El 17 de octubre, según mi abuelo
Es un secreto tesoro que guardamos entre todos. Somos unas 150 personas
Dentro de poco se cumplen 70 años del 17 de octubre de 1945, cuando apareció en el cielo argentino la estrella del General Perón. Estrella que todavía sigue alumbrando, si bien sus rayos están ya muy alejados entre sí.
Cada vez que se cuenta el 17 de octubre, el relato es efectuado por alguien que participó en las manifestaciones, que amó u odió a Perón, o que se presenta en el rol de historiador, sociólogo, economista, experto.
Apareció en el cielo argentino la estrella del General Perón. Estrella que todavía sigue alumbrando, si bien sus rayos están ya muy alejados entre sí
Estas líneas que entregaré a los lectores corresponden, en cambio, a las "Memorias de Viriato Unía", mi abuelo. Dirigente socialista a su manera, pero también católico a su manera, destacado vecino de Ramos Mejía, mi abuelo Viriato escribió sus memorias en un libraco que circula en nuestra familia desde hace muchos años. Está hecho a la antigua, es decir manuscrito. Hay algunas copias en tipografía de computación, pero son parciales. Además, nuestra familia es muy numerosa y abarca distintos países, de manera que todos tratamos de llevar nota precisa del siguiente asunto, a saber: ¿Quién tiene ahora, en sus manos, las Memorias de Viriato, qué nieto, qué sobrino, qué pariente? Es un secreto tesoro que guardamos entre todos. Somos unas 150 personas.
En este relato aparece, como acontecimiento vivido y presente, el 17 de octubre:
"¡Y el país! ¡Nunca he visto cosa igual! Revoluciones semanales, aunque sin batallas de tropas, sólo tiroteos de policías y civiles. Ministros que duran un mes, y golpes de timón que desorientan al más pintado. Perón, caído y vencido. Y pocos días después, Perón triunfante, hablando desde la Casa de Gobierno. Un día, todo el pueblo culto de Buenos Aires desfilando en la marcha por la Constitución y la normalidad. Otro día, el 18, gran paro total de actividades como epílogo de la gran marcha obrera venida de todos lados, pidiendo la vuelta de Perón. Las calles del centro nunca antes se habían visto invadidas por la parte más pobre y desharrapada de la población. Sudorosos, mujeres, hombres y niños, en marchas a pie...semidesnudos, andrajosos, en carros con murgas incansables, impusieron su acento y el país dio un cambio en 24 horas...Ahora estamos divididos. Hay peronistas y antiperonistas. ¡Dios dirá en qué parará esto!
¡Días difíciles para mí! ¡Mi casa y mis convicciones políticas en suma crisis! Ambos médicos indignados por la situación del país. ¡Y el país en caos! Yo, más viejo que ellos y más viejo en política, capto una realidad que ellos no captan...
En Buenos Aires, realmente, el proletariado desheredado e ineducado ha invadido la ciudad , pidiendo a gritos la vuelta de Perón. Julio y el Dr. Covas, asqueados por el espectáculo. Yo, que lo conozco y lo he tratado, indiferente. Ya que ése es el pueblo. Covas y mi querido Julio, indignados, se van. No creen en esa chusma, es que aún no saben qué es ella, al fin y al cabo, la mayoría, la que hace las revoluciones, y es ella la soberana. ¡No lo han entendido los que pudieron copar la revolución militar, y merecido tienen el fracaso!".
Entiendo que, cuando habla de "revolución militar", mi abuelo se refiere al movimiento iniciado en 1943, del que Perón formó parte. Viriato fue un "progre" de su época, que celebró la liberación de París del yugo nazi y contempló los hechos con filosofía. Digamos también que estos sucesos no han sido digeridos por el país, donde sigue habiendo peronistas y gorilas.
Digamos que estos sucesos no han sido digeridos por el país
La evolución de nuestro espíritu marcha a trancas y barrancas, un paso adelante, otro atrás. Barquinazo y a la zanja. Y vuelta a empezar. Esta serie de sobresaltos se verifica a través de varias generaciones, ya que de un padre gorila han nacido hijos montoneros, y de un papá peronista, gorilones recalcitrantes. ¿No es así, también, en la familia del lector?
Quiero agregar que Viriato, casado con mi abuela Matilde Klein, tuvo seis hijas mujeres. La mayor se llamaba María Rosalía, se casó con el Ingeniero Walter Binaghi (presidente de la OACI) y vivieron toda su vida en Montreal, Canadá. La siguiente, Norah, se casó con el Ingeniero Raúl Ondarts, dirigente radical, candidato a la vicepresidencia de la nación y presidente de YPF. La tercera, Alex, se casó con un gran médico marplatense, el Dr. Julio Genoud, padre de cinco hijos, uno de ellos desaparecido. Estos tres hombres, egresados del Colegio Nacional de Buenos Aires, no fueron peronistas. La siguiente hija de Viriato fue Salomé Unia, mi madre, casada con Roddy Hanglin, un gran empresario, que fue peronista. Luego vinieron las mellizas Sarah y Susana. Sarah, psicóloga de profesión, se casó con Luis Justo, el hijo de Juan B. Justo y Alicia Moreau, que naturalmente no era peronista. En su segundo matrimonio, se unió al aviador militar Alberto Folkenand, que era peronista de la primera hora. Susana, que es conocida por el público como la actriz Diana Ingro, se casó con el bodeguero y médico sanjuanino Emilio Gutiérrez, el creador del champagne Mont Reims, que miraba la vida con una sonrisa: no le conocí inclinaciones políticas, pero diría que tampoco fue peronista.
Hoy van pasando, ya, varias generaciones. Todos fuimos mutando a lo largo de la vida. Muchos miembros de la familia se fueron de este mundo, y otros nos marcharemos en algún momento, pero todavía no hemos hecho la digestión. El país, tampoco.
He reproducido estos apuntes con la intención de aportar algo pequeño, pero sagrado para nosotros
Mi primo hermano, que vive en Londres y es periodista, Viriato Justo, ha preferido que lo conozcan como Marcelo, ya que Viriato (como el abuelo Unía) y Justo (como el otro abuelo) eran una carga demasiado fuerte de pasado, de historia, de pasiones.
Nosotros, los nietos, ya andamos alrededor de los 70 años y a su vez tenemos nuestros nietos, muchos viviendo en el extranjero por esas cosas del destino argentino: migrar y volver a migrar.
He reproducido estos apuntes con la intención de aportar algo pequeño, pero sagrado para nosotros. Finalmente, tal vez, en un par de décadas nuestro país terminará de digerir el 17 de octubre de 1945. Es hora.