El Cabandié del video es también Néstor y Cristina
Una simple infracción denunciada por una agente de tránsito, junto con un video casero de no más de dos minutos de duración, se transformó en el documento más contundente para mostrar el verdadero espíritu de la cultura política que contamina la época.
La Historia, con mayúsculas, debería atesorarlo y reconocerlo como un elemento irreemplazable. No se necesita nada más para que los futuros biógrafos pinten los primeros 15 años del siglo XXI en la Argentina. A la "pizza con champán" del menemato le corresponde, sin dudas, "el correctivo" para la "desubicadita" que no sabía quién era Juan Cabandié, el conductor a quien se atrevió a sancionar porque no tenía la cuota del seguro automotor al día.
La escena captada por el celular barato de un gendarme registra todo: la prepotencia berreta, las pretensiones de superioridad moral, el uso y abuso de los derechos humanos para pasar por encima de todos y todas. Cabandié no es sólo el dirigente que le pidió el "correctivo" para "la desubicadita" al intendente de Lomas de Zamora y primer candidato a diputado de la provincia por el Frente para la Victoria, Martín Insaurralde. Se trata de un hijo de desaparecidos a quien Néstor Kirchner, primero, y la Presidenta, después, transformaron en un superhéroe a prueba de balas y sanciones para sostener su relato de fantasía.
Laura Di Marco, la autora de La Cámpora , lo explicó muy bien, el martes pasado, en el programa de radio de Marcelo Longobardi: en la interna de la organización, ser hijo de desaparecidos es pertenecer a un linaje especial. Cabandié, "Wado" De Pedro y otros son considerados distintos y mejores porque sus parientes directos fueron asesinados por la dictadura.
Néstor empezó a convertir a Cabandié en un mito viviente cuando lo hizo hablar por primera vez el 24 de marzo de 2004, en la ESMA, el día en que el gobierno abrió sus puertas a la gente. Estuve ahí, entre el público. Fue absolutamente conmovedor. No sólo el propio Kirchner, Joan Manuel Serrat y quien esto escribe nos conmovimos cuando Juan contó su historia. Casi todos los presentes se quedaron en silencio y a punto de llorar. Había nacido allí mismo, en cautiverio. Había descubierto hacía muy poco que el que creía su padre era un apropiador. Y entonces soñaba con transformar el mundo, con la fuerza de su verdad.
¿Qué le pasó en el camino? Es muy brutal y muy triste el contraste entre el video de aquel acto ( http://www.youtube.com/watch?v=CBwsFWjxg04 ) y el que se conoció en estos días ( http://www.lanacion.com.ar/1628530-el-increible-video-de-juan-cabandie-amenazando-a-una-agente-de-transito ). Acaso el gran equívoco se haya iniciado con aquella ceremonia, cuando el Presidente les pidió perdón a las familias de los desaparecidos en nombre del Estado sin mencionar que antes el gobierno de Raúl Alfonsín había impulsado el juicio a la Junta de comandantes de la dictadura. "Fue una omisión imperdonable. Y por eso Néstor debería pedir perdón, de manera pública y con la misma fuerza que usó para meter a todos en una misma bolsa", me dijo el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, durante la tarde del mismo 24 de marzo. Quizás el enorme malentendido haya continuado con la cooptación de los organismos, incluidas sus dirigentes más emblemáticas, como Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto. Y tal vez el desastre se haya terminado de perpetrar con los innumerables privilegios que las organizaciones humanitarias recibieron por parte de Néstor y Cristina.
Si el parricida Sergio Schoklender fue el hijo simbólico de Bonafini, Cabandié lo fue de Néstor Kirchner, igual que De Pedro parece tener como madre "política" a la Presidenta de la Nación. Si el Manual de Historia del Relato presenta al ex presidente y a la actual jefa del Estado como dos románticos combatientes de la dictadura, es natural que Cabandié banalice su propia historia al utilizarla como escudo para zafar de una sanción menor. Si el objetivo es hacer creer a la sociedad que es mucho más valiente bajar el cuadro de Jorge Videla en el Colegio Militar en 2004, que enfrentar los intentos de golpes de Estado que soportó el primer gobierno constitucional que asumió en 1983, es natural que el videito de Cabandié no sorprenda a nadie.
Sin embargo, no habría que confundirse. Las imágenes editadas no sólo muestran al legislador porteño pulseando su machismo de poder con una mujer de 22 años. Juan Cabandié, en este video, es mucho más que él mismo. Es Kirchner patoteando a un cronista de Radio Continental porque le incomodó una pregunta sobre su declaración jurada. Es el "Cuervo" Andrés Larroque tratando a Juan Miceli, periodista de la Televisión Pública, como si fuera su empleado. (A propósito: al "desubicadito" de Juan también le aplicaron un "correctivo" y ya no se lo puede ver más por la pantalla de Canal 7). Es Cristina anunciando por cadena nacional que el empleado de la inmobiliaria que tuvo el atrevimiento de consignar que el cepo cambiario había impactado en las operaciones estaba eludiendo sus obligaciones impositivas. Es Néstor, pero en especial Cristina, confeccionando la lista de medios indisciplinados para quitarles la pauta oficial y mandarlos a investigar por la AFIP, aunque tengan todos los papeles en regla. Es Guillermo Moreno amenazando a los empresarios que no se someten a sus caprichos. Es el Poder Ejecutivo llamando a los jueces de la Corte para que se expidan antes del 27 de octubre a favor de la ley de medios y en contra de las pretensiones del Grupo Clarín. Es el kirchnerismo que simula que el Indec no manipula las cifras o que el cepo cambiario no existe. Que la inseguridad es una sensación. Y que quienes sostenemos lo contrario somos unos golpistas esbirros de Magnetto o títeres de alguna corporación.
¿Alguien le habrá contado a la Presidenta sobre la enorme metida de pata que protagonizó su querido Juan? Mientras Cristina hace reposo y Amado Boudou hace de presidente de mentirita, sólo Daniel Scioli intenta proyectar la imagen de un jefe de Estado. La foto del gobernador con Luis Ignacio Lula Da Silva y Evo Morales es la contracara del video de Cabandié y sus múltiples lecturas. Un poco de normalidad en el medio de tanta compadrada.
© LA NACION
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