Ejemplo y estilo: lo propio del magisterio
En su prólogo de 1959 a Henríquez Ureña (Obra crítica) y con la mirada profética que reconocemos en distintos pasajes de su obra, Borges concluye que “maestro no es quien enseña hechos aislados o quien se aplica a la tarea mnemónica de aprenderlos y repetirlos, ya que en tal caso una enciclopedia sería mejor maestro que un hombre. Maestro es quien enseña con el ejemplo una manera de tratar con las cosas, un estilo genérico de enfrentarse con el incesante y vario universo”.
Décadas después, en tiempos de inteligencias artificiales y sofisticados motores de búsqueda, esta definición parece alcanzar un punto culminante de vigencia. En momentos en que nos cuestionamos qué profesiones dejarán de existir y cuáles mutarán, reflexionamos sobre la continuidad del rol docente, sus atributos actuales y su proyección futura.
Está claro que la proliferación de modelos de IA generativa nos coloca frente al dilema de reinventarnos, de rediseñar nuestras prácticas y de examinar nuestras actuaciones. ¿Qué cambia y qué permanece?, nos preguntamos. Cambia la tecnología educativa, en un desarrollo que de ningún modo es unidireccional, sino que se muestra como una coevolución. Por eso la aparición de nuevas herramientas nos interpela tanto en nuestro día a día, porque seguimos cómodos en formatos caducos. De ahí que corresponda primero precisar cuál es nuestro propósito educativo, quiénes somos y hacia dónde vamos, y qué es lo propio de nuestra tarea que no va a ser reemplazado.
El enfoque denominado human-in-the-loop (lo humano en el bucle) puede asistirnos en esta operación de repensarnos. La metáfora nos mueve a ponderar cómo los seres humanos tenemos la capacidad de involucramos activamente en procesos automatizados y podemos participar de un trabajo de colaboración entre inteligencias -de diferente naturaleza o artificio-, en instancias de supervisión que provocan un refinamiento del modelo en su conjunto. Esto revela que, en medio de la automatización, encontramos la llama de la inspiración humana.
Quienes abrazamos la misión de educar tenemos que ser humans-in-the-loop, volvernos ese componente humano imprescindible entre circuitos y sistemas. Si percibimos las tecnologías como amenaza es porque perdimos el norte. Si en algún grado nos sentimos cercados por el avance de lo nuevo y vemos tambalear nuestra labor, conservar lo humano debe ser la premisa. Siguiendo a Borges, se impone dejar atrás los datos fácticos -Wikipedia o GPT son superiores en esto- y enfocarnos en enseñar a “tratar con las cosas” -incluso con estas cosas-, a través del modelado y la configuración de un género propio de abordaje.
Cambia el rol docente, sí. Comprende otras funciones, sí. Cambian las instituciones educativas, sí. ¿Qué permanece? Permanece la educación en tanto relación intersubjetiva, en tanto lazo entre personas y en tanto modelado y presencia. Cambian los escenarios, cambian las prácticas, pero lo educativo es nuestra humanidad y eso no cambia. Porque el nodo de anclaje es, en todos los casos, una educación entendida como interpersonalidad, como diálogo, como vínculo.
Fijar lo que permanece se manifiesta entonces como una buena estrategia para enfrentar “el incesante y vario universo”. Y qué mejor que hacerlo iluminados por el ejemplo y el estilo de quienes reconocemos en su magisterio, de quienes valoramos en lo que es constante y apreciamos en lo que no cambia.
Docente e investigadora, directora de estudios del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.