señales. Las altas temperaturas que soporta Europa han provocado sequías, incendios y pérdida de glaciares; por efecto del calentamiento global, lo que era extraordinario se ha vuelto más frecuente
PARÍS. - En el norte de Europa, este verano se vive como una versión moderna de las plagas bíblicas. Las vacas mueren de sed en Suiza, los incendios devoran los árboles de Suecia, el majestuoso glaciar Dachstein se derrite en Austria.
En Londres, las tiendas se están quedando sin ventiladores ni aires acondicionados. En Groenlandia, un iceberg amenaza con romperse en pedazos tan grandes que podría dar pie a un tsunami que destruya las poblaciones costeras. La semana pasada, el pico más alto de Suecia, la montaña Kebnekaise, ya no ocupaba el primer lugar porque su punta glaciar se había derretido.
En el sur de Europa hace incluso más calor. Se esperaba que las temperaturas en España y Portugal alcancen entre 40,5 y 43,3 grados centígrados este fin de semana. Hace unos días, varios lugares en Portugal presentaron máximas récord, dos personas murieron en España debido a las altas temperaturas, y una más en Portugal.
Sin embargo, en las latitudes más septentrionales, donde el clima se está calentando a mayor velocidad que el promedio mundial, las temperaturas han sido las más extremas, de acuerdo con un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oxford y la red de Atribución Climática Mundial.
Al analizar los datos de siete estaciones climáticas en el norte de Europa, los investigadores encontraron que, mientras más cerca estuviera una comunidad del círculo polar ártico, más se destacaba el calor de este verano en las temperaturas récord. Varias ciudades y pueblos en Noruega, Suecia y Finlandia alcanzaron máximas históricas este verano, y hubo pueblos tan al norte como en el mismo círculo polar ártico que registraron temperaturas cercanas a los 32 grados centígrados.
No solo gran parte del norte y el oeste de Europa han estado más calurosos de lo normal, sino que el clima ha sido también más errático. Lluvias torrenciales y violentas tormentas eléctricas se han alternado con sequías en algunas partes de Francia. En los Países Bajos, más que los océanos cada vez más altos lo que preocupa es la sequía: el sistema de diques de esta región se está dañando porque no hay suficiente agua dulce para contrarrestar el agua del mar.
Los resultados preliminares del estudio de Oxford encontraron que, en algunos lugares, el cambio climático aumentó más del doble la posibilidad de una ola de calor en Europa este verano.
Cada dos años
"Antes teníamos este tipo de ola de calor una vez cada diez años, y ahora se presentan cada dos años más o menos", dijo François-Marie Bréon, climatólogo y subdirector del Laboratorio de Ciencias Climáticas y Ambientales, un instituto de investigación que pertenece al Centro Nacional de Investigación Científica de Francia. "Realmente esa es la señal del cambio climático: tenemos olas de calor no necesariamente más intensas, pero en mayor cantidad y con mayor frecuencia".
Las temperaturas que solían considerarse extraordinarias -como las del verano de 2003, cuando murieron al menos 70.000 personas por toda Europa- se convertirán en "la norma para el verano" después de 2060, dijo Jean Jouzel, vicepresidente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático en 2007, cuando esta organización obtuvo el premio Nobel de la Paz. Las olas de calor ocasionales podrían llevar las temperaturas en Europa a los 48,8 grados centígrados a menos que haya una desaceleración drástica de las tendencias globales de calentamiento, advirtió.
"Realmente esto es entrar en otro mundo -continuó Jouzel-. Es un mundo al que Francia y Europa occidental no están acostumbrados. Para Europa occidental, será un cambio de clima mayúsculo si no combatimos de manera eficaz el calentamiento global".
En Austria, el glaciar Dachstein es uno de los síntomas más drásticos. "Se está derritiendo tan rápido que puedes verlo a simple vista", aseguró el meteorólogo Klaus Reingruber.
Por su parte, investigadores de la Universidad Innsbruck explicaron que, aunque el glaciar se ha estado derritiendo de manera creciente durante muchos años, el cambio se hizo más visible este verano, luego del junio más caluroso registrado desde 1767 (año en el que se comenzaron a realizar este tipo de registros).
Para los europeos que viven el calor cotidiano, la serie de problemas prácticos se ha vuelto preocupante: hay dificultades que podrían haberse presentado en otro lugar o solo extraordinariamente, pero que nunca antes había parecido probable que se convirtieran en hechos de la vida diaria. El cambio climático se está entendiendo gradualmente aquí como algo que alterará muchos aspectos de la forma de vivir de los europeos, que potencialmente destruirá o disminuirá algunos aspectos de la economía. Incluso afectará preciadas tradiciones locales, como los asados en verano, que se prohibieron este año en lugares públicos en distintas zonas de Suecia con el fin de reducir las posibilidades de generar incendios.
Clima extremo
"En Europa, cada año cerca del 5% de la población tiene que enfrentar un evento climático extremo, ya sea una ola de calor, una inundación o una sequía. Pero en la segunda mitad de este siglo, si no se hace algo para frenar el calentamiento global, podríamos ver que dos de cada tres europeos se enfrenten a cambios climáticos extremos", dijo Jouzel, en referencia a un estudio de reciente aparición en la publicación The Lancet Planetary Health.
Antes, eran las tormentas invernales lo que obligaba a cerrar los aeropuertos y retrasaba los vuelos. Sin embargo, este verano, en Hannover, una ciudad en el norte de Alemania, la pista de 50 años de antigüedad se partió bajo el calor de 34 grados y los pasajeros se retrasaron por varias horas.
En el norte de Alemania, los árboles, en especial los jóvenes, han sido duramente golpeados por la sequía, y las distintas administraciones locales han estado conminando a los ciudadanos a ayudar a la vegetación. Los vecinos respondieron arrastrando mangueras de jardín desde sus casas o lanzando baldazos de agua a los árboles cercanos.
Por todos los Alpes, pero en particular en el este de Suiza y el oeste de Austria, así como en Irlanda, la escasez de agua ha sido tan grave que no hay suficiente heno para alimentar a las vacas lecheras. Los granjeros han tenido que recurrir a sus reservas de alimento para el invierno, lo que ha reducido la cantidad que tendrán para el ganado en lo que queda del año.
En Francia, el clima caluroso aún no rompe los récords pero sigue elevado. Es parte de una tendencia general -este julio fue uno de los tres más calurosos registrados-, que genera cambios sutiles en todo el país. Por ejemplo, los niveles del mar en ascenso, un fenómeno que, según teme el climatólogo François-Marie Bréon, se está subestimando.
"Hoy en día, el nivel del mar está aumentando tres milímetros por año, o entre tres y cuatro milímetros -comentó Bréon-. Uno podría pensar que no es mucho, pero insisto en lo contrario, porque es del todo irreversible". Y advirtió, mirando hacia el futuro: "Incluso si respetamos el acuerdo climático de París y nos las arreglamos para estabilizar las temperaturas a solo dos grados por arriba de las de la era preindustrial, el nivel del mar continuará aumentando durante muchos cientos de años. Hay ciudades costeras que ya están condenadas".