
El conflicto de San Rafael
El jueves se hará efectiva la clausura del seminario y de otras dos casas de formación del llamado Instituto del Verbo Encarnado que funcionaban en San Rafael, Mendoza. La decisión de la autoridad eclesiástica, firmada en Roma, marca la culminación de un largo proceso que suscitó no pocos problemas a los obispos argentinos, legítimamente inquietos por el sesgo de esa agrupación identificada con posiciones integristas y, más allá de la retórica, con un estilo de actuación incompatible con las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
Problema de larga data. Tanto las autoridades locales como las del Vaticano procuraron hallar otras fórmulas de solución, aun a riesgo de que esos esfuerzos persuasivos acentuaran el problema o fueran interpretados como muestras de apoyo y consentimiento .
Bastaría un dato para exhibir la delicadeza del problema eclesial: ningún obispo católico se ha arriesgado a conferir la ordenación diaconal o presbiteral a un grupo importante de seminaristas que ha completado sus estudios en las casas de formación cuestionadas. Hasta diciembre había un centenar de alumnos, entre seminaristas y novicios; en octubre, un grupo de los estudiantes más avanzados fue trasladado a Italia, sin conocimiento y autorización del comisario pontificio.
Desde 1995, la Santa Sede designó tres sucesivos "comisarios apostólicos" para encauzar conforme con las normas canónicas las anomalías planteadas. La última de esas designaciones fue la de monseñor Alfonso Delgado, entonces obispo de Posadas, actualmente arzobispo de San Juan. Reconocido y lúcido jurista formado en la Prelatura del Opus Dei, monseñor Delgado desplegó un abnegado trabajo para lograr la normalización del Instituto y, finalmente, tras una entrevista privada con el Papa, con serenidad y firmeza ejecutó las directivas de la Santa Sede y rubricó el decreto que dispuso el cierre de las casas de formación del Instituto. "Aunque son disposiciones duras y difíciles, han sido dispuestas para el bien del Instituto del Verbo Encarnado, para ayudarlo a resolver los problemas de comunión eclesial y de obediencia, que no son de ahora, ya que vienen desde sus orígenes", dijo públicamente monseñor Delgado, luego de ver frustrado su propósito de explicar la decisión a través del boletín de la institución. "Sólo se realizó una publicación restringida o con doble contenido", con el propósito de "subsanar esa grave desinformación", sostuvo el arzobispo al ratificar la medida.
Fue en 1984, en San Rafael, cuando el presbítero Carlos Buela, procedente de la diócesis de San Martín, acompañado por un grupo de sacerdotes de las arquidiócesis de Buenos Aires y de Paraná, fundó una asociación pública de fieles denominada del Verbo Encarnado. Por fallecimiento de unos y razones nunca explicitadas por otros, del "grupo fundador" sólo quedó el presbítero Buela, convertido en el único y vitalicio referente. Esas asociaciones de fieles, si bien dependían jurídicamente del obispo de San Rafael -que originalmente las aprobó-, fueron prescindiendo de la autoridad y de las indicaciones de los sucesivos obispos diocesanos y se fueron desenvolviendo en otros lugares del mundo con una autonomía ilegítima, según las normas canónicas. Así, ninguno de los cuatro obispos que se sucedieron en San Rafael (monseñores León Kruk, Jesús Roldán, Cándido Rubiolo y, actualmente, Guillermo Garlatti) consideró llegado el momento ni dadas las condiciones canónicas para concederles la aprobación que los habilitase como Instituto de Vida Consagrada.
La ausencia de comunión eclesial sincera; el reclutamiento no sólo en San Rafael, sino en otras diócesis del país, sin la necesaria prudencia para acompañar los procesos ni el debido respeto por la libertad de los candidatos, algo muchas veces denunciado por familiares de los seminaristas; la multiplicación de crisis y deserciones internas sin las debidas investigaciones sobre su causas, y la carencia de nobleza y rectitud en los procederes, fueron algunos de los motivos que impidieron esa aprobación, según confió una fuente episcopal.
Esa anómala situación reconoce antecedentes eclesiásticos más lejanos, quizá no debidamente ponderados en su momento: en la década del 60, el presbítero Buela fue expulsado por el cardenal Antonio Caggiano del Seminario de Buenos Aires y acogido por el entonces obispo de San Martín, monseñor Manuel Menéndez, quien después le confirió la ordenación pese a los recaudos y las objeciones presentados por los superiores del seminario arquidiocesano de Rosario.
Pese a las protestas de fieles instalados diariamente en oración frente al Obispado de San Rafael, las autoridades del Verbo Encarnado declararon que acatarán la decisión del comisario pontificio. "Creo que ahora ha llegado el momento de expresarlo también con obras", le escribió monseñor Delgado al padre Gabriel Zapata, vicario de la asociación y responsable de ejecutar la medida.