El Brics puede esperar
El acceso de la Argentina al grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) se debate hoy en círculos diplomáticos y de gobierno. Como miembro del G-20, formar parte de un nuevo grupo Bricsa –con la “a” adicional por Argentina– tenía sus atractivos. Entre ellos, el reunirse más seguido con los jefes de Estado de los nuevos centros de poder, forjando relaciones personales en un contexto de transición de poder “hacia afuera de Occidente”, según el profesor Roberto Russell. Pero algunos hechos en la escena internacional, y la evolución del grupo Brics, hacen necesario rever su importancia para la Argentina.
Para analizar esto es útil usar algún marco conceptual, y por ello usaremos el enfoque de horizontes diversos, es decir, mantener relaciones positivas y simultáneas con las potencias establecidas, los nuevos centros de poder, y el exterior próximo. Así, este enfoque considera que se debe tener sumo cuidado al interactuar con regímenes autoritarios, y que la voluntad de tratar con ellos se reduce a un mínimo si se cometen rupturas al orden internacional –como invadir otro país–, o actos de terrorismo en nuestro suelo. Así, la invasión rusa de Ucrania ha hecho que tratar con Rusia hoy no sea aconsejable. Para colmo, el canciller ruso, Sergey Lavrov, ha manifestado que la Argentina junto a Irán son candidatos a lo que llama Brics+ . Así, incluir justamente a la nación responsable por dos actos terroristas en Buenos Aires es sumamente negativo, y debe ser una línea roja para la Argentina.
La idea de ser parte de un futuro Brics+ –al que entrarían más países en desarrollo–, y no del más exclusivo Bricsa, también presenta desventajas. La primera es que este grupo, liderado por China, parece hoy enfocado en confrontar abiertamente con Occidente, en el contexto del enfrentamiento China-EE.UU. Rusia obviamente no duda en seguir este camino, dado el conflicto en Ucrania. Mientras Brasil y la India se enfocan más en defender sus intereses que confrontar con Occidente. La segunda es que la Argentina no tendría demasiada injerencia en decidir sobre los futuros miembros del Brics+. La tercera es potencial: que la Argentina, que en el G-20 se encuentra actuando entre las potencias establecidas y los nuevos centros de poder, en un futuro Brics+ aparezca en una de las extremidades ideológicas del grupo, arrinconado junto a Brasil.
Estrechar relaciones económicas con los nuevos centros de poder es importante, pero el Brics no es el único vehículo. Así, un enfoque de horizontes diversos alienta mantener lazos económicos con la enorme mayoría de las naciones, con las excepciones mencionadas –por ejemplo, Rusia–. Pero desde el punto de vista comercial ya tenemos acuerdos con Brasil, África del Sur e India, con potencial de mejora en este último caso. Y con China el comercio mutuo sigue creciendo a buen ritmo. A su vez, el argumento de que con la incorporación al Brics pueden aumentar las exportaciones industriales no es sólido, ya que estas ya van mayormente a Brasil, y solamente allí parecerían ser competitivas. Por el lado de las inversiones, no parece haber desinterés de China o la India por invertir en la Argentina, pero enfrentan en general los mismos problemas -inestabilidad económica y legal- que ya enfrentan habitualmente las inversiones de Brasil o de las potencias establecidas.
Si bien en política exterior el desafío es, como decía Churchill, “medir lo indefinido y sopesar lo imponderable”, el unirse al Brics no parecería ser hoy una prioridad.