El cierre de un mercado cruento
Todo comenzó el 1º de enero al entrar en vigor la ley, sancionada el día anterior, por la cual China cierra definitivamente el mercado del marfil y clausura todas las fábricas de su tallado.
"Ha sido el regalo de Año Nuevo para el elefante", publicó la Administración Estatal de Silvicultura al hacer el anuncio, advirtiendo además que "las autoridades chinas continuarán reprimiendo la recolección de marfil, así como el procesamiento, las ventas, el transporte y el contrabando de colmillos de elefante". Un comercio y una industria que crecieron exponencialmente en virtud de la apreciación del marfil como símbolo de poder, prestigio y reaseguro contra la inflación, por parte de la sociedad china.
El elefante africano pronto recibiría otro obsequio de significado trascendental. El 31 de enero, el Parlamento de Hong Kong, con abrumadora mayoría, aprobó la prohibición del comercio de marfil, que debe cesar total y definitivamente en 2021, a la vez que establece una pena por delitos contra la vida silvestre de hasta 10 años de prisión y 1,2 millones de euros. La medida asesta un golpe sin precedente al tráfico infame, al decretar el cierre del mercado de marfil más grande del mundo, como es la ciudad de Hong Kong. Por un lado, se clausura el mercado legal sin derecho a compensación; por el otro, se endurece el castigo al desenfrenado mercado negro. En julio último, el gobierno de Hong Kong incautó el mayor alijo de marfil en los últimos 30 años: 7,2 toneladas con un valor de 63 millones de euros.
El marfil: preciosidad legendaria, enaltecido en la historia y el mito. Símbolo de poderío y de majestad. De marfil y bañado en oro era el trono del rey Salomón de Israel. En la Biblia, el tercer libro de Reyes refiere que, cada tres años, sus naves de Tarsis traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales, "de manera que, en cuanto a riquezas y sabiduría, el rey Salomón fue más grande que todos los reyes de la Tierra".
El marfil: dolor y locura. Como la de Kurtz, en El corazón de las tinieblas, la novela de Joseph Conrad cuyo protagonista se adentra en las entrañas del Congo, donde una compañía de comercio de marfil expande el dolor entre los nativos. Allí está Kurtz, el mejor agente de la empresa, quien obtiene los mayores cargamentos. El ansia desmedida de marfil lo lleva a la locura y a la muerte. "Ay, el horror, el horror", dice al expirar.
El marfil: maldición del elefante africano. Anatema del continente negro. De acuerdo con las mediciones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en los últimos siete años han sido asesinados 144.000 elefantes africanos. Entre 2010 y 2015, Mozambique perdió la mitad de sus elefantes; la Reserva Selous de Tanzania, el 90% en cuatro décadas. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) consigna que el número de elefantes se redujo en un 66% en Camerún, Congo, República Centroafricana y Gabón, entre 2008 y 2016. Hace cuatro años, desde esta página, nos sumábamos al duelo internacional por Satao, el rey de los elefantes, muerto a manos de cazadores furtivos que arrancaron su rostro sin clemencia para hacerse de sus colmillos.
El marfil: tesoro sangriento. Un mercado siniestro en connivencia con organizaciones criminales que diezman la población de elefantes africanos y asesinan a cuidadores y conservacionistas que se interpongan en su camino. El pasado agosto murió en Tanzania Wayne Lotter, tras recibir varios disparos. Wayne había recibido amenazas por su acción contra el comercio de marfil y el asesinato de elefantes en África. Recientemente, en su casa de Nairobi, apareció acuchillado y muerto Esmond Bradley Martin, uno de los grandes expertos sobre el tráfico de marfil. Comprometido con la protección de las criaturas y en la lucha contra el comercio ilegal, se había infiltrado en las mafias con el empeño de desbaratar una red criminal que alimenta un mercado que requiere de 33.000 elefantes por año para satisfacer la demanda.
Pero hoy algo nuevo está aconteciendo en el mundo, algo que señala un cambio de conciencia. Todavía queda mucho por hacer. Queda, por ejemplo, que otros mercados, como Japón, Camboya, Vietnam, Laos, sigan los pasos de China y Hong Kong; que actualicen sus legislaciones, endurezcan las penas contra el crimen y clausuren los comercios de muerte. Entretanto, el cierre del mercado de marfil más grande del mundo es celebrado como una victoria por las organizaciones e individuos que siguen trabajando por la protección de especies amenazadas. Tanta sangre derramada florece al fin en este triunfo del amor.
Escritora, directora del Capítulo Argentino del Club de Roma