El caso de las Islas Chagos no influirá en Malvinas
La reciente decisión del Reino Unido de dar por finalizado su dominio sobre las Islas Chagos ha despertado una lógica expectativa en nuestro país, ya que algunos observadores de la política internacional lo ven como un paso positivo en el sentido de avanzar hacia la discusión de la soberanía de la Argentina sobre Malvinas.
Disiento con quienes sustentan esta posición. El Reino Unido ha mantenido, a través de los años, el criterio de que sus intereses económicos deben primar sobre cualquier decisión, y mantener bajo su control territorios que no le brindan un rédito económico o que hacen a sus intereses estratégicos no es de ninguna manera conveniente y deben salir de su órbita de control. Es en este momento el caso de las Islas Chagos, con una excepción, el atolón de Diego García.
Las Islas Chagos -o con su antigua denominación de Islas Aceite- son un grupo de siete atolones que comprenden 55 islas. Administrativamente forman parte del territorio británico del Océano Indico y se encuentran reclamadas por Mauricio, que cuenta con respaldo internacional mayoritario, ya que habían sido parte de Mauricio desde el siglo XVIII, cuando los franceses se establecieron en las islas, y que en 1810 -en virtud del Acta de Capitulación firmada entre Francia y el Reino Unido- fueron cedidas a los británicos. En la actualidad evidentemente al Reino Unido económica y estratégicamente no le resulta de interés mantener ese dominio y lo restituye a Mauricio, pero manteniendo bajo su poder el atolón de Diego Garcia. El motivo es simple: este atolón si es importante estratégicamente, sobre todo para los Estados Unidos, tema que veremos de inmediato.
La década del 60 presentaba un panorama a todas luces inquietante ya que podía peligrar seriamente el abastecimiento de hidrocarburos de Irán e Irak, que se enviaba por vía marítima con destino a Occidente. A la luz de esta situación, los Estados Unidos buscaron un punto de apoyo en el Océano Indico con miras a asegurarse una presencia estratégica y disuasiva que les permitiese supervisar, controlar y proteger la ruta de los buques petroleros del Golfo Pérsico hacia Occidente y Oriente a través de dicho océano de los posibles designios de potencias que poseyeran distintos intereses obviamente contrapuestos a los propios. Los Estados Unidos debían recurrir a este procedimiento porque, a diferencia de lo que ocurría con la armada soviética, que poseía acceso a varios países costeros, entre ellos Somalia, no tenían ninguna base de apoyo en las proximidades del Mar de Arabia y del Golfo de Adén, que como podemos apreciar eran de acuerdo con las hipótesis manejadas por los estrategas norteamericanos las áreas potenciales de conflicto.
Se había producido el derrocamiento de la monarquía feudal en el Yemen del Norte en septiembre de 1962 y su reemplazo por un régimen de fuertes influencias y tendencias izquierdistas, y la descolonización del Yemen del Sur en 1967, como consecuencia de un prolongado conflicto interno que llevó a que, en 1970 se transformara en la República Popular Democrática del Yemen, firmemente alineada con la Unión Soviética. El Gobierno de Adén, por su ubicación geográfica y política, llega a dominar uno de los accesos del Mar Rojo al estar en posesión de algunas islas en este mar, entre las que podemos citar a la de Perin, el Estrecho de Bab-el-Mandeb y la isla de Socotora, situada en el Mar Arábigo y muy próxima a las rutas de navegación hacia el Estrecho de Ormuz y más allá de él al Golfo Pérsico, y al hacer peligrar la integridad del Sultanato de Muscat y Oman.
Esta explosiva situación condujo a la aparición de los Estados Unidos en la región con el claro objetivo de llenar el vacío geopolitico dejado por Gran Bretaña al iniciar en 1967 la política trazada por el ministro Harold Wilson de abandonar las posesiones británicas al Este del Canal de Suez.
Como puede apreciarse la situación era preocupante, no olvidemos que la Armada de los Estados Unidos se encontraba a una distancia considerable de la base de Subic Bay en Filipinas y operando en esa zona del Índico deberían recorrer cerca de 11.000 millas náuticas, unos 19.800 kilómetros, para arribar a la base de Norfolk en la costa Este del país. Sin lugar a dudas, operativamente era imprescindible poseer un punto de apoyo eficiente y seguro en medio del Índico donde establecer una base destinada a servir logísticamente al despliegue de sus fuerzas.
El punto que se estimó adecuado a esos fines fue el atolón de Diego Garcia, por otra parte en manos de Gran Bretaña, aliado de absoluta confiabilidad y copartícipe de objetivos e intereses.
Rápidamente se llegó a un acuerdo y el estratégico atolón ubicado al sur del archipiélago de las Chagos fue cedido por Inglaterra a los Estados Unidos hasta 2025. Con respecto a las habitantes de Diego García, se recurrió a la expeditiva solución de trasplantarlos con todas sus pertenencias a la isla Mauricio .El almirante Elmo Zumwalt, comandante de Operaciones Navales, obtuvo del Congreso la autorización para efectuar las construcciones necesarias vinculadas a los propósitos estadounidenses, considerando que la isla posee una bahía interior de tamaño suficiente para servir de fondeadero a un portaaviones y sus escoltas, se amplió la pista de aterrizaje y se instaló una estación rastreadora de satélites y navegación de alta mar, así como también de apoyo logístico. Por supuesto que con el transcurrir del tiempo todas las instalaciones del atolón Se han adecuado y reemplazado de acuerdo a las necesidades del momento
Huelga expresar que hubo reacciones entre los estados ribereños del área, y ya en 1971 Sri Lanka obtuvo una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que declaró al Océano Índico “Zona de paz”, efectuando un llamado a las grandes potencias para " eliminar del área todas las bases, instalaciones militares puntos de apoyo logístico, armas nucleares y armas de destrucción masiva que pudieran ser concebidas dentro del contexto de una gran rivalidad por el poder” .
Estados Unidos se opuso alegando que un grupo de naciones no podía establecer un régimen especial sobre una porción de alta mar porque esto contraría la práctica internacional de la libre navegación de los mares.
Evidentemente el estratégico atolón integra un sistema Talasocrático para el control de una parte del hemisferio Sur. Recordemos que desde el mismo las fuerzas aéreas de los Estados Unidos operaron hace unos años sobre Afganistán. Toda talasocracia requiere puntos de apoyo y este es uno.
Veamos ahora qué papel juegan nuestras Malvinas en este escenario.
Nuestras islas han sido desde varios siglos atrás un objetivo estratégico británico. Ya en 1740 el por entonces comodoro Anson, que llegó a ser almirante y Primer Lord del Almirantazgo, comandó una escuadra enviada al Mar del Sur, y aun cuando dicho marino no tocó las islas, apreció su importancia estratégica. En ese mismo año Anson aconsejó al Almirantazgo la conveniencia de ocupar las Malvinas, por su envidiable posición, que las convertía en la llave del Pacifico Sur. Asimismo, consideraba que las islas constituían un fondeadero bien provisto para los buques que se proponían doblar el Cabo de Hornos.
El proyecto de Anson tuvo una excelente acogida en el Almirantazgo y en 1748 existían preparativos avanzados para acometer la empresa, según lo que nos dice el Comandante Finlay en el artículo “Las dos ocupaciones extranjeras en las Malvinas” publicado en el diario LA NACION el 28 de julio de 1946. Pero al haberse reanudado las relaciones diplomáticas con España, el proyecto no se concretó. Sin embargo, los acontecimientos posteriores, que denotan el interés británico y que son conocidos, dieron por resultado la ocupción de nuestras islas y que continúa hasta nuestros días.
Evidentemente no existe ninguna intención de negociar la soberanía de las mismas, es evidente y así lo demuestran las recientes declaraciones de la más alta autoridad británica, como lo es el primer ministro, quien reafirmó la intención de su país en no negociar la soberanía británica en las Malvinas y en Gibraltar.
He manifestado precedentemente, al referirme al atolón de Diego García, que éste integra un esquema talasocrático de control del hemisferio Sur en esa parte del mundo, y también forman parte de un sistema de control talasocrático del mismo hemisferio en esta parte las Malvinas. Observemos que las las islas controlan el paso del Atlántico Sur al Pacifico y que dicho paso es alternativa vital en caso de no poder transitar por el Canal de Panamá. Asimismo, juegan un papel importantísimo en lo referente al acceso al continente antártico.
En lo referente a las talasocracias, el almirante estadounidense Mahan nos dice de la necesidad imperiosa de contar con puntos de apoyo que serán imprescindibles para establecer dicha talasocracia y que esos puntos de apoyo deberán estar en manos propias o de aliados de total identificación, En el caso del Atlántico Sur esos puntos estarán dados por Malvinas, la isla Ascensión y el Cabo de Buena Esperanza, que además permitirán controlar no solo los accesos ya mencionados sino también el tránsito marítimo que, bordeando Africa, se dirija hacia el Indico pasando al Sur del Cabo de Buena Esperanza, o al revés. El sistema de control hemisférico sur tendrá sus puntos de apoyo en Ascensión; Cabo de Buena Esperanza; atolón de Diego García; Nueva Zelanda; Isla de Pascua y Malvinas. Si observamos bien, es un perfecto cinturón ceñido al Hemisferio Sur, y todos esos puntos de apoyo están en manos propias o de total confiabilidad.
Por otra parte, la presencia de una base china en nuestro país, prácticamente en la misma latitud que Malvinas, no es un punto a favor de nuestras pretensiones de negociar soberanía.
Creo haber sido claro al fundamentar el porqué el desprenderse el Reino Unido de las Chagos no influye favorablemente para la discusión sobre soberanía de nuestras islas. Lamentablemente estimo que la posición británica -que no es nada más y nada menos que la posición estadounidense- es muy definida al respecto.
Ministro Plenipotenciario (R)