. aprobó un plan "histórico" de dos billones de dólares para oxigenar la economía del país, asfixiada las últimas semanas por la pandemia. La propuesta contempla de ayudas directas a trabajadores, hospitales, o pequeñas empresas.
Como se ve, los parlamentos continúan su actividad en épocas del Covid -19, a nadie se le ocurre cerrar las puertas de la "casa del pueblo" en momentos que ese pueblo está en peligro y requiere de la aprobación de medidas excepcionales, tanto en materia sanitaria, económica y social, para evitar por un lado, el colapso del sistema sanitario y, por el otro, el derrumbe de los sectores productivos que conlleva el desplome de los sectores asalariados de la economía causando una mayor pobreza.
En el caso de nuestro país, hasta ahora el Congreso Nacional ha funcionado rengo, pues las ocasionales reuniones de comisiones virtuales que han sido convocadas, carecen de toda previsión reglamentaria y por consiguiente, son ineficaces para provocar las consecuencias jurídicas y políticas que la Constitución le asigna a sus decisiones. De este modo, el Poder Legislativo se encuentra incapacitado de provocar el avance de leyes que hoy se reclaman o la posibilidad de solicitar informes al Gobierno para controlar el uso de las facultades extraordinarias que viene ejerciendo desde diciembre y que se acrecentaron con la pandemia.
Por ello, es fundamental, en cumplimiento del reglamento, convocar a una sesión presencial tanto de comisiones como del cuerpo en ambas cámaras, para propiciar las modificaciones de los reglamentos de estas, conforme al procedimiento que este determina y permitir a partir de allí las "sesiones virtuales".
Cualquier otra salida o atajo desconocería el reglamento de las cámaras que tienen jerarquía constitucional, ya que el artículo 66 de la Constitución Nacional dispone que "cada cámara hará su reglamento", En virtud de esta cláusula el reglamento es la norma básica que ordena su funcionamiento. Toda reforma que lo desoyera colocaría a las "leyes virtuales" que sancione el cuerpo, en una situación de extrema fragilidad, litigiosidad, sentando un peligroso a futuro.
En épocas de emergencias, poderes exorbitantes y facultades extraordinarias, debe ser la Justicia quien corrija los desvíos de poder y el Congreso, como órgano de control político por antonomasia, quien fiscalice el ejercicio de la inmensa cantidad de facultades delegadas al Gobierno, a extraordinarios poderes, extraordinarios controles.
También, nuestro Congreso debe participar activamente del diseño de los instrumentos que nos permitan paliar la crisis. Debería ser allí el epicentro de los acuerdos políticos que tanto necesita el país en momentos de crisis y pandemia. Porque es en su ámbito, donde se encuentra representado todo el arco político de manera proporcional, donde cada banca representa a miles de argentinos. Es la caja de resonancia de las mayorías, pero fundamentalmente de las minorías que convergen en un solo cuerpo con multiplicidad de voces.
Discrecionalidad, facultades extraordinarias y ausencia de controles solo pueden suponer una cosa y es baja calidad institucional. Tal es así que, en los momentos más difíciles, en las horas más oscuras de los pueblos, es donde sus instituciones deben emerger como faros para guiar al navegante y a su tripulación a buen puerto.
En las horas más oscuras, ¡qué se encienda el Congreso de la Nación para iluminar la República!
Diputado Juntos por el Cambio