El asesinato del exsecretario de Néstor y Cristina Kirchner: macabros juegos de muerte y pasado
El kirchnerismo siempre usó el pasado en su favor, lo reconstruyó a su medida, dibujó lo que no ocurrió y remarcó con los tonos más convenientes los retazos de la historia que le sirvieron para acrecentar su poder. El triunfo que se autoadjudicó en una supuesta batalla cultural, cuando a la muerte de Néstor Kirchner nació el cristinismo, se basó en recrear creencias y hechos del pasado y trasladarlos a una nueva generación de militantes.
Una semana atrás, un asesinato repuso con crueldad una de las caras indeseables de la cúpula del kirchnerismo: su deriva hacia la corrupción, el funcionamiento de un sistema de recaudación permanente de fondos originados en coimas y favores a empresas relacionadas con el Estado. Todo ocurrió cuando trataba de borrar esas huellas con denuncias contra el macrismo y la instalación de la idea de que las investigaciones contra Cristina son un invento del periodismo, asociado a intereses políticos y judiciales.
Con el crimen de Fabián Gutiérrez regresó un pasado tan reciente que todavía está siendo investigado y apenas empieza a ser juzgado en los tribunales. La muerte violenta de uno de los dos secretarios privados que acompañaron durante más de una década al matrimonio presidencial repone como una certeza el enriquecimiento ilícito. ¿Cómo ocultar que Gutiérrez se hizo rico y al lado de quiénes?
Si finalmente las investigaciones iniciales se confirman, Gutiérrez murió a manos de cuatro jóvenes que previamente lo golpearon y torturaron. ¿Qué pretendían obtener de él quienes ahora están acusados de asesinarlo? La respuesta a esa pregunta puede completar la crónica policial del caso. Y está en manos del Poder Judicial de Santa Cruz, en el que se destaca la presencia de la fiscal de la causa, Natalia Mercado, sobrina de la vicepresidenta e hija de la gobernadora Alicia Kirchner.
Pero lo más grave ya está respondido. El exsecretario privado murió sin poder ni tener que explicar cómo se hizo millonario siendo apenas un empleado público. Su testimonio como arrepentido lo alejó de la cárcel y también de Cristina y de su entorno, al pasar al bando de los que declararon en su contra en la causa de los cuadernos de las coimas.
Gutiérrez era un hombre con dinero, pero desamparado, lejos del poder al que asistió en la intimidad, por la decisión que tomó al colaborar con la Justicia para no ir preso. Si se prolonga esa secuencia, se hace verosímil la idea criminal de hacerlo víctima de una extorsión por parte de un grupo de muchachos desquiciados en busca de dinero fácil.
Las aguas del caso policial tienden a cerrarse rápidamente. No resulta nada casual que los familiares de Gutiérrez, cuando las investigaciones todavía no terminaron, se adelantaron a sacar un comunicado en el que aseguraron que fue asesinado por un negocio de estos días. ¿Cómo sabían el móvil del crimen cuando todavía no fue plenamente reconocido por los detenidos? ¿Cuidaban la memoria de la víctima o la herencia oculta que dejó?
El asesinato en sí mismo no es un asunto político ni, como equívocamente escribió la conducción de Juntos por el Cambio, "un crimen de extrema gravedad institucional". Lo que en verdad detona el caso es un problema político para el kirchnerismo y para sus aliados. Algunos de ellos se aferraron al error conceptual de la oposición para no tener que dar explicaciones sobre los orígenes de la riqueza de Gutiérrez.
Gutiérrez tuvo un destino similar al del otro secretario privado de Néstor y Cristina. Daniel Muñoz falleció de cáncer luego de acumular al menos cien millones de dólares en inversiones inmobiliarias en los Estados Unidos y otros países. Como Gutiérrez, la viuda de Muñoz, Carolina Pochetti, también declaró como arrepentida en la causa de los cuadernos de las coimas.
Los secretarios privados ya no están. Pero seguirá siendo complicado cuando no imposible para el kirchnerismo asumirse víctima de una persecución política y judicial cuando el drama de la muerte repone datos de un pasado tan reciente que permanece inmune al olvido y a la revisión épica.