El año 2015 queda demasiado lejos
Estamos viviendo el fin del largo ciclo kirchnerista. No hay destituyentes ni golpistas. El kirchnerismo implosiona después de una década, se extingue inexorablemente. "¡Es la economía...!"
Ahora, toda la Argentina, gobierno, oposición y pueblo, es el "pato rengo" de la metáfora. Y no hay pato rengo que pueda andar dos años y medio, ni que lo pongan en Park Lane o en Champs-Élysées. Ya no hay dos años y medio para nadie. La Presidenta sólo puede zafar de su laberinto personal hacia arriba, apuntando a la Nación y poniéndose en sintonía gruesa con una realidad que no reconoce (o de la cual fuga), cuyas estructuras morales, económicas, institucionales, educativas se disuelven como terrones de azúcar en el mar.
El peronismo, viejo cuarteador de crisis terminales (1973, 1989, 2001) ofrece, y le ofrece por fin, un frente sólido de posibilidad alternativa para el resurgimiento de un país intacto en su poderío productivo, en su rica humanidad y en su voluntad de felicidad y normalidad de nación poderosa, pese a la caótica autodemolición actual. El núcleo político-sindical peronista se manifestó en Córdoba. Incluye el criptoperonismo macrista, y se ofrece como campo abierto a otras convergencias partidarias, empresariales, sindicales, en esta hora dramática. Los principales actores de esta apertura son Lavagna, De la Sota, Moyano, Rucci, De Narváez y muchos otros adherentes. Es el primer documento convocante a una acción conjunta ante los problemas nacionales, más allá de sectarismos e ideologías.
La luz entró en la bóveda sureña de Lázaro. No es retorno, es confirmación. Las consecuencias de los descomunales hechos son ya decisivas. El conflicto con el Poder Judicial, la obstinación de acumular micrófonos y silencios y el acoso cotidiano de una economía ahogada quedan hoy desbordados ante el espectacular destape de la corrupción. Cristina Fernández de Kirchner heredó el sistema junto a los principales ejecutantes. Es difícil imaginar que pueda seguir adelante con el mismo tinglado, ignorando este aluvión que viene de lejos. No podrá dejar de expresarse contra la corrupción con valentía presidencial, que exige a veces lo sobrehumano. Como Dilma Rousseff, tendrá que echar por la borda a muchos allegados en la más alta posición. Mejor extirpar temprano y no tarde. Heidegger escribió: "Ahí donde crece el peligro surge lo que salva". La Presidenta en esta agravada circunstancia tiene la oportunidad de producir ese demorado Gran Viraje, que la Nación requiere para no naufragar en otra de esas quiebras político-institucionales más o menos decenales que nos castigan. Se impone una gran tregua para aprovechar el tiempo restante del segundo mandato de la Presidenta con una renovación de personas y con el solo objetivo de poner sobre rieles este maravilloso país, que sigue teniendo el mejor momento histórico para una sana acumulación de riqueza, y para la reubicación regional e internacional que hemos perdido.
Imagino que a veces, observando los rostros de obsecuencia y fracaso de su melancólico politburó, dándole datos para ese relato ya trasnochado como una novela de Corin Tellado en una librería de viejo, la Presidenta deberá preguntarse por qué su predecesor, en enero de 2008, a pocos días de haber asumido ella su primer mandato, citó en secreto a Roberto Lavagna, que había renunciado a su cargo dos años antes. ¿Qué entrevió Kirchner para sondear al economista de la reconstrucción entre 2002 y 2005? ¿Qué reparos expresó Lavagna? ¿La palabra corrupción fue decisiva como en su renuncia? ¿Qué barrera no podía ya superar Néstor Kirchner?
Hoy lo que salva es la madurez política de un pueblo que espera ávidamente pasar del relato al sentido común y a un balance objetivo de la caída de nuestro potencial y calidad de vida.
En manifestaciones inéditas, el pueblo más creativo ganó las calles desde septiembre hasta abril. En los grandes distritos electorales (Capital, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza) predominan dirigentes dispuestos a una marcha conjunta de reconstrucción partidaria y de políticas nacionales, muchos de ellos de ese peronismo que propuso a Néstor Kirchner para la presidencia.
La Presidenta tiene el aporte inestimable de la legitimidad de su mandato y la posibilidad de asumirse en una nueva dimensión patriótica, basada en el diálogo y en el restablecimiento de las formas republicanas. Bastaría con cerrar una transición renovadora y en pocos meses este país agobiado abriría sus ventanas hacia su enriquecimiento y bienestar. Transición de todos y preparación para ese 2015 del nuevo ciclo que merecemos.
Sería el tiempo de respetar los logros sociales y con cuidadosa gradualidad transformar el asistencialismo en trabajo productivo; de alentar nuestra riqueza, "los ganados y las mieses", la tecnología y la industria; de reconstruir la desoladora caída educativa; de planificar con unidad verdaderamente federal la batalla contra la criminalidad y el narcotráfico; de asumir con Brasil nuestra suspendida estrategia continental; las batallas por la energía, por la moneda, por la armonía espiritual, por la paz de alma de un país sin su alegría de ser. En suma: dejar de ser el gran emergente autosumergido.
Seis o siete propósitos que ya son tan claros que nos alivian de toda retórica programática.
Hay una mujer sola frente al timón del Gran Viraje que todos esperan para ponernos en marcha. ¿Se animará o se resignará al modesto rol de ser liquidadora de una quiebra más que anunciada?"
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