Las aulas deben adaptarse al cambio tecnológico e incorporar saberes del siglo XXI; sin embargo, el sistema educativo argentino afronta los cambios con deficiencias en la comprensión de textos y en matemáticas, presupuestos necesarios para desarrollar las habilidades que requiere un planeta cada vez más digitalizado
La aceleración tecnológica, que se expande cada vez sobre más campos, desafía el día a día de las escuelas. Esta afirmación se repite casi de memoria desde hace años, pero hoy debería resultar una preocupación urgente. La transformación tecnológica, que ha traído aparejado un verdadero cambio cultural, exige más al sistema educativo argentino, que está urgido de cambios pero además presenta –señalan los expertos– falencias en aspectos esenciales. En ese escenario están envueltos los maestros, los alumnos, las autoridades educativas del Gobierno y los gremios. Ellos son los protagonistas centrales de una película que, sin embargo, atañe a la sociedad entera.
La ecuación es compleja. El peso de la tecnología en la creación de nuevas condiciones para la vida social y el trabajo debe ser asimilado por el sistema educativo argentino, el de los magros resultados en saberes básicos en el nivel primario y secundario. En medio de esa carencia en el aprendizaje de instrumentos indispensables que permitan incorporar eficazmente las oportunidades del avance tecnológico, aparecen las iniciativas de actualización de programas y los proyectos de capacitación digital. Los especialistas subrayan que esta búsqueda de actualización incluye buenas ideas, pero con aplicación dispar y en un sistema pedagógico que necesita, en verdad, cambios de fondo.
¿Cuáles son los requisitos para una auténtica renovación de las escuelas argentinas? Se los encuentra en el aprendizaje primordial. "Nuestro sistema educativo está atravesando una situación muy compleja –subraya Guillermina Tiramonti, investigadora principal de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)–. Ha logrado universalizar el nivel primario y mejorar la matriculación del secundario; sin embargo, todas las pruebas muestran que tiene dificultades importantes para proveer al conjunto de los alumnos los instrumentos básicos de la cultura, como son la lectura, la compresión de textos y las matemáticas en mayor grado. Sin estos instrumentos básicos, los alumnos no podrán avanzar en el desarrollo de las habilidades que requiere un mundo digitalizado y en permanente reconfiguración a través de la tecnología".
Uaa base fundamental
Comprender textos y tener una buena performance en la resolución de operaciones matemáticas parecen objetivos poco ambiciosos, pero son presupuestos ineludibles para desarrollar otras capacidades. Así lo plantea Guillermo Jaim Etcheverry, exrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro de la Academia Nacional de Educación: "Resulta fundamental que la escuela se haga cargo de proporcionar a los niños y jóvenes las herramientas básicas que les permitan intentar comprender el mundo y a sí mismos. Una persona que entiende lo que lee, que tiene capacidad de abstracción y que es capaz de orientarse en tiempo y espacio histórico está en condiciones de encarar el aprendizaje de cualquier tecnología. Si esas habilidades no se adquieren en la escuela, y con el método y la exigencia apropiados, es muy difícil que se incorporen en otros ámbitos".
Esos saberes fundamentales son "la base de la nueva formación para el futuro", plantea la especialista en innovación educativa Inés Aguerrondo. "No son datos sueltos, ni memoria exclusivamente, sino comprensiones globales, capacidades de pensamiento lógico y tecnológico, y competencias interpersonales, como ser capaz de producir con otros, saber liderar, delimitar, diagnosticar y resolver problemas complejos que supongan conocimientos, no de una disciplina, sino de varias. Y es importante dar prioridad a los conocimientos ‘duros’ por sobre los humanistas", argumenta.
Para Juan Llach es de "enorme importancia" alimentar estas bases para encarar los aprendizajes tecnológicos. "Los chicos y jóvenes de hoy, a partir del manejo frecuente del celular, tienen una gran capacidad para asimilar las nuevas tecnologías. Esta capacidad se potenciará tanto más cuanto más sólidas sean sus capacidades en lectura y expresión oral y escrita, razonamiento lógico-matemático y segunda lengua. Y también se potenciarán con habilidades socioemocionales, como la confianza en sí mismos, la proactividad, la relación con los demás, la capacidad de hacer planes y cumplirlos", razona Llach, sociólogo y economista, y que fue ministro de Educación.
Los resultados de las pruebas Aprender ponen estos problemas básicos sobre el tapete. En la edición 2017, el 68% de los alumnos de sexto grado estaba en un nivel "básico" o "por debajo del básico" en Matemática, y el 37% tenía "bajo rendimiento" en Lengua. La edición 2018 se tomó en octubre del año pasado y los resultados estaban a punto de ser divulgados al cierre de esta nota.
Todos coinciden en que la educación argentina debe actualizarse. Hacerlo en el contexto descripto resulta difícil y las dificultades se suman. "Además de esta ineficiencia básica de las escuelas, el sistema es antiguo y está anclado en una concepción del conocimiento y una metodología de aprendizaje fuertemente arraigadas en el desarrollo de las disciplinas y en la transmisión de contenidos –apunta Tiramonti–. El sistema no son solo los docentes, directivos e inspectores, sino también especialistas y muchos funcionarios. La utilización de nuevas tecnologías en el aula requiere modificaciones en la propuesta pedagógica. Si esto no cambia, la computadora se transforma en un estorbo en el aula. El alumno debe pasar a ser actor activo, un investigador, capaz de organizar el trabajo para indagar un problema, buscar soluciones, programar, articular conceptos y, sobre todo, reflexionar sobre lo que descubre y aprende".
En la Argentina, como en el mundo, la educación atrasa, dice Aguerrondo, que ubica al país en el último pelotón, el de las naciones que "no pueden mirar para adelante y todo lo que hacen es llorar las glorias pasadas y pretender, como única alternativa, volver para atrás". Las culpas son repartidas: "Los políticos tienen poca visión, tienen miedo al lío que siempre se arma cuando un país quiere cambiar la educación; los académicos son ‘progres’, miran más lo que puede pasar con el empleo docente que lo que está pasando con los chicos, que pagan el pato porque no aprenden nada; a los empresarios y a la clase dirigente les pasa por delante el tema sin ver que en el mundo de la innovación tecnológica el conocimiento es un bien de cambio, no un lujo; la sociedad ni se entera, no exige nada y busca el facilismo; los sindicatos creen que todavía estamos en la época del Estado de Bienestar y lucran personalmente con eso".
Capacitación e incertidumbre
Sin embargo, Aguerrondo advierte que el factor nuevas tecnologías, que es de suma importancia, no es lo que resuelve el problema de la educación argentina: "Si bien hoy no podemos pensar en educación sin dispositivos digitales, las nuevas tecnologías en esta educación no arreglan nada. Es importante incluir todo lo nuevo, pero lo que no sirve es el modelo de base".
Llach incorpora un punto, el de la incertidumbre por ese futuro para el que hay que educar. "Soy escéptico respecto de capacitar para los trabajos del futuro, lisa y llanamente porque nadie sabe cuáles serán. Más aún porque, todavía, la distancia entre las escuelas y el mundo del trabajo es demasiado grande. Se está muy lejos de cumplir con una de las tres finalidades de la enseñanza media, que es habilitar para el trabajo. La primera y gran tarea pendiente es acercar las escuelas, sobre todo las secundarias, al mundo del trabajo, empezando por las zonas más necesitadas", afirma.
La vorágine tecnológica apura la necesidad de activar programas de innovación. Hay que advertir, sin embargo, que proyecto educativo y proyecto de país van de la mano. Iniciativas hay varias, organizadas desde el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación. En esa lista se cuenta, según informaron a la nacion desde la cartera que conduce Alejandro Finocchiaro, por ejemplo, Aprender Conectados, un plan de alfabetización digital para toda la educación obligatoria por el que el ministerio envía aulas digitales móviles para aprender robótica y programación. Las provincias se encargan de la aplicación. El Plan Nacional Aprender Matemática es otra iniciativa. Busca mejorar el aprendizaje de esa asignatura ofreciendo a los docentes distintas formas de trabajo en el aula con los contenidos que resultan más problemáticos, según lo relevado por las pruebas Aprender. Otros planes son Secundaria Federal 2030 y el Programa de Formación Continua para la Educación Técnica Profesional.
En la provincia de Buenos Aires, la jurisdicción que más dificultades tiene en relación con el conflicto entre el gobierno y los gremios docentes, también destacaron a este diario algunas propuestas, como un plan de robótica que buscan implementar en 4000 escuelas primarias y que incluye la entrega de 350 mil kits y capacitación docente. En la ciudad de Buenos Aires, en tanto, hace unos días se inauguró en la villa 31 el Polo Educativo María Elena Walsh, una escuela de tres pisos con foco en las nuevas tecnologías.
Al analizar las iniciativas de innovación y la capacitación docente, emergen disparidades y tareas inconclusas. "Deberíamos garantizar la capacitación de los maestros en la enseñanza de los aspectos básicos de la formación, que es en donde hoy se registran preocupantes falencias. Hay esfuerzos auspiciosos en ese sentido, pero aún queda mucho por hacer", opina Jaim Etcheverry.
Llach señala un obstáculo: "Desde 2007 hay una resolución del Consejo Federal (la 24/07) que obliga a incorporar las nuevas tecnologías a los currículos formativos de docentes. En la gestión actual veo una mayor vocación por promover esta capacitación y el Instituto Nacional de Formación Docente tiene interesantes propuestas. Pero su ejecución está en buena medida en manos de las jurisdicciones y allí, lamentablemente, la calidad es muy dispar".
A lo largo del país
Si bien la disparidad con que se desarrollan las iniciativas innovadoras en distintos puntos del territorio es una realidad, hay puntos destacables. "Muchas jurisdicciones han iniciado experiencias de cambio en el nivel medio. Desde la nación, Secundaria 2030 ha impulsado muchos cambios en ese nivel, aunque hay experiencias que vienen de antes. Podemos nombrar la reforma de Río Negro; las escuelas Planea, en Tucumán; las escuelas Proa, en Córdoba; el plan Volver a la Escuela, de Santa Fe; las hay también en provincia de Buenos Aires, en San Luis y otras jurisdicciones. Se trabaja con capacitación situada para los docentes, mucha intuición y el método de ensayo y error", sostiene Tiramonti.
Aguerrondo también marca que "es muy variado" el escenario de la innovación a lo largo del país. Destaca que hay escuelas que buscan esa actualización y otras que no. "No depende de si son estatales o privadas, aunque en esto las privadas buscan más actualización, entre otras cosas porque eso vende. Muchas escuelas tienen en cuenta lo que hoy se necesita, no tanto centradas en el tema del cambio del mercado de trabajo sino en relación con lo que significa pertenecer a esta nueva sociedad. Los programas educativos no son malos, pero lo nuevo que está escrito, en general no se hace. En el aula se sigue con lo viejo", puntualiza.
Llach coincide en que varía mucho cómo se vuelcan en la práctica esos programas de actualización. "Varía mucho por jurisdicciones, por organización institucional y por nivel económico-social –dice Llach, miembro de la Academia Nacional de Educación–. Es mayor la adaptación a las nuevas tecnologías en las provincias con más recursos (Córdoba, Mendoza, Santa Fe y ciudad de Buenos Aires), o con educación mejor gestionada (Río Negro, Jujuy). Pesa decirlo, pero veo a las escuelas de gestión privada más adaptables al cambio. En las zonas más necesitadas, la innovación tecnológica enfrenta más dificultades. Afortunadamente, hay bastantes excepciones. Sobresale el caso de las trece Escuelas Proa, en doce localidades de Córdoba, que otorgan el título en Informática con formación especializada en desarrollo de software".
Docentes preparados
La capacitación docente es una de las claves. Para Tiramonti, hoy la capacitación "es muy heterogénea en cuanto al tipo y calidad de las instituciones que la imparten, que en general son instituciones conservadoras y resistentes a cambiar".
Aguerrondo lo sintetiza así: "Las actualizaciones de los currículos de primaria y secundaria no impactan en los profesorados (no se cambian de manera sincronizada), y los profesorados dan un título que sirve así como está, sin que tenga que revalidarse, a lo largo de los 30 o 40 años de servicio en el aula. Un agravante es que, cuando no se consigue en una escuela un profesor con título, se nombra a alguien que tenga título supletorio, un egresado del secundario o profesor de otra cosa. Por nuestra legislación laboral, esa persona es ‘docente’ solo porque puso el pie en el aula. Es decir que le corren todos los derechos del cargo, o sea la estabilidad".
Las exigencias de un mundo crecientemente tecnologizado sobre la educación implican desafíos en todos los países del globo. La Argentina tiene, sin embargo, varios condimentos particulares que atender, como marcan los especialistas. Y suma a las deficiencias del sistema una conflictividad permanente entre gobiernos y gremios docentes. El ciclo lectivo de este año arrancó con paros y la certeza de que ya no se cumplirán los 180 días de clases obligatorios. Todo forma parte del complejo marco en el que debe desarrollarse la innovación en las aulas.