El BID no debe quedar en manos de Estados Unidos
"En menos de un mes tendrá la ayuda que necesitan", me dijo. Y cumplió. En tiempo y forma. Corría febrero de 2002. Hacía unas pocas semanas había asumido la Presidencia de la Nación en una de sus más severas crisis económicas y sociales de nuestra historia. Y cuando parecía que todo el mundo nos cerraba las puertas, hubo una que se abrió: la del Banco Interamericano de Desarrollo, el BID.
Como uno de los últimos actos de mi gobierno, tuve la satisfacción de poder condecorar con la Orden del Libertador San Martín a Enrique Iglesias, quien, como presidente de la institución, nos tendió entonces la mano que necesitábamos. Con ella, pudimos, por ejemplo, dar respuesta inmediata a millones de jefas y jefes de hogar sin empleo digno que les permitiera llevar el pan a su familia.
Es que el BID desde su fundación ha sido para América Latina y el Caribe, como lo definiera Felipe Herrera, su primer titular, "mucho más que un banco". Yo diría: más que un banco, un amigo de nuestros pueblos.
Lo que comenzó siendo una institución continental para apoyar el desarrollo de nuestra sub-región, supo luego abrirse a otros socios extrarregionales de Asia y Europa que vinieron a agregar su conocimiento y recursos al mismo fin.
Su agenda fue variando también desde un foco en la infraestructura hacia una visión del desarrollo más amplia, con énfasis en la educación, la salud, la industrialización, el medio ambiente, el lugar de la mujer y la calidad institucional de nuestras democracias.
Lo que el BID nunca cambió, al menos hasta hoy, ha sido su esencia. El Banco ha sido siempre una herramienta para que los latinoamericanos y caribeños construyamos nuestro propio desarrollo. Asociados con Estados Unidos, Canadá y otras potencias del resto del mundo, valorando sus contribuciones financieras y de conocimiento, pero nunca dirigidos por ellas. Con diversos equilibrios en sus sistemas de decisiones, pero siempre con un presidente propio.
La naturaleza de esa asociación que nos diera origen ha sido puesta en jaque por el mayor accionista, Estados Unidos, al proponer por primera vez en la historia a uno de sus ciudadanos, el funcionario de su Consejo de Seguridad Nacional, Mauricio Claver Carone, para presidir la institución, tras la próxima conclusión del mandato de su actual titular, el colombiano Luis Alberto Moreno.
Un grupo de expresidentes latinoamericanos de diversos signos políticos acaba expresar con claridad en una declaración conjunta su preocupación al respecto: se trata, han dicho con razón, de una movida política que "supone, de facto, una imposición y una agresión al sistema multilateral interamericano".
"Implica una ruptura de la norma no escrita, pero respetada desde su origen, por la cual el BID, por razones, entre otras, de eficiencia financiera, tendría su sede en Washington, pero a cambio siempre estaría conducido por un latinoamericano", han señalado con rigor histórico, mis colegas Juan Manuel Santos, de Colombia; Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; Ricardo Lagos, de Chile; Julio María Sanguinetti, de Uruguay, y Ernesto Zedillo, de México, citando a la propia voz del presidente norteamericano Eisenhower en ese mismo sentido.
La inusitada presión diplomática ejercida desde la principal potencia mundial para sumar apoyo entre países prestatarios nos retrotrae a épocas de brutal intromisión en la región que ya todos creíamos superadas
La violación de aquel compromiso se produce además, en medio de una pandemia devastadora no solo en términos sanitarios sino también económicos y sociales para la región, que ha puesto a nuestros países en una situación de enorme debilidad financiera e institucional. La inusitada presión diplomática ejercida desde la principal potencia mundial para sumar apoyo entre países prestatarios nos retrotrae a épocas de brutal intromisión en la región que ya todos creíamos superadas.
¿Necesita Estados Unidos deslucir con un cimbronazo como este lo que ha sido una sus más valiosas y respetuosas contribuciones al desarrollo de América latina y el Caribe, una tradición seguida fielmente tanto por demócratas como por republicanos en la Casa Blanca?
Como zanahoria, se nos ofrece una eventual recapitalización del Banco, que aunque imprescindible para la reconstrucción post Covid-19, no puede quedar condicionada a la aceptación pasiva de este avasallamiento. A propósito, no se entiende por qué la actual administración del BID omitió plantear esa necesidad en momentos en que el Congreso de Estados Unidos está dando su acuerdo para la inyección de más capital en otros bancos de desarrollo, como el Mundial o el Africano.
Afortunadamente, no todo está perdido. La elección de setiembre tiene alternativa. El presidente Alberto Fernández, con el respaldo de su par de México, ha propuesto la candidatura de nuestro compatriota, el actual Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Gustavo Béliz.
Con una trayectoria impecable en la función pública argentina y quince años de experiencia en altas responsabilidades en el BID, Béliz es la contracara del candidato del muro, desde cuyas alturas se pretende condicionar la ayuda para el desarrollo a la sumisión geopolítica de nuestros países.
Estamos ofreciendo al Banco un candidato a presidente que no solo conoce la institución y la región, sino también alguien que ha hecho de la transparencia y el diálogo una marca registrada en su paso por la vida pública. Solvencia técnica, apertura a la innovación y sensibilidad social, se combinan en su figura para convertirlo en la persona indicada en el momento indicado. Un candidato para todos, no solo para los que piensan igual.
A sesenta años de su fundación, corresponde a sus 48 estados accionistas, pero principalmente a los latinoamericanos y caribeños, sin cuya mayoría es imposible que el peso económico y político del socio más poderoso imponga su voluntad, definir el destino del BID.
¿Estamos dispuestos a entregar un derecho que por seis décadas sostuvimos gobiernos con distintas ideologías y que nos permitió ser no solo beneficiarios sino dueños de nuestro propio destino?
La región ha pasado momentos muy difíciles en su historia. Este es uno de ellos. Y cuando todo se complica más, lo digo desde mi propia experiencia, también más valor tiene que contemos con alguien nuestro al frente de nuestro Banco.
No solo es una cuestión de dignidad. También de eficacia.
Expresidente de la Nación