- Cómo se genera riqueza. Cómo se distribuye. Cuál es el rol del Estado. Cuál es el rol del sector privado. Las cuatro preguntas son claves para definir el tipo de sociedad en la que uno quiere vivir o el país al que uno mira con ganas y querría que la Argentina se parezca. El problema es que la respuesta a esa pregunta: en qué tipo de país queremos vivir o a qué tipo de país tomamos como referencia sigue pendiente y genera polémica en la Argentina. Más grietas.
- No son sólo preguntas económicas. Son preguntas políticas, de estilos de vida también, que permean en nuestras ansiedades e ilusiones cotidianas. Definen cuál es el peso de la libertad, de la iniciativa individual, de la equidad, de los mecanismos de promoción social y el tipo de movilidad social, el peso del conocimiento y de la innovación en una economía y en una comunidad.
- Por ejemplo, Finlandia. Estado de bienestar por excelencia, bien ubicado en el cuadrante de la equidad con libertad. Quedó claro durante la cuarentena estricta a partir de una de las tantas afirmaciones del presidente Alberto Fernández que merecieron correcciones por parte de diversos países, también en el caso de Finlandia: me refiero a la decisión del Presidente de congelar las tarifas de telefonía, internet y cable y establecer la regulación estatal de los precios de ese sector, y su comparación con Finlandia. El Presidente aseguró que lo mismo sucede en Finlandia, donde esos servicios son esenciales.
- Desde ese país desmintieron a Fernández: allí el mercado de telecomunicaciones es abierto y hay libre competencia. El efectivo Estado de bienestar finlandés no interviene en ese mercado. La protección del derecho a la comunicación de los finlandeses no se hace a costa de restringir la libertad de acción del sector. Es decir, en esa democracia finlandesa la altísima equidad de su Estado de bienestar no demoniza a la iniciativa privada.
La pregunta capitalista que esquiva Alberto Fernández
- Esta semana, tres hechos de la vida política y económica volvieron a poner sobre la mesa esas cuatro preguntas: cómo se genera riqueza, cómo se distribuye, cuál es el rol del Estado, cuál es el rol del sector privado.
- La decisión de Máximo Kirchner de volver a la carga con el impuesto a los más ricos es el reconocimiento de que se busca exprimir al máximo la misma fruta: el sector de los ricos del mundo industrial o financiero. Una demonización de la riqueza que produce incertidumbre y desincentivos para seguir invirtiendo. Para producir, se necesita el capital de trabajo. Para distribuir hay que tener algo que distribuir. Ese sector de los súper ricos en la Argentina estaría dispuesto a poner algo, pero para qué: esa es la gran pregunta.
- El debate en torno al Presupuesto 2021 de ayer en el Senado es otro de los hechos de esta semana que reinstalan la pregunta acerca del rol del Estado y de los privados. Un presupuesto que llegó inflado al Senado, con más gastos previstos que se agregaron en Diputados, pero sin respuestas acerca de dónde se obtendrán esos fondos. Es decir, sin hacerse la pregunta acerca de quiénes producen la riqueza que alimentará las arcas del Estado, de dónde los recaudará el Estado. Una pregunta capitalista que el Gobierno no se hace cuando arma el Excel de ingresos menos gastos.
- Lo detalló bien el senador Martín Lousteau: gastos que se aumentaron en 260.564 millones de pesos, además de 1300 millones de dólares del Plan Gas. Un total de 400 mil millones de gastos.
Distribución de tierras, pero no de conocimiento
- Por otro lado, el presidente Fernández esta semana insistió con una visión antiproductivista de la reducción de la desigualdad: distribuir lo que, en apariencia, sobra. Según el Presidente, la tierra fiscal. Otra vez el kirchnerismo o el alberkirchnerismo y la utopía de la tierra para todos. Como si la tierra no fuera un capital escaso y estratégico de una Nación. Y como si, con su reparto y distribución, los nuevos propietarios recién estrenados tuvieran la capacidad de hacerla productiva: una utopía desinformada. A la tierra, le falta el capital de trabajo y el capital de conocimiento.
- La tierra se distribuye. El conocimiento, como el poder, no: hay que tomarlo, o más bien: hay que querer tomarlo. Es decir, el conocimiento necesario para producir implica la construcción de saber. Es decir, para hacer productiva esa tierra distribuida es necesario que los nuevos propietarios pongan un conjunto de hábitos, de disposiciones, de rutinas de aprendizaje de saberes tecnológicos muy sofisticados.
- Detrás de todos esos hechos, explícitamente o por omisión, hay una visión sobre el rol del sector privado: producir riqueza aunque el Estado lo acorrale y no lo incentive. Aún cuando hay una parte de la opinión publica y de la clase política, el kirchnerismo por ejemplo, que se embandera detrás de un modelo social y económico en el que el Estado peronista se autopercibe y es autopercibido por el campo popular como el héroe de la justicia distributiva, lo cierto es que sin nada que distribuir no hay justicia social posible. Para distribuir hay que crecer.
- Lo dijo este martes pasado el expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, en la cena de recaudación de fondos la Universidad Di Tella: "Los países deben crecer para distribuir mejor". Y otra noción clave señalada por Cardoso: la desigualdad como un problema estructural de la democracia. "No habrá democracia si sigue existiendo la desigualdad", sostuvo. Una visión de la democracia que va más allá de la democracia de procedimientos –procesos preelectorales, por ejemplo-: necesarios ,pero no suficientes. La igualdad como variable conceptual de la definición de democracia: una deuda pendiente en la Argentina y gran parte de América Latina e, inclusive, en muchos países desarrollados.
- En el centro de esa contradicción democracia-desigualdad también está la pregunta sobre el rol del Estado y del sector privado. El sector privado y su productividad son esenciales en una visión moderna de Estado de bienestar, pero inclusive, en una visión pobrista del Estado: no se puede repartir lo que no se tiene.
- En uno de los polos de la sociedad, hay una certeza: que la tríada integrada por propiedad privada, inversión privada y la meritocracia cognitiva conduce al desarrollo. El rol posible del Estado es generar incentivos para producir más y en mejores condiciones de sustentabilidad y nivelar la cancha para que los beneficios contribuyan a un desarrollo con equidad. Pero la producción está del lado de los privados.
Pymes sin técnicos preparados
- Y ahí hay un problema endémico en la Argentina. El dato es éste, y es muy preocupante: entre 2005 y 2019, es decir, en años de los vientos de cola de los commodities hasta la nueva crisis de la deuda generada en el gobierno de Cambiemos, la demanda de operarios calificados y técnicos no universitarios cayó del 63% al 12% entre las pymes: nada menos. Pero lo más curioso es que, aún con una caída de la búsqueda de nuevos empleados por parte de las pymes, se les hizo cada vez más difícil encontrar a los trabajadores calificados necesarios para seguir creciendo: buscaban cada vez menos, pero aún así era difícil encontrarlos.
- En 2005, el 66% de las pymes encuestadas tenía problemas para contratar gente. En 2019, la cifra trepó al 76%. Esto surge de un estudio muy interesante de la Fundación Observatorio PyMe: "Las prácticas formativas en empresas. Un análisis de la experiencia internacional y del caso argentino para potencia el rol de las PyME", que se publica la semana que viene.
- Hay dos datos más que plantea el informe, también claves. La Argentina es uno de los países de la región con menos cantidad de empresas activas cada mil habitantes: tiene entre 14 y 20; Brasil, 25; México, 34 y Chile, 58. Y las empresas nacientes por cada 100 mil habitantes apenas llegan a 43 en la Argentina, contra las 800 de Chile, las 288 de Brasil y las 94 de México. También lejos del promedio de la OCDE, con 541 empresas nacientes cada 100 mil habitantes
- Es decir, además de todos los problemas que atraviesan las pymes en la Argentina, sobre todo en pandemia, también tienen dificultad para encontrar técnicos bien formados, es decir, para seguir generando riquezas. Y una dificultad para abrirse camino en la telaraña de la burocracia estatal, hasta llegar a su nacimiento. Un doble impacto en la posibilidad de construir justicia social, para la que se necesitan los recursos que producen los privados.
- El informe señala la falta de personal calificado, que es un problema educativo que interpela a la decisión de gremios y del Gobierno, en esta coyuntura, de seguir con las escuelas cerradas. No hay virtualidad ninguna que sustituya la experiencia en taller de la escuela técnica o en la fábrica real de la industria o de la empresa de servicios.
- La cuestión es que, cuando el presidente Fernández imagina una solución al problema de la desigualdad, imagina la distribución de tierras: el Presidente concibe la economía y la salida de la desigualdad en la distribución de un stock fijo, en lugar de una visión que privilegie la generación de un flujo de ingresos a partir de la producción, más allá de si se posee o no un bien inmueble, como la tierra, que puede ser una carga cuando no se tiene empleo o capital de trabajo o conocimiento para hacerla producir. Una visión conservadora que cree que poseer un bien es salir de la pobreza.
- No ha hablado el Presidente, en cambio, de la necesidad de consolidar el sector PyME y de allanar el camino para la creación de pymes, centrales para generar empleo, es decir, para salir de la desigualdad en una versión dinámica de la producción y la economía.
- En la visión presidencia, el capitalismo que institucionaliza el derecho de propiedad privada equivale a distribución de bienes escasos, la tierra. Proteger el derecho de propiedad privada de los sectores vulnerables despojados de cualquier propiedad privada implica una intervención reparadora del Estado: repartir un stock fijo y estratégico, la tierra, pero se aleja de una lógica productiva y reproductiva de riqueza.
- La otra versión del capitalismo que maneja el oficialismo es la del capitalismo de amigos: el reparto de beneficios entre los poderosos de la coalición, las cajas loteadas en el Estado entre las figuras claves del Frente de Todos, o la estructuración legal de flujos de ingresos a sus amigos empresarios. En los casinos, por ejemplo, o en los medios. Una matriz regresiva que consolida el poder de una elite política antimeritocrática y ciega a la desigualdad que erosiona a la democracia.
Por Luciana Vázquez
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