El Bebe y Aimé
"Es habitual llamar a los policías guardianes del orden. Así seguirá siendo. Pero lo que ha cambiado, profundamente, es el orden que guardan. Y en consecuencia, la forma de hacerlo".
"Un orden injusto, un poder arbitrario impuesto por la violencia, se guarda con la misma violencia que lo originó. Un orden justo, respaldado por la voluntad masiva de la ciudadanía, se guarda con moderación y prudencia, con respeto y sensibilidad humanas".
Un día, inesperadamente, las vidas del Bebe y Aimé se cruzaron. El destino los enfrentó en una batalla que sólo dejará derrotados
"Dije que la Policía tendrá nuevas obligaciones y quiero enumerar algunas de ellas. Tendrá la obligación de no reprimir los justos reclamos del pueblo. De respetar a todos sus conciudadanos, en cualquier ocasión y circunstancia. De considerar inocente a todo ciudadano mientras no se demuestre lo contrario. De comportarse con humanidad, inclusive frente al culpable".
"En la Argentina nadie será perseguido por razones políticas. Nadie será sometido a castigos o humillaciones adicionales a la pena que la Justicia le imponga".
"La sociedad debe protegerse del delito, pero será ineficiente si no comienza por comprender que sus raíces no están en la maldad individual sino en la descomposición de un sistema que no ha ofrecido garantías ni oportunidades".
"Las reglas del juego han cambiado. Ningún atropello será consentido. Ninguna vejación a un ser humano quedará sin castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista".
(Fragmentos del discurso pronunciado, el 5 de junio de l973, por Esteban Righi, ministro del Interior de Héctor J. Cámpora, frente a todos los comisarios generales de la Policía Federal)
No existe ningún texto que exprese con mayor lucidez y contundencia la escasa herencia que dejó aquel movimiento que casi nació y murió simultáneamente. Son muchos los setentistas que, aunque sólo sea por aquel discurso, le guardan todavía respeto.
Righi, el Bebe, tenía entonces 35 años. Partiría poco después hacia un exilio en México que duraría una década. En 2005 el gobierno lo designó Procurador General de la Nación: en parte un reconocimiento a sus cualidades profesionales y a su militancia democrática y progresista; en parte una señal de la confianza que le tenía Néstor Kirchner para conducir a los fiscales.
Por aquel invierno del 73 –que de primavera no tuvo nada- Amado Boudou tenía 9 años y ya vivía en Mar del Plata. La dictadura militar no consiguió distraer su adolescencia de tres atracciones fundamentales: las chicas, las motos y el heroico rock and roll. Fue su paso por la facultad el que despertó la pasión política y no tardó en convertirse en convencido militante de UPAU, la agrupación universitaria nacida para proveer de cuadros a la UCeEDé de los Alsogaray.
Guitarrero simpático y entrador, en 2002, hace apenas diez años, obtuvo una maestría de postgrado en el CEMA, un activo vivero del neoliberalismo criollo.
Guitarrero simpático y entrador, en 2002, hace apenas diez años, obtuvo una maestría de postgrado en el CEMA, un activo vivero del neoliberalismo criollo. No existen explicaciones irrefutables para el extraordinario viraje ideológico que, sin derrapar, lo condujo desde Ludwig von Mises hacia John Maynard Keynes. Menos aún del momento en que descolgó de la pared el retrato de don Alvaro para colgar el de Juan Domingo.
Debe decirse, en honor a la verdad, que no fue el primero en hacerlo, y que tampoco sería el último. Pero sí es un misterio indescifrable como llegó a acercarse tanto al sol del kirchnerismo sin quemar sus ambiciosas alas en el intento; o, si se prefiere, cómo aún chamuscado por las escandalosas revelaciones de Asís (Jorge, no San Francisco) terminó acompañando a Cristina en la fórmula que votaría el 54 por ciento de los argentinos.
Un día, inesperadamente, las vidas del Bebe y Aimé se cruzaron. El destino los enfrentó en una batalla que sólo dejará derrotados. Cercado en Puerto Madero por acusaciones de corrupción, cuya verosimilitud crece en forma directamente proporcional a su silencio, el vicepresidente contraatacó y se declaró víctima del lobby judicial que el procurador lideraría desde su antiguo estudio de abogacía.
Toda una paradoja: de un lado el máximo símbolo del camporismo eligió una renuncia digna, defendido por el kirchnerismo crítico; del otro resiste todavía Aimé, junto a La Cámpora que le hace el aguante, munido de un enorme poder de daño.
¿Y Cristina?
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