Educación rural: que la antena no nos tape el bosque
Las entidades que apoyan la educación rural (www.edurural.org.ar) han hecho público un documento que pone de manifiesto las dificultades para sostener la comunicación mediante dispositivos tecnológicos en ese ámbito. Con ello EduRural puso en agenda una cuestión que afecta seriamente la calidad de vida en espacios de dispersión demográfica. Una reciente indagación realizada por el Ministerio de Educación de alcance nacional confirma esa apreciación. Son restricciones serias y deben ser superadas, pero ¿son realmente decisivas para los aprendizajes? ¿será cierto que la brecha digital inevitablemente se convierta en brecha de oportunidades educativas?
Varias consideraciones sobre estos interrogantes. Por un lado, aún no hay evidencias de que la conectividad posibilite exitosamente los aprendizajes; y en muchos casos ha generado complicaciones y estrés importantes en las familias y los docentes. La referida indagación del Ministerio recoge que para los docentes la presión que demanda el trabajo en las redes es la mayor dificultad de esta etapa; lo cual perjudica los procesos y deja huellas poco gratas de la interacción virtual. Es de destacar que la percepción sobre el apoyo a las tareas que deben hacer los estudiantes en casa es muy diferente según el ámbito: lo identifican como problema el 26% de los docentes de rural y el 56% de los de urbana. Incluso situaciones extremas -como la violencia en el hogar- registran comportamientos muy distintos: 2% rural, 9% urbano.
La percepción sobre el apoyo a las tareas que deben hacer los estudiantes en casa es muy diferente según el ámbito: lo identifican como problema el 26% de los docentes de rural y el 56% de los de urbana
Esto significa que, aun con las limitaciones de comunicación, la ruralidad ofrece condiciones muy importantes para una buena educación. Para aprovecharlas hay que asumir que el aprendizaje no se transmite, se construye interiormente a partir de situaciones desafiantes que ponen en juego el pensamiento y la comunicación; apelando a las habilidades cognitivas, sociales y emocionales que nos permite entender y transferir esos conocimientos a diferentes situaciones.
En el espacio rural contamos con otros recursos: el contacto con las actividades productivas, la naturaleza, el clima, la historia familiar y la realidad de una comunidad pequeña en donde todos se conocen. Pueden realizar observación del clima, registrar la evolución de cultivos y crianza, realizar experiencias de tratamiento de residuos y la preparación del compost, su propia huerta, el cuidado del agua. La propia realidad es un gran objeto de estudio sobre el cual la familia tiene mucho para aportar.
No es bueno ni necesario que la escuela rural se parezca a las urbanas. Las evaluaciones Aprender 2016 y 2018 mostraron a los alumnos de plurigrado con mejores resultados en lengua y matemática que el resto de escuelas estatales. Este dato ayuda a recuperar confianza en los docentes y comunidades educativas del contexto rural; y en el valor de la inversión del estado en su apoyo. Las escuelas rurales que hace 30 años eran las típicas escuelas rancho hoy cuentan con las condiciones necesarias. A lo largo de 3 décadas, iniciadas con el Plan Social Educativo y continuadas con el PROMER, se invirtieron fuertes recursos en infraestructura y equipamiento didáctico. Es un caso testigo de lo mucho que puede lograrse si cambiamos de paradigma.
Las evaluaciones Aprender 2016 y 2018 mostraron a los alumnos de plurigrado con mejores resultados en lengua y matemática que el resto de escuelas estatales
Con esto no se pretende minimizar las dificultades que atraviesan las comunidades rurales; sino llamar la atención respecto de la necesidad de buscar soluciones específicas para sus problemas. La limitación puede ser superada si proponemos actividades de real interés de los estudiantes -no estaría mal preguntarles sobre qué temas quisieran profundizar-, en las cuales las familias puedan participar sin sentirse ignorantes o convidadas de piedra. Hay buenos antecedentes: las escuelas de alternancia, con un abordaje pedagógico que fusiona la escuela con la familia y la comunidad, potencian mutuamente sus posibilidades. Parten de un principio muy simple: se enseña en la escuela, pero se aprende en todas partes. También algunas provincias avanzan en este sentido: ejemplo Formosa, que brinda un marco específico para las escuelas rurales basadas en esos mismos conceptos. Son formas de correr las fronteras simbólicas que tenemos internalizadas sobre qué es una buena escuela. En síntesis, se trata de repensar el modelo escolar, y confiar en que no estamos solos en esta tarea. Aprovechar a fondo los recursos que tenemos, sin depender de lo inexistente ni dejar de aspirar a mejorar la comunicación para mejorar la calidad de vida.
Un proverbio africano reza "para educar un niño es necesaria toda una aldea". Demos a las escuelas rurales la posibilidad de pensarse a sí mismas junto a su comunidad. Y demos, en tiempos de pandemia, la oportunidad de valorar como aprendizajes muchas cosas que la vida cotidiana ofrece. Con palabras del maestro Tonucci: "En vez de pensar en lo que los niños perdieron o deben recuperar después de la cuarentena, sería mejor evaluar todo lo nuevo que han adquirido como experiencias y enriquecimientos".
Especialista en educación rural