El Chaco que duele
La realidad es aquello que nos ofrece resistencia. No cambia simplemente por el deseo de quien lo pretenda. Presenta obstáculos. Y es conveniente reconocerla y describirla si se quiere modificarla.
Más allá de la construcción de nuevos edificios, de la habilitación de secundarios rurales o jardines de infantes, y de distintas acciones y obras destacadas, la realidad y su entorno nos golpea con dolor en el Chaco. Queda mucho por hacer para mejorar las escuelas del Impenetrable y las condiciones donde estudian los alumnos, donde enseñan los maestros. Su realidad es indignante, porque es indigna para los menores, para sus docentes. Paredes agrietadas, techos de aulas destruidos, entorno de calor insoportable, viento, polvo y arena que se pega al cuerpo. Falta de agua o lo que a veces puede ser peor, agua contaminada que sólo se puede usar para "el balde" de los baños que no son baños, para la limpieza que no es limpieza. Letrinas inmundas que insultan y se ríen de la dignidad de aquellos seres humanos obligados a utilizarlas. Murciélagos (o "ratas voladoras", como les dicen los chicos del lugar) entre la chapa del cielo del aula y sus restos de excrementos en el piso. Desnutrición, dengue, mal de Chagas, rabia, picaduras de serpiente, son las "dolencias normales" que se repiten desde hace años en un escenario donde en muchos casos, más de los que uno razonablemente puede entender, faltan hospitales, centros sanitarios y remedios para asistir a los enfermos y sus urgencias. Familias afectadas y muchas veces destruidas por esta realidad: menores mal nutridos, niñas de 12 a 16 años con sus bebes a cuestas -algunas de ellas violadas-; padres que no están, chicos de 9 en adelante que trabajan. La necesidad de contención y de cariño es proporcional a su escasez; el hambre y sed dicen presente diariamente.
Para enfrentar todo eso, 0,79 centavos para el desayuno y poco más de 2 pesos para el almuerzo. Eso es lo que reciben los docentes del gobierno provincial para dar de comer a un alumno por día hábil. Este monto se paga atrasado (en marzo de 2013 se abonó lo que se adeudaba de noviembre de 2012), su importe está congelado y no se ajusta desde 2011. Y esta realidad también nos muestra que muchos maestros hacen milagros. A ellos les fían los almacenes del pueblo y ellos se endeudan para llevar alimento a sus alumnos. Reciben el importe correspondiente para 30 alumnos, pero lo multiplican para dar de comer a 50 y a veces más. Son ellos, con la ayuda de alguna madre o padre del lugar, los que llevan adelante el desarrollo de huertas de donde (con dificultad por el tiempo y los problemas de agua) consiguen sumar algún tomate o algún zapallo para mezclar en el caldo o en el guiso de turno que corresponda. Son ellos los que venden rifas, bingos, o hasta organizan campeonatos de fútbol o truco para conseguir algún dinero más con el que dan de comer, pintan la escuela o logran perforar un pozo de agua, vital, para poder seguir. Ellos y las cooperadoras de padres se ocupan de cubrir y llevar adelante el mantenimiento que debieran tener las escuelas y que no tienen. Son cocineros, constructores de aljibes, pintores, electricistas, asistentes de limpieza, jardineros, plomeros, albañiles, pero a la vez son psicólogos, asistentes sociales y mediadores de toda índole de conflictos.
Así trabajan muchos maestros de primaria y profesores de secundaria de esta zona del Chaco. Y son esos docentes con sus alumnos los que todas las mañanas izan la bandera celeste y blanca. Sí, la bandera de todos nosotros, los argentinos.
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