Edward Miliband, el líder laborista menos pensado para sacar a Gran Bretaña de la crisis
Situado a la izquierda de su partido, crítico de Tony Blair, el candidato a primer ministro gana terreno con un discurso de justicia social
LONDRES.- La historia podría haber sido robada de una película. Un intelectual marxista, Ralph Miliband, escapa de los nazis en Bélgica en los años 40 y hace de Londres su nuevo hogar. Allí conoce a una reconocida activista de izquierda, Marion Kozak, con quien tiene dos hijos: David y Edward. La casa Miliband se convierte rápidamente en un centro de debate político, donde los niños crecen entre discusiones sobre el futuro de Europa y del mundo.
Como no podría haber sido de otra forma, el mayor, David, se muda a la ciudad de Oxford para estudiar Filosofía, Política y Economía en la prestigiosa universidad local. Cuatro años más tarde, el menor, Edward, le sigue los pasos, y completa su educación en la London School of Economics.
Poco tiempo después, los hermanos entran en el Partido Laborista e inician sendas carreras aceleradas, que los llevan a pelear por el asiento más codiciado: el liderazgo del partido, una de las fuerzas políticas más importantes del Reino Unido. Y, de ahí, a la posibilidad de competir por el cargo político más alto del país, el de primer ministro, que se disputará en las elecciones de dentro de diez días.
La disputa por el liderazgo del laborismo entre los dos hermanos, en septiembre de 2010, catalogada por los comentaristas locales como la rivalidad entre Caín y Abel, le dio un sabor exótico a una arena política desacostumbrada a los escándalos. El público local se fascinó con la disputa. El momento era clave para el Partido Laborista: acababan de perder la mayoría parlamentaria tras 10 años en el gobierno ante los conservadores (con David Cameron a la cabeza) y necesitaban un líder fuerte para recuperarse, rápido.
De un lado, David, el mayor de los hermanos. Ex ministro de Asuntos Exteriores, discípulo de Tony Blair, carismático, rápido, bueno ante las cámaras. Del otro, Edward, cuatro años menor, raro, tímido, con menor presencia, aunque con experiencia parlamentaria y como miembro del gabinete desde 2005, definitivamente a la izquierda del espectro laborista.
En su campaña por el liderazgo del partido, fue un duro crítico de las políticas de Blair, principalmente en relación con el apoyo a la invasión de Irak y lo que llamó la falta de acciones concretas para abordar la crisis de desigualdad en el país.
La pelea fue brutal y el resultado, tan cercano que parecía irreal. Pero Edward ganó. Las imágenes de televisión del momento muestran a los hermanos casi en estado de shock, sellando la escena en un abrazo. Edward dando un discurso, diciendo que quería mucho a su hermano (aunque David inmediatamente renunció a su banca de diputado y se mudó a Nueva York; las malas lenguas dicen que apenas se hablan). El líder laborista más joven de la historia demostraba que tenía las agallas para darle pelea a quien fuera con tal de conseguir lo que quería.
El candidato
Casi cinco años después de todo aquello, el británico, de 45 años y con dos hijos, está a pocos días de ser potencialmente el nuevo primer ministro del Reino Unido, en una disputa con los conservadores que se juega voto a voto, según todas las encuestas. En el sistema parlamentario británico, los votantes eligen a sus representantes locales y el partido que logra la mayoría elige a su primer ministro, o debe negociar si nadie la alcanza.
Mucho camino recorrió Miliband desde que pasó de ser un joven asistente apenas salido de la universidad a diputado y luego miembro del gabinete del entonces primer ministro Gordon Brown.
Aunque la enorme transformación del escenario político en los últimos cinco años de gobierno conservador -marcados por una devastadora crisis económica, varios escándalos de corrupción y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas nacionalistas- significa que nadie puede predecir quién va a tomar el comando de estas islas en los próximos años.
Y mientras los candidatos ocupan cada segundo de sus días (llueva, truene o surja una "ola de calor" de 25 grados) recorriendo el país, besando bebés y prometiendo cosas imposibles, los analistas aseguran que la pelea entre las principales fuerzas está tan cerca que es imposible de predecir.
Para muchos, Edward Miliband es el "antipolítico". Lo describen como un "buen chico", fan de las matemáticas y, extrañamente para un británico, de los Red Sox de Boston (donde fue a la escuela un tiempo mientras su padre daba clases en la universidad). Lo ven como un político poco pulido, que no se muestra como un experto frente a las cámaras, con mala suerte a la hora de las fotos y una voz extraña. El objeto perfecto para los caricaturistas. Es conocido por nunca haber protagonizado un escándalo de corrupción, aunque tal vez eso sea lo que resulte atractivo al electorado.
Su propuesta política se estaciona a la izquierda del espectro laborista. Se describe a sí mismo como socialista y entre sus causas de preferencia están la distribución equitativa del ingreso, con propuestas para aumentar los impuestos a los más ricos, y el cuidado del medio ambiente. Y, en un giro que inquieta a no pocos, ha hecho saber que no se alineará automáticamente con los Estados Unidos, a pesar de su admiración declarada por Obama.
Es un fuerte crítico de los años de Tony Blair, principalmente de sus políticas económicas y de la participación del Reino Unido en la invasión de Irak. También tuvo duras palabras contra los liberales demócratas, a quienes definió como "traidores" por haber entrado en una coalición con los conservadores por un espacio de poder en 2010. En su discurso habla de justicia social y "salario para vivir" en vez de "salario mínimo".
Las palabras son tentadoras, pero no todos compran sus promesas. Quienes se sientan a su izquierda insisten en que tiene el discurso correcto, pero dudan de que, una vez en el poder, tenga las agallas y el apoyo necesario para llevar sus palabras a la práctica. Desde la derecha, insisten en llamarlo el enemigo de los grandes negocios que hacen que este país funcione (hasta lo han apodado "Ed el Rojo"). Todos se burlan de su voz nasal y su escaso carisma frente a las cámaras. Hablan de su falta de presencia y diplomacia para negociar en nombre del país en foros internacionales.
Miliband responde a las críticas sin dudar. Según el diario local The Guardian, en un discurso el año pasado, dijo: "Si quieren un político que sea un actor, ese no soy yo. Si lo que quieren es un político que piensa que una buena foto es lo más importante, entonces no me voten. Porque no creo en eso. Pienso que lo que la gente quiere es alguien que crea que la política se trata de algo más que de salir bien en una foto".
Lo cierto es que el Partido Laborista sabe que necesita recuperar terreno, particularmente si quiere competir con las propuestas antiinmigratorias y nacionalistas que están atrayendo a un cada vez mayor porcentaje de los británicos. La pregunta es si Edward Miliband los ayudará a lograrlo. ß