El compromiso argentino con la memoria
El domingo próximo se cumplen 74 años de la liberación del Campo de Concentración Auschwitz-Birkenau, el peor centro de exterminio sistemático de personas que jamás conoció la historia de la humanidad . En diferentes años visité los campos de concentración de Mauthausen en Austria, Dahau en Alemania y el de Natzweller-Struthof en Francia. La experiencia siempre fue aterradora. La nieve impedía moverme. La caminata se volvía insostenible de solo pensar lo que se vivió allí y a que había gente que negaba el Holocausto.
Debieron pasar 60 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial para que la comunidad internacional tuviese una fecha en el cual recordar a las víctimas del mayor genocidio perpetrado por la potencia europea del momento. Recién en 1998 la Corte Penal Internacional incorporó al genocidio como uno de los delitos bajo su jurisdicción y de lesa humanidad.
Son tres los elementos que generan mayor preocupación e incertidumbre en el escenario mundial con respecto al tema de la Shoá. En primer lugar, recientes investigaciones en distintas partes del mundo dan cuenta de que la mayoría de los jóvenes desconocen la tragedia, alcance y magnitud del Holocausto. En segundo término, el aumento del antisemitismo más rancio y tradicional entre la juventud en diversas naciones europeas acompañados por el ascenso de la extrema derecha más xenófoba y racista que en los próximos comicios legislativos de mayo se alzarán con un importantísimo número de escaños en el Parlamento Europeo. Finalmente, observamos en el mundo un claro retroceso en la búsqueda de mayor tolerancia, integración y no discriminación que afecta directamente a los extranjeros y refugiados, entre otros colectivos. Para enfrentar estos desafíos, la escuela y sus docentes deben jugar un rol sobresaliente con una capacitación constante y con herramientas conceptuales y pedagógicas que faciliten el proceso de enseñanza y aprendizaje del Holocausto-Shoá y que estén a la altura del siglo XXI.
Nuestra generación tiene una doble obligación y desafío moral: seguir rindiendo homenajes a los supervivientes del horror del pueblo judío aun en un escenario internacional adverso, pero también guardar su legado y mantenerlo vigente a pesar de la desaparición física de los últimos sobrevivientes que dan cuenta de su experiencia en primera persona de la maquinaria asesina del Estado alemán.
Desde 2000 y en Estocolmo, la Argentina tomó la decisión de formar parte de la Alianza para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto. Desde esa fecha y hasta hoy, los distintos gobiernos argentinos representantes de diversos signos políticos han ratificado su vocación de continuar activamente con el compromiso asumido. Nuestro país debe explorar y liderar proyectos en esta temática en el ámbito hemisférico de la OEA y el Mercosur e implementar medidas que condenen, por ejemplo, la negación del Holocausto. A su vez, debe doblegar sus esfuerzos en los diversos programas los cuales permitan mantener viva la memoria y desarrollar nuevos mecanismos integración y lucha contra la discriminación a través de becas de estudio e investigación. En esa tarea son claves el Ministerio de Educación y la Secretaría de Derechos Humanos.
El compromiso argentino en el tema de la Shoá, su recordación y memoria son un ejemplo de que nuestro país es capaz de diseñar, perfeccionar herramientas y concretar una política de Estado que se mantenga en el tiempo y trascienda a los gobiernos de turno.
Falta mucho por hacer.
Doctor en Ciencia Política. Asesor internacional de temas de agenda mundial. Profesor en las carreras de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas