El balotaje y después: el nuevo escenario
Las elecciones generales del 22 de octubre han dejado un escenario político que agrega algunas particularidades que dificultan aún más las decisiones de este balotaje. Entre ellas: la no pertenencia de los candidatos a fuerzas políticas que tradicionalmente han disputado el poder en nuestro país; a lo que se agregan los límites a la libre expresión del voto ciudadano, dado que en muchos casos deben guiarse por el mal menor. Todo, además, en un escenario de cambios en el mapa de organizaciones políticas que competirán por el poder en adelante.
En cuanto a lo primero, se ha desdibujado la previsibilidad de antaño, que daba una vieja confrontación entre radicales y peronistas, con discursos que oponían la institucionalidad republicana al de las conquistas sociales. Escenario que se resiente a partir de la crisis de 2001, cuando tanto el radicalismo como el peronismo van divididos a las urnas; de lo que el peronismo sale rearmándose de la mano del kirchnerismo, mientras que el radicalismo debió esperar hasta 2015 para ser competitivo al aliarse con el Pro y la CC. Ahora el balotaje se define entre un candidato que pertenece a un pequeño partido que enfrentó varias veces al peronismo kirchnerista, aun cuando hoy hace malabares para aparecer como un renovador del peronismo sin dejar de coquetear con el kirchnerismo y los jóvenes de La Cámpora; frente a otro candidato que es un outsider de la política con denuncias al sistema que son compartidas por buena parte de la ciudadanía, pero con propuestas que no siempre parecen claras en cuanto a cómo pueden llevarse a cabo.
Lo anterior lleva a que todos aquellos ciudadanos que en las generales no han votado por esos candidatos (los que representan aproximadamente un tercio de los votantes) lo harán ahora guiados por la opción negativa de sacar de la contienda al candidato que consideran más peligroso para sus valores o intereses (cuidando incluso que su voto en blanco no favorezca al candidato que quiere evitar).
Pero lo más novedoso del panorama político actual es la pérdida de vigencia de fuerzas políticas que hasta el 22/10 eran predominantes en nuestras contiendas electorales: el kirchnerismo y JxC. En el primer caso parece evidente y se refleja también por el silencio de Cristina y de Máximo. Dependerá de la habilidad de Massa para conducir un movimiento con predominio del peronismo, que relegue al kirchnerismo al papel de un socio minoritario (si La Cámpora no opta por radicalizarse y aproximarse a los grupos más de izquierda, o diluirse lentamente).
En cuanto a JxC su descomposición venía siendo anunciada, en particular por los cruces y acusaciones entre Morales y Macri. Los que no hacían más que poner al descubierto que la UCR y el Pro son dos fuerzas que coincidían en la vigencia de la democracia y los valores republicanos, pero cuya “fusión” no sirve para atacar, y resolver, los difíciles problemas económicos y sociales que nos desafían desde hace décadas (baste observar los niveles inéditos de pobreza). Lo más apropiado parece que ambas fuerzas recuperen su identidad y su independencia, reuniéndose todas las veces que sea necesario para acordar políticas, pero dejando de sentirse que estaban sometidos a algo externo, como parecen indicarlo las declaraciones de Morales cuando dice: “ya no nos mandará nadie”.
Sociólogo