El año en que fuimos bendecidos por Dios y por Milei
Cuántas cosas para festejar en las postrimerías del año. En primer lugar, después de esta columna me tomo dos semanas de vacaciones. Una pequeña buena noticia para mí, una gran noticia para los lectores. Pésima para Milei, que no soporta mi ausencia. Es recíproco: cada vez que viaja entro en pánico. Pánico a que Caputín haga una de las suyas: por ejemplo, forzar la salida de Sandra Pettovello para reemplazarla por Cristian Ritondo. ¿Ritondo en Capital Humano? Sí, pero más bien apuntando al capital; desdichado Cristian, tantos años de ingeniería en tramas de fuga, ocultamiento y blanqueo, y todos los días le encuentran –también a su mujer, otra abogada exitosa– nuevas propiedades, acá y en Miami; no quiero ni pensar lo que le debe llegar de expensas. Pánico a la voracidad de Vicky Villarruel, que le das medio metro y te emboca. En fin, pánico a que Javito –como lo llaman sus seguidores, muertos de amor, en las redes– se vaya por mucho tiempo. Y pánico a que vuelva.
Porque hay que ver cómo vuelve. Imaginemos que ahora está afuera y lee el relevamiento según el cual es el presidente sudamericano con más alto índice de popularidad: 51,8%. Ahí mismo pega la vuelta hecho un loco y empieza a basurearnos, empezando por los periodistas que “no la ven”; solo ven sobres. Razón no le falta. Cuento una intimidad. Para Navidad recibí diez sobres, lo que me hizo cambiar las vacaciones: de Mar de Ajó a las Islas Turks and Caicos, tremendo spot. De los 10 sobres, nueve eran de dirigentes políticos, jueces, legisladores, espías… ¿El décimo? Rarísimo: una oficina en la Casa Rosada. Pienso que me llegó por error y no lo tomé como que me quieren comprar; el destinatario ya debe estar comprado. Ojo, moneda fuerte (pesos) y cifra más que respetable. Qué picardía no tener en mis planes hacerme libertario. Se lo conté a un boga amigo y me dijo que tengo que devolver la plata ante escribano público, porque seguramente fui fotografiado en el momento en que abría el sobre. Tarde, my friend. Ya tengo el ticket a las islas.
Completo lo de la encuesta de diciembre sobre los presidentes sudacas: segundo detrás de Javi está Lacalle Pou, de Uruguay, y tercero, Peña, de Paraguay. La derecha copó el podio. Y el cuarto también es del palo: el ecuatoriano Daniel Noboa. Es un afano, suspendanló. Quinto, Lula, el que más cayó en comparación con el mes anterior: 4,3%. Zurdito, te corre un frío por la espalda. Andá haciendo las valijas.
Un fin de año, decía, a toda orquesta. El Gobierno desistió de encajarlos a Lijo y García-Mansilla en la Corte mediante un decreto, instrumento feíto para cargos de tanta alcurnia institucional. A Javi, esa alcurnia y la institución Corte Suprema le importan nada. Quiere asegurarse la mayoría, porque con la actual conformación siempre está el riesgo de que la transformación del país que lleva adelante pueda ser frenada por Rosatti y Rosenkrantz, reconocidos comunistas. Por ahora va a insistir con el Senado; es la vía que corresponde, pero también, qué dolor, la más cara. La pifian los que dicen que Ariel Lijo llega para hacer la vista gorda en temas de corrupción: ha hecho saber que después de sus años en Comodoro Py ya tiene un buen colchón.
Los cuatro períodos de gobiernos kirchneristas nos han dejado ese reflejo: pensar que la política siempre es sucia, que todos son chanchullos. Olvídense: una nueva era ha empezado. El Presi, cuya espiritualidad abreva en las Sagradas Escrituras, puso en marcha desde el primer día dispositivos de purificación. Es un esquema que se despliega por los tres poderes, con la supervisión de funcionarios y aliados de su mayor confianza: Caputín, dos Menem, Dani Scioli, Andrés Vázquez, el fiscal Ramiro González, Kueider (sin su secretaria), Ritondo (sin su mujer), Lijo. ¿Aun así una oficina de la Casa Rosada ensobra periodistas, otra se hace del control de radios y canales de televisión, y otra abre grande la billetera para que puedan ser sancionadas leyes fundamentales? No ha lugar a la pregunta: otra vez el maldito reflejo de la herencia kirchnerista.
Tampoco hay que ser tan quisquillosos cuando la inflación baja, el consumo aumenta, el riesgo país se derrumba, la pobreza… ¿sigue habiendo pobres?, los argentinos veraneamos en Brasil y la estrella de Milei brilla en el firmamento. Los turistas que llegan de afuera bajan de los aviones y corren a hacerse una foto con la Casa Rosada de fondo. No le encuentro sentido a ponernos en moralistas al final de un año plagado de bendiciones. Todas las bendiciones, menos la del Papa. No sé si es quisquilloso o comunista.
Con cuánta buena onda vamos a empezar 2025, especialmente después del saludo navideño del jefe del Estado. “La contienda política, legítima pero en ocasiones atronadora, no debe impedir escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad”.
Eso: serenidad; nada de insultos y agravios. Me encantó el mensaje de Felipe VI, el rey de España.