El cambio cultural que pide Francisco
La encíclica del papa Francisco, denominada Laudato si', sobre el cuidado de la casa común, es un texto de una riqueza enorme, ya que no se trata solamente de la protección del ambiente, sino de un cambio en la cultura.
El Papa señala que la naturaleza es una hermana, nuestra Madre Tierra, que nos sustenta y nos gobierna. Esta primera afirmación significa que el ser humano debe adoptar una posición espiritual de humildad; no gobernamos la naturaleza y no podemos tratarla como si fuera de nuestra propiedad.
Hace una minuciosa descripción de las consecuencias de esta falta de respeto por el entorno: el calentamiento global, la desertificación provocada por la explotación excesiva de los recursos, la extinción de las especies, la calidad del agua, la contaminación de los océanos y muchos otros aspectos permiten señalar que hay un grave peligro que debemos enfrentar.
Pero el Pontífice evita los extremos, se preocupa por las soluciones armónicas y dice: "La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan".
El desarrollo es importante, pero debe ser sustentable. Por eso la encíclica rescata y valora la necesidad de los estudios de impacto ambiental y la participación social en las definiciones de los proyectos que modifican nuestro entorno. El consumo y el desarrollo tecnológico mejoran la calidad de vida, pero debe ser más austero, también debe ser sustentable: "No debemos desperdiciar, sino compartir". Ambos conceptos han sido receptados en el Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.
Cuando la naturaleza se transforma en un recurso escaso, ello da lugar a conflictos, incluso guerras. Esta afirmación del texto papal es importantísima para considerar que este tema no es algo menor ni una distracción intelectual: es una situación amenazante de la que debemos ocuparnos.
El Pontífice dice que "el clima es un bien común, de todos y para todos". Esta afirmación ubica la protección del ambiente como un bien de incidencia colectiva, como lo señala la Constitución Nacional, lo afirmó la Corte Suprema de Justicia en la causa Mendoza (Riachuelo) y lo describe también el Código Civil y Comercial de la Nación. Es decir que todos debemos tener una participación activa y una preocupación no sólo por nuestros derechos individuales, sino también por las consecuencias públicas de las acciones privadas. Ésta es la razón fundamental por la cual debemos recuperar la preocupación por el bien común, por lo que nos une, por aquello que está más allá de nuestros egoísmos cotidianos.
El cuidado del ambiente es una gran preocupación de muchas personas, pero no forma parte de la agenda de los gobiernos. Francisco dice: "Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente".
Esta falta de preocupación se agrava cuando las decisiones sólo consisten en ocuparse de lo urgente. Dice el texto: "La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación". Por ello es que la encíclica menciona la noción de ecología integral; no es sólo el cuidado de la naturaleza, sino entender la interconexión que existe con lo social, lo económico, lo cultural y lo institucional.
"Tanto en la administración del Estado como en las distintas expresiones de la sociedad civil -escribió el Pontífice-, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Éstas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces? Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce influencia en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destruyen vidas y se termina degradando el ambiente."
El Papa se inclina claramente por el fortalecimiento institucional.
En gran medida éstas han sido nuestras preocupaciones a lo largo de muchos años y fueron reflejadas en la declaración ambiental que se difundió en la Corte Suprema de Justicia de la Nación al recordar el Día del Ambiente.
Debemos ocuparnos de temas importantes para nuestro presente y el futuro de los que nos seguirán.
El Papa dice que los jóvenes se preguntan "cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos", que es un tema en el que hemos insistido con no poca frecuencia.
También dice: "El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar".
Nadie puede ser indiferente.
El autor es presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
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