Educación: Trump y Milei, mismas recetas para distintas realidades
“En lugar de adoctrinar a los jóvenes con contenido racial, sexual y político inapropiado, que es lo que estamos haciendo ahora, nuestras escuelas deben ser totalmente reorientadas para preparar a nuestros niños a tener éxito en el mundo del trabajo”, dijo Donald Trump durante su campaña electoral al referirse al modelo educativo que quiere emplazar en Estados Unidos. Y agregó: “Tenemos la necesidad de enseñar a nuestros niños a rezar (en la escuela) y no a odiar su país”.
Las coincidencias con la gestión de Javier en las propuestas están a la vista, pero mucho más en la argumentación para sostenerlas. Este martes, en un vídeo que su amigo, y futuro funcionario de su administración, el dueño de Tesla y la Red Social X, Elon Musk, ayudó a difundir, Trump dio a conocer los 10 puntos en los que estaría basado su plan educativo que tiene una raíz de origen en el controvertible Proyecto 2025, un borrador de más de 900 páginas para otra presidencia de Trump, creado por la Heritage Foundation, un centro de pensamiento ultraconservador establecido en 1973, integrado por muchos exfuncionarios de la primera administración de Trump al que se suman colaboraciones de más de 100 grupos de la extrema derecha religiosa.
En la mencionada exposición, Trump aseguró que después de asumir la presidencia el 20 de enero del próximo año, despedirá a los acreditadores (miembros de las agencias de acreditación independientes reconocidas por el gobierno de EE. UU que acreditan instituciones educativas nacionales y regionales) a los que calificó como miembros de la “izquierda radical que han permitido que las universidades estén dominadas por marxistas, y lunáticos, porque los educadores están obsesionados con adoctrinar a la juventud estadounidense”. No hace falta mucho para emparentar esta posición con la que pregona el presidente Javier Milei para la educación argentina.
Pero hay más, Trump anuncia que cerrará el Departamento Federal de Educación (una suerte de Ministerio nacional) y que descentralizará toda la educación a los estados a quienes se les permitirá legislar de modo independiente sobre contenidos y financiamiento, además despedirá a todos los funcionarios y empleados de carrera que permitieron que en las escuelas estadounidenses “se predicara el marxismo, que es totalmente hostil a las enseñanzas judeocristianas”.
En la campaña de su primer mandato, Trump proponía cambiar el financiamiento educativo por oferta a uno por demanda, habló de vouchers para cada familia, algo que al no administrar todo el sistema educativo nacional no pudo concretar,-el mismo impedimento que tiene Milei para cumplir la misma promesa de campaña ahora guardada en un cajón- pero insiste en otorgarle a los padres “la libertad de seleccionar la institución de su preferencia” y no por domicilio o cercanía como lo hace el sistema, ahora bajo una nueva modalidad llamada “school choice”(elección de centro) Una propuesta con pocas chances de concretarse porque las mejores escuelas tendrán una demanda que no podrán corresponder con vacantes y eso obligará a tomar decisiones que van más allá de los deseos de cada familia. De todos modos, el anuncio se hizo y no explicó como solucionaría una problema que se cae de maduro ocurrirá más temprano que tarde.
Trump, al igual que lo está haciendo Milei, intensificará los vouchers para las familias que envíen sus hijos a escuelas privadas para ayudar a sostener el costo anual de la matrícula. En la Argentina vemos que en el Proyecto de Ley del Presupuesto 2025 ya no habrá netbooks para chicos carenciados. También una baja considerable, cercana al 40% y más, en todos los ítems relacionados con la equidad, educación inicial, calidad educativa, infraestructura escolar, entre otros. Pero los presupuestos muestran las prioridades de una gestión, sí habrá un aumento en las partidas destinada a los vouchers para familias que llevan a sus hijos a escuelas privadas para abaratar ese costo, escuelas que en casi su totalidad ya reciben subsidio del estado distrital para mejorar la oferta, es decir que gran parte de la educación privada, sobre todo la confesional, se convierte en una actividad dónde no solo se subsidia la oferta sino también la demanda, todo con fondos públicos. Hay un evidente trato prioritario para la educación privada sobre la pública, inédita en nuestra historia. Un dato: en casi un año de mandato, Milei aún no visitó una escuela pública.
Trump también propone que los padres participen de la elección de los directores de escuelas y prometió “cortar los fondos públicos” a una escuela que elija un directivo que permita el tratamiento en clases de los temas LGBT. Trump los llamó “esa locura transgénero”, y sobre “Teoría Crítica de la Raza” (el racismo como problema de convivencia social). Milei, desde que es presidente, también se manifestó varias veces contra este tipo de contenidos en las escuelas. Lo increíble es que ambos, tan pregoneros de la libertad, abusen de la mayoría que los llevó al poder para ignorar que, en ningún otro lugar como en la escuela, deben ser valorados y reconocidos los derechos de las minorías.
En cuanto a educación superior son incomparables los modelos argentinos y de los Estados Unidos para buscar similitudes entre lo que propone Trump y está haciendo Milei, pero también hay un común denominador: recorte de fondos. En la Argentina para sostener el financiamiento de las universidades, sin ningún argumento sobre modificación del sistema que no sean la falta de “auditorías”-algo que con voluntad se soluciona en 48 horas- y en EE. UU. basado en los créditos preferenciales que reciben los estudiantes para solventarse su carrera, algo que Trump cree deben tener la misma tasa comercial que cualquier crédito bancario -hoy son subsidiadas-, y terminar con la condonación de deudas crediticias para alumnos con incapacidad de devolver el dinero prestado. Joe Biden ya asignó 4500 millones de dólares a esas remisiones, pero Trump sostiene que no debe haber preferencias. Muchos analistas avizoran un conflicto social con la comunidad universitaria, sobre todo en los estados de la costa Este, quizás un punto débil dentro de la masa de apoyo que llevó a Trump nuevamente a la presidencia. ¿Coincidencia? ¿O Trump y Milei eligen los mismos enemigos?
Betsy DeVos, que fue su Secretaria de Educación en su primer gobierno, se autopostuló para volver al cargo que ella misma señala ahora hay que suprimir, el Departamento Federal de Educación. Esto fue anunciado en una cumbre de Moms for Liberty en julio pasado por DeVos y nunca fue desmentido por Trump. DeVos tuvo una gestión polémica, sobre todo cuando propuso “adiestrar en el uso de armas a los maestros para que pudieran repeler un ataque de un alumno antes de que llegue la policía”. Nunca lo llevaron a cabo, pero sus ideas tienen el respaldo de Trump, por lo que para muchos analistas y docentes universitarios que siguen el día a día del sistema, será prácticamente un hecho en los próximos meses.
“No será sin conflicto, pero Trump parece tener apoyo para algunas reformas, pero no para las que afectan a los más vulnerables, de todos modos confiamos en que las familias defiendan la educación pública”, señalan los voceros de los sindicatos docentes que vaticinan que con el ajuste anunciado por el Proyecto 2025 solo en Educación Inicial- el más afectado de todos- se perderán 180.300 puestos de trabajo que afectarán a 800.000 niños de preescolares, niños pequeños y bebés que perderían servicios de aprendizaje temprano. Este es uno de los puntos más sensibles y polémicos de la propuesta.
Javier Milei estuvo con Derrick Morgan, vicepresidente ejecutivo de la Heritage Foundation, durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), celebrada en Washington en febrero pasado y, según el registro de la presidencia de los regalos que recibe el mandatario, allí le entregaron un ejemplar de “Mandate For Leadership”. Cuentan testigos que en esa charla de la que luego participaron otros ultraderechistas, se habló de la necesidad de que los gobiernos conservadores “desmantelen el estado administrativo, cooptado por la izquierda o la cultura del wokismo”, esto obviamente supone algo en lo que el libertario avanzó bastante, como disolver ministerios, cortar fondos para salud, asistencia social y educación, y eliminar programas y recursos para combatir la violencia de género, la discriminación y el cambio climático. En cambio, no fue así en lo que respecta a la Inteligencia, donde piensa cuadruplicar el presupuesto para la SIDE en 2025 donde, incluso, hay rumores sostenidos sobre el área de Inteligencia para que se ocupe también de monitorear las redes de sus funcionarios, como anunció Milei, imaginamos que también de opositores y periodistas. Como dijimos antes: los presupuestos hablan y marcan prioridades de gestión.
Seguramente en términos económicos, más allá de alguna “ayuda” del presidente norteamericano ante el FMI, el proteccionismo económico que anunció Donald Trump no parece ser conveniente a los planes de Milei, pero nadie duda que a esta altura no solo tienen coincidencias ideológicas, sino que la devoción fanática del presidente argentino lo lleva a una imitación de gestos, posturas, discursos pero sobre todo en políticas de gestión que en muchos casos, como lo es en educación, pueden no encajar en países con realidades económicas y sociales tan distintas. Trump tendrá que resolver problemas pero no tiene, como la Argentina, el 53% de sus habitantes bajo la línea de pobreza -la indigencia creció 131% en un año y afecta a 6 millones de personas según la UBA-. Tampoco tiene EE.UU. la mitad de sus adolescentes sin terminar el secundario o ingresando a la universidad y al mercado de trabajo sin comprensión de textos, como nosotros. No somos iguales, no parece adecuada la misma receta.
Si Occidente, o Estados Unidos y la Argentina para ser más precisos, estuviesen habitados por tantos “marxistas” como suelen ver Trump y Milei, el Muro de Berlín hubiese caído para ese lado. Nadie duda que existe una exacerbación del “wokismo” que terminó siendo nociva, incluso para los derechos que pretende defender, pero no es un buen camino que para construir políticas y modelos ultraconservadores sea necesario potenciar enemigos inexistentes y se les adjudique una peligrosidad que no tienen.
Hay que ser prudente, porque la sobreactuación deja de ser graciosa para pocos cuando se convierte en dañina para muchos.