EE.UU., en busca de un candidato “normal” en una campaña atípica
Kamala Harris designó compañero de fórmula al gobernador de Minnesota, Tim Walz. A menos de dos semanas de que comience la convención partidaria en la ciudad de Chicago, quedó despejada la principal incógnita en torno a su candidatura. Luego de infinitas especulaciones dentro y fuera del Partido Demócrata, este exprofesor de escuela secundaria (donde se desempeñó también como técnico del equipo de fútbol americano), veterano militar con doce años de experiencia en la Cámara de Representantes tendrá, dadas su personalidad, su trayectoria y su capacidad de comunicación, mucho protagonismo en la campaña y, potencialmente, en un eventual gobierno.
Nacido en un diminuto pueblo rural de Nebraska, Walz se caracteriza tanto por su historia de vida como por su identificación con los valores del medio oeste (humildad, austeridad, franqueza, pragmatismo y una simpleza basada en aferrarse a las tradiciones locales), por diferenciarse del típico político aislado de la realidad e integrante del establishment. Fiel a sus raíces, pretende polemizar con y degradar a J.D. Vance, el elegido por Donald Trump para que lo acompañe en la boleta, con quien comparte un origen relativamente común. Sin embargo, mientras Vance estudió abogacía en una universidad que representa la quintaesencia de la elite (Yale Law School) e hizo fortuna como inversor de tecnología en Silicon Valley, Walz prefirió la vida apacible de una región que, para muchos ricos de ambas costas, sirve solo para ser sobrevolada (fly over), aunque es fundamental en el Colegio Electoral por la paridad que ambos partidos registran, en especial en Wisconsin, Michigan y Pensilvania (Ohio, históricamente uno de los tradicionales swing states y donde Vance es senador, hace tiempo que favorece a los candidatos presidenciales republicanos).
Político profesional desde hace apenas dos décadas, Walz siempre tuvo afinidad por los demócratas. Su primer cargo importante fue responsable de los asuntos de los veteranos militares en la campaña presidencial de John Kerry (2004), hasta hace poco a cargo de la política medioambiental del gobierno de Biden. Luego de seis mandatos de dos años en la Cámara de Representantes y de dos gestiones como gobernador en las que logró que su partido dominara ambas cámaras de la Legislatura, Walz demostró gran capacidad para consensuar con políticos republicanos, aunque luego desplegó una agenda progresista que incluía temas controversiales, como defensa del aborto, comunidad LGTBQ, medio ambiente, educación universitaria gratuita para jóvenes de escasos recursos en instituciones públicas y comida sin cargo en los comedores escolares.
Walz supo navegar con practicidad las tensiones y los conflictos que cruzan a la sociedad norteamericana y, sobre todo, a su propio partido. Aunque esto le haya traído no pocos dolores de cabeza. Es el caso de las fuertísimas protestas en mayo de 2020 derivadas del asesinato en Minneapolis de George Floyd, un afronorteamericano de 46 años, a manos del oficial de policía blanco Derek Chauvin. Impulsadas por el movimiento político y social Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”), que desde 2013 señala la violencia racial e institucional que aún existe en todo el país, estos reclamos incluyeron la absurda iniciativa de desfinanciar las fuerzas de seguridad (defund the police) por parte de los grupos más radicalizados. En parte aplacadas por la pandemia de Covid-19, Walz supo contener esas presiones, actuar con decisión y superar una crisis por demás compleja.
Algo similar ocurrió con la polémica dentro del Partido Demócrata en torno a la cuestión palestina. Walz siempre respaldó a la representante musulmana Ilhan Omar, nacida en Somalia. La dirigencia demócrata del estado, tradicionalmente blanca y con reminiscencias nórdicas (por la inmigración del siglo XIX), alentó la llegada de refugiados de ese país por cuestiones de solidaridad y como parte de su política de fomento a la diversidad racial. Omar integra el ala más izquierdista del partido y junto con Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib y Cori Bush forman el denominado “squad”, un grupo de mujeres muy instaladas en los medios y extremadamente críticas de la ayuda militar de Estados Unidos a Israel, a pesar del ataque terrorista de Hamas y de la inminente ofensiva de Irán y sus proxies. Sin embargo, Walz ordenó poner las banderas de su estado a media asta luego del 7 de octubre. Además, influenciado por su formación militar, comprende la importancia estratégica del apoyo a Israel en el actual contexto geopolítico.
Al inclinarse por Walz, Kamala Harris descartó, entre otros, al popular gobernador de Pensilvania Josh Schapiro y al muy carismático senador por Arizona Mark Kelly. Ambos tendrán la enorme responsabilidad de hacer campaña en sus propios estados, donde los sondeos están muy parejos. Schapiro, de 51 años, es una de las principales figuras en ascenso dentro de su partido y tiene una clara vocación de competir en el futuro para llegar a la Casa Blanca. Hijo de un médico militar y educado en la religión judía, este abogado egresado de Georgetown que se desempeñó, al igual que Harris, como procurador de su estado, de adolescente fue voluntario en un kibutz, y si bien es crítico de Netanyahu su inclusión en la fórmula presidencial pudo haber generado controversias en los segmentos más radicalizados del partido. Kelly (60 años), por su parte, fue marino varias veces condecorado y astronauta de la NASA. Hijo de dos policías retirados, es reconocido por sus posturas moderadas en materia ideológica y, en algunos casos, como en medio ambiente, en especial la explotación de hidrocarburos, por mostrar posiciones más flexibles que las de su partido.
En términos relativos, Walz tiene un perfil más parecido al del norteamericano promedio, al tipo de calle. No fue a una universidad de elite ni es casi un personaje de ficción. Sale a pasear con su perro todas las mañanas, le gustan la caza y la pesca, es descontracturado y popularizó un concepto que resignificó la campaña demócrata: Trump y Vance, los candidatos republicanos, son tipos raros, casi estrafalarios (weird).
De este modo se encamina este último tramo de una de las campañas presidenciales más singulares de la historia contemporánea de los Estados Unidos, caracterizadas por una paridad que, si bien las tendencias parecen favorecer a la vicepresidenta, no permiten identificar a un favorito. Es cierto que antes de la renuncia de Biden la cuestión parecía resuelta a favor de Trump. Pero la dinámica de incertidumbre sigue caracterizando el proceso electoral. Los demócratas, conocidos por autoinfligirse daños innecesarios, miran con preocupación el desarrollo de la convención partidaria. Chicago fue escenario de eventos muy polémicos, sobre todo en 1968, cruzada por la turbulencia por la guerra en Vietnam, el asesinato de Martin Luther King y la ola de protestas en buena parte del país (con la influencia del Mayo francés). Entonces el partido se mostró dividido e incapaz de procesar las pujas internas derivadas de la renuncia del presidente Lyndon Johnson a su reelección. Su vice, Hubert Humphrey, que logró la nominación y fue derrotado por Richard Nixon, era muy resistido.
En el contexto de otras guerras, otras renuncias y la efervescencia social canalizada en gran medida en las redes sociales, los estrategas demócratas aspiran a que las sonrisas de sus candidatos, Harris y Walz, escondan las limitaciones que ambos presentan en materia económica y de política exterior, dos de los desafíos más complejos que enfrenta su país.ß