El aborto puede ser otro de los muchos fracasos del Gobierno
El sábado pasado, más de 3 millones de personas en 505 ciudades de todo el país nos movilizamos en rechazo al proyecto de aborto legal del gobierno nacional. Fue tan solo la primera y tímida marcha celeste de este nuevo debate. Apenas comienza y no esperábamos una adhesión tan masiva. Es que la gente está harta de la mentira y la manipulación política de todo, sin respeto a nada ni a nadie: desde la pandemia y las tomas de tierras, hasta la despedida de Diego Maradona. El desenlace es siempre el mismo: luego de la impericia, todo se convierte en un caos impensable donde quien más sufre es el pueblo.
Con el aborto sucede lo mismo. La gente está harta del pañuelo verde como la panacea a todos los problemas de la mujer y de la sociedad. Mientras el presupuesto se malgasta entre feministas radicales y abortistas en todos los ministerios, la pobreza, la inseguridad y la violencia siguen creciendo; el sistema de salud sigue colapsando; los médicos, mal pagos, siguen agobiados; las embarazadas y los bebés por nacer siguen muriendo en las provincias más pobres pero también en la ciudad de Buenos Aires. Faltan medicamentos, faltan insumos, los enfermos retrasan sus tratamientos y ponen en riesgo sus vidas o mueren. Falta trabajo. Pero el aborto es prioridad.
¿Vale la pena exigir tanto sacrificio a un país que a tan solo un año de gestión, ya está extenuado por las crisis y los conflictos permanentes, por una parte del relato que ya no resiste el más mínimo análisis?
Lo cierto es que el pañuelo verde parece ser para Alberto Fernández la única bandera que queda en pie. Es en verdad el estandarte de una minoría radical y aburguesada, más de la izquierda que del peronismo, que se enquistó en el kirchnerismo, que vive del Estado y que incomoda hasta a la misma Cristina Fernández. Tal vez también sea la promesa a algún aliado extranjero que prometa crédito a cambio de instalar en el país una industria que mueve millones de dólares en el mundo. Cumplir esas promesas implica romper todo, algo en lo que el gobierno se está haciendo experto: romper el peronismo, el apoyo de las provincias, e incluso el apoyo del pueblo humilde.
¿Vale la pena exigir tanto sacrificio a un país que a tan solo un año de gestión, ya está extenuado por las crisis y los conflictos permanentes, por una parte del relato que ya no resiste el más mínimo análisis? Porque no es una prioridad, ni una deuda, ni una demanda social. Hay cientos de prioridades en salud y en todo sentido. La deuda la resolvió el Congreso en 2018. La demanda social no es mayoritaria.
Pero lo cierto es que sí es una prioridad, una deuda y una demanda, no para la sociedad, sino para ese grupúsculo de funcionarios que van desde el ministro de Salud, la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad y la misma secretaria Legal y Técnica, más un sinfín de funcionarias y funcionarios que los rodean y que viven del Estado sin producir mejora alguna. Ellos sí llegaron al poder con la casi única misión de legalizar el aborto. Por eso al tomar el gobierno, todas las prioridades reales de las que debieron hacerse cargo resultaron en un fracaso tras otro. Por eso la mitad de los ministerios son inútiles para gobernar y la otra mitad tiene que lidiar con aquella inutilidad.
Es curioso que durante la campaña, Alberto aparecía como el humilde profesor conciliador y en tan solo doce meses se transformó en el duro juez gruñón, dispuesto a hacer implosionar todo, excepto su núcleo duro de funcionarios, que cada tanto celebran su corbata verde. Tal vez ese paño verde que le aprieta el cuello, no sea la bandera indicada.
Hay una enorme mayoría de argentinos que aguarda a que se libere y que levante bien alto la bandera celeste y blanca, la única que nos devuelve la paz, la unidad y la alegría. Pero también es una mayoría constantemente decepcionada, que no se siente bien representada, que sale a la calle, que se hace cargo y que está buscando respuestas y ensayando nuevas formas de representación.
Mientras tanto, el Presidente aún tiene chances: de abandonar el camino de la mentira, de la división, del conflicto y del fracaso. De mirar la realidad y concentrarse en lo único que tiene que hacer bien, las únicas dos promesas por las cuales fue elegido por una mayoría: unir a los argentinos y reactivar la economía.
Exdiputada nacional