El capitalismo comienza a hacer pie en Cuba (y todo lo contrario)
Las señales de apertura económica y estímulo a la iniciativa privada dieron lugar al surgimiento de una nueva clase emprendedora en la isla, pero el régimen ofrece señales contradictorias al castigar todavía el éxito empresario
Era sólo un letrero pequeño, rojo, redondo y eléctrico, que anunciaba pizza casera, el tipo de cosas que nadie nota en Nueva York o Roma. Pero ¿en La Habana? Era bastante asombroso.
Después de todo, desde hace más de medio siglo, Cuba, ha estado dominada por una ideología anticapitalista que llena hasta los últimos rincones, en la que sólo hay tres cosas que se promueven en las carteleras, en la radio y la televisión: el socialismo, el nacionalismo y los hermanos Fidel y Raúl Castro. El letrero de la pizza colgado de un decadente edificio colonial representa exactamente lo opuesto: el maketing, la búsqueda pública de lucro privado.
Y no estaba puesto así nomás. A diferencia de los letreros de cartón que había visto en algunos barrios pobres en mi visita a Cuba el año pasado, ese anuncio costó dinero. Era una inversión. Era un indicio claro de que los nuevos empresarios cubanos -legalizados por el gobierno hace dos años, en un desesperado intento de salvar la economía de la isla- se están adaptando a la lógica de la competencia y el capitalismo.
Pero ¿qué tan capitalistas son hoy los cubanos? ¿Están adoptando u oponiéndose a lo que Friedrich Jayek definió como "el sistema autoorganizado de cooperación voluntaria"?
"Es una combinación", asegura Arturo López Levy, ex analista del gobierno cubano y actualmente conferencista en la Universidad de Denver. "Cuando haya más gente con iniciativa y garantías, entonces los demás -les guste o no- tendrán que hacer lo mismo. Tendrán que competir. Creo que ésa será la dinámica."
Cuba tiene hoy una sociedad marcada por el abuso de años, dividida e incierta sobre su futuro. Los cambios de los últimos años -permitir el autoempleo, mayor libertad para viajar y para comprar y vender casas y autos- han sido notables a la vez que muy limitados. La razón de que cosas pequeñas como estos letreros tengan tanta importancia es que todos están preocupados por el impulso y nadie sabe si Cuba realmente está en la vía del capitalismo, como aseguró la revista The Economist en marzo, o si la isla está destinada a seguir chapuceando con un capitalismo restringido a unos pocos y un socialismo de subsistencia para los demás.
El debate se complica aún más si se considera que los líderes que rechazaron el capitalismo por tanto tiempo son los mismos que ahora tratan de animar al pueblo a probarlo. Raúl Castro fue el comunista más fiel de la revolución. Ahora, como presidente del país, es el principal promotor de las reformas de libre mercado. Por un lado, en una reunión del Partido Comunista de Cuba de este año hubo una sesión para superar los prejuicios contra los empresarios. Por el otro, Raúl Castro ha declarado que "jamás permitiría el regreso del sistema capitalista" a la isla.
"Son algo esquizofrénicos", señala Ted Henken, especialista en Cuba del Baruch College, en referencia a los dirigentes cubanos. "Dicen que están cambiando, pero tratan a esos cambios como regalos, no como derechos." Sin embargo, no es posible negar que están apareciendo en Cuba bolsones de capitalismo controlado. En La Habana, en particular, los pequeños negocios están por todas partes. Hay sectores completos, como el de los taxis y los restaurantes, que se están transformando por el alud de nuevos participantes, que compiten cada vez más por los clientes, la mano de obra y los materiales. Incluso las tareas más elementales que antes estaban manejadas por el Estado -como comprar comida- cada vez más están en manos de un sistema privado que fija sus propios precios sobre la base de la oferta y la demanda.
Bajo la cuerda
Aunque se ha frenado el brote inicial de actividad, algunos expertos afirman que la explosión del comercio demuestra lo capitalistas que siempre han sido los cubanos. Hacia fines de 2011, había más o menos 350.000 personas autorizadas a autoemplearse conforme a las nuevas leyes. De éstas, el 67 por ciento no indicó cuál era su trabajo anterior, lo que muy posiblemente significa que esas personas ya estaban manejando por debajo del agua algún negocio que ahora se volvió legítimo.
Algunos de los empresarios más exitosos tienen la esperanza de que Cuba se abra más a las ideas del libre mercado. Héctor Higuera Martínez, de 39 años, es dueño de Le Chansonier, uno de los mejores restaurantes de La Habana. Asegura que los funcionarios están "empezando a darse cuenta de que hay razones para apoyar los negocios privados". Él ha creado empleos y trae divisas fuertes de los extranjeros. "Antes no teníamos nada", afirma. "Ahora tenemos una oportunidad."
E Higuera Martínez está haciendo todo lo posible para aprovecharla al máximo. Cuando lo vi una noche en su restaurante, ya había redactado varias páginas de notas y diagramas en las que indicaba qué necesita la industria para crecer: desde mercados mayoristas y mejores transportes para los agricultores hasta la suspensión del bloqueo comercial de Estados Unidos y reformas en el código fiscal cubano.
Higuera Martínez es tan capitalista como puede serlo. Pero ¿llegarán a adoptarse sus ideas? Como todo lo demás, enfrenta graves límites. Por ejemplo, no puede contratar a más de 20 personas. No puede pedir créditos en el banco y el gobierno muestra poca disposición a permitir que gente como él triunfe a lo grande.
Más bien, cuando llega el éxito, el gobierno parece ponerse nervioso. Hace unos meses, los funcionarios cerraron un próspero restaurante y cabaret que presentaba ópera y danza en lo que había sido un lote baldío, acusando al dueño de "enriquecimiento personal" por cobrar el equivalente a dos dólares la entrada. Una nota de la agencia Reuters había señalado que se trataba del negocio privado más grande de Cuba. Pocos días después había desaparecido, junto con sus 130 empleos.
El gobierno de Castro ha tratado de mantener a raya la innovación de otras maneras. No ha permitido que trabajen por su cuenta profesionales como abogados y arquitectos. En materia de represión política, sus esfuerzos se han concentrado en los últimos años en los jóvenes innovadores que buscan abrir espacios para el discurso civil: la bloguera Yoani Sánchez, por ejemplo, y Antonio Rodiles, director de un proyecto independiente llamado Estado de Sats, arrestado a principios de noviembre y liberado algunos días atrás.
Lo que tiene Cuba es un capitalismo con cerrojo: mercados competitivos muy regulados para empresas familiares pequeñas y de poca capacitación. La libertad económica que existe se ha manifestado básicamente para aquellos cuya ambición principal es hacer y vender pizzas.
Y eso suscita esta pregunta: ¿Cuba se está dirigiendo realmente hacia el capitalismo o no? Es fácil encontrar escépticos. Pero, además, muchos cubanos dicen tener dudas sobre la conveniencia de abandonar un sistema que resumen en un chiste muy conocido: "Nosotros hacemos como que trabajamos, ellos hacen como que nos pagan". Los choferes de taxi le dijeron a López Levy que están trabajando más y por menos dinero a raíz del aumento de la competencia. Para un agricultor que conocí en un mercado mayorista de las afueras de La Habana, el capitalismo significa precios más altos y afirma que el gobierno necesita intervenir.
Pero más que nada, ésa es gente de edad y López Levy -que todavía tiene amigos y parientes en el gobierno- dice que la mentalidad está cambiando, incluso entre los burócratas. Si es así, será inevitable que haya más capitalismo. Porque con cada empresario que autoriza, Cuba se vuelve menos socialista, menos excepcional, menos un rebelde de barba que levanta el puño contra los horrores del capitalismo yanqui. En opinión de algunos cubanos, el baile ya empezó. "El gobierno perdió la batalla ideológica", afirma Óscar Espinosa Chepe, economista del Estado que fue enviado a prisión en 2003 por criticar al gobierno. "La batalla por las ideas era la más importante y ya la perdió."