El Agujero Azul, una oportunidad de cuidar nuestro mar
Hay muchas maneras de relacionarnos con el mar. Pero ninguna es tibia. El mar impacta a cualquiera que lo mire de frente, enamora, asusta, hipnotiza. Ese mar, que es tantos mares como ojos que lo ven. Cada vez que respiramos, nos conectamos con él. Basta con decir que el mar hace de la Tierra un planeta capaz de generar y sostener vida. ¿Quién podría oponerse a protegerlo?
El Senado de la Nación tiene hoy en sus manos la posibilidad de aprobar la ley para crear el Área Marina Protegida Bentónica Agujero Azul, un área excepcional a cientos de kilómetros de la costa, cuyos fondos están a cientos de metros de profundidad. Esta herramienta permitiría proteger el 8% de la extensión de plataforma continental argentina, que es intensamente explotada por la flota pesquera extranjera.
Cada vez que alzamos la voz por el cuidado del mar y pedimos por la creación de un área marina protegida (AMP) todo nuestro esfuerzo se centra en explicar por qué el área es valiosa y por qué debemos protegerla. Se nos somete a un escrutinio de justificación riguroso, olvidándose que las AMP no serían necesarias si las actividades humanas se llevaran a cabo de manera responsable, cumpliendo las normativas, sin dañar fondos sensibles, sin descartes, sin sobrepesca, mitigando la mortalidad incidental, sin tirar todo lo que sobra, molesta o se rompe al mar. Esa rigurosidad con la que se nos pide justificar el valor de conservar el mar no existe en muchas actividades humanas que lo impactan, lo cual ha generado que el 31% de los stocks pesqueros en el mundo estén sobreexplotados o que 1,6 millones de toneladas métricas de plásticos, la mayoría de origen pesquero, contaminen el mar anualmente.
Atravesamos una crisis de biodiversidad sin precedentes. Se estima que un millón de especies en el mundo están en riesgo de extinción. El cambio climático golpea y exacerba los impactos. La comunidad científica se anima a ser optimista sólo si se emprenden con urgencia iniciativas coordinadas que permitan un cambio transformador. La protección del 30% del planeta es parte de ese cambio necesario. Y las áreas protegidas son científicamente reconocidas como una de las herramientas más valiosas para la restauración y conservación de la diversidad biológica.
El Agujero Azul brilla por la noche. Me gusta pensar que brilla de tan especial que es. Pero la realidad es otra. Brilla por la cantidad de barcos poteros extranjeros que operan en el área capturando calamar. La flota pesquera nacional no opera en el área por lo que su protección no impactaría su actividad. El área protegida Agujero Azul no limitará la pesca en la columna de agua, pero podrá impedir el arrastre de sus fondos por parte de la flota internacional que suma aproximadamente 200.000 horas de pesca cada año, capturando recursos que son transfronterizos sin ningún tipo de control.
En el Agujero Azul dañamos el mar y dañamos nuestra humanidad.
Nos resulta obvio cuidar aquello que reconocemos bello y valioso. Pero es difícil comunicar la belleza y relevancia de las profundidades del Agujero Azul. El área protegida que queremos crear permitirá cuidar ecosistemas marinos vulnerables, arrecifes de corales de profundidad que explotan de color y vida. También un sistema de cañones submarinos, estructuras reconocidas mundialmente por su alta diversidad y endemismo, por ser canales de conexión y transporte de nutrientes y sedimentos y por su rol en el secuestro de carbono y en la mitigación al cambio climático. Necesitamos protegerlo porque es valioso, porque es impactado intensamente y porque existen amenazas futuras como la explotación hidrocarburífera offshore o la minería profunda que podrían destruirlo. Son muchas las razones que justifican la protección del Agujero Azul. Quisiera entender cuáles lo impiden.
En los últimos años hemos explorado en la literatura científica cada artículo, cada nuevo descubrimiento que nos aporte fundamentos sólidos para que nuestros legisladores comprendan el valor del Agujero Azul y reconozcan la importancia de su protección. Debo reconocer cierta inocencia de mi parte si creo que la creación de esta área protegida depende de más ciencia o mejores fundamentos. ¿Es posible que exista alguien que esté en contra de cuidar la belleza del mar y sus especies? ¿Nadie siente la deuda que tenemos con el mar?
La crisis ambiental es una crisis de valores. Necesitamos más legisladores que defiendan la naturaleza y sus especies, que reconozcan la importancia de las áreas marinas protegidas para resguardar la integridad ecológica de nuestro mar. Que reconozcan la urgencia y que estén a la altura.
Protejamos nuestro mar. Protejamos los fondos del Agujero Azul. Señores senadores, hoy está en sus manos.
Directora de Conservación Costero Marina de WCS Argentina