El ATP de Buenos Aires, un torneo que sueña con dar el gran salto
El ATP de Buenos Aires, certamen emblemático del tenis en la región y que este domingo tendrá la última función de su 23ª edición, tiene más alcance del que se observa en el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club. La privilegiada ubicación del torneo, en un corredor con accesos y transporte, se fusiona con la cultura deportiva que ostenta el país; el público suele acompañar y potenciar la atracción que generan los jugadores. El evento, además, cierra la grieta política: el gobierno nacional, a través de “Visit Argentina” (Ministerio de Turismo y Deportes), y el porteño, desde BA Buenos Aires Ciudad, son dos de los 33 sponsors.
En distintos momentos de la historia del Argentina Open (nombre comercial del certamen) se instaló la posibilidad de un crecimiento de jerarquía: pasar del ATP 250, la menor categoría del circuito, a 500. Para que ello suceda hace falta que congenien diversos factores, no sólo los económicos de un país inestable, pero ahora se abrió una ventana. Tennium, la compañía con sede en Barcelona que en 2017 adquirió el torneo, está abierta a presentar el proyecto en los próximos meses cuando la ATP (organismo que administra el circuito masculino profesional) abra un proceso formal para aprobar el upgrade de tres certámenes en el mundo. Doha, Múnich, Belgrado, Marsella, Atlanta, Bastad…, son algunos de los que aspiran a crecer. Buenos Aires se ilusiona, pero hay otras circunstancias que, llegado el momento, deberá sentar ante una misma mesa de negociación a los representantes del torneo, de ambos gobiernos y del club (BALTC), que alquila las instalaciones al evento, cuyo director es Martín Jaite.
“Estamos enfocados en crecer, pero no obsesionados”, le explicaron a LA NACION, durante la semana, el belga Kristoff Puelinckx y el uruguayo Martín Hughes, fundador y ejecutivo de Tennium, respectivamente. Ser “un 500″ representaría un gran salto a todo nivel: tener mejores jugadores del ranking (no siempre se posee la chance, como este año, de traer figuras como la del español Carlitos Alcaraz, 2°), televisación en más países, aumento de patrocinadores, etcétera. Pero para que ello pase el torneo necesita más espacio e infraestructura. El court central, que cumplirá cien años en 2026, tiene capacidad para cinco mil espectadores y, con una estructura tubular, podría crecer. Sí haría falta un segundo estadio con unas 1300 butacas (pero también podría armarse).
La carpa VIP, mayormente destinada para un público corporativo que adquiere palcos y genera uno de los mayores ingresos del evento, está armada sobre un antiguo terreno que el BALTC tenía en comodato con la Asociación Argentina de Tenis y que, hace más de una década y media, la Ciudad decidió quitárselos al club y a la AAT. Pero, pese a ello, el Argentina Open es autorizado a armar la carpa en ese mismo lugar durante el torneo, año tras año. Pero para dar el salto de categoría el torneo necesita más. La fisonomía de la zona cambió con el viaducto del ferrocarril Mitre y el proyecto para generar locales comerciales y gastronómicos bajo el mismo está en marcha, lo que obliga a que se genere un diálogo también con el concesionario de este desarrollo. El torneo, que en la actualidad reparte US$ 711.600 en premios y para ser un 500 necesitaría el triple de prize money, precisa más tierra. El ATP porteño se encuadra en una ventaja de atracción turística (por ejemplo, los mejores jugadores posaron el fin de semana bailando tango en el Obelisco) y eso le posibilita tener acceso a un diferencial de cambio (“dólar tenis”) para pagar los premios a los jugadores en moneda extranjera.
Desde que Tennium tomó las riendas del torneo, se renovó el contrato de alquiler con el BALTC dos veces y, el mismo, vencerá en breve. La compañía aspira a realizar un contrato a largo plazo y está en diálogo con el club. “Así uno podría amortizar una inversión mucho mejor”, dijo Hughes. “El gobierno nacional y el de la Ciudad siempre han apoyado el torneo. Es muy importante para la Argentina tener un evento top deportivo que llegue a Europa con una muy buena imagen”, apuntó Puelinckx.
El BALTC tiene su propia marca de 130 años, su magia y una ubicación geográfica que imanta al público. Por eso, la posibilidad de que el torneo se mude a otra sede en caso de que no se consiga una ampliación (al Parque Roca, por ejemplo), parece una utopía. Ello no significa que el predio necesite mejoras (el club ya las hizo en la iluminación, las butacas y los baños del court central). Este febrero, el cuadro del Argentina Open no tuvo nada que envidiarle al de Río de Janeiro, de categoría 500 y que comenzará mañana, pero también contó con una cuota de azar (la ausencia de Alcaraz en Australia, en enero, por una lesión). Para el futuro buscará afirmarse aún más: pero para eso será necesario un acuerdo entre todos los actores.