Édouard Levé. Instantáneas urgentes de una vida rota
Pintor, fotógrafo y escritor francés, con una vida intensa que anunció su propio final trágico, es autor de una obra literaria ambiciosa y difícil de clasificar, que va de la autobiografía a la denuncia social y la crítica al arte contemporáneo; Eterna Cadencia publica este mes su libro Autorretrato
Édouard Levé vino al mundo un primero de enero de 1965, fecha bastante conveniente para alguien discreto. Su natalicio solía pasar inadvertido luego de los fuegos artificiales de cada año nuevo. Su muerte, en cambio, no pasó desapercibida para su círculo íntimo ni para el ambiente cultural parisino. Levé se colgó en su departamento el 15 de octubre de 2007 y fue encontrado por su mujer hacia el final de la tarde. Imposible pensar en un arrebato o un rapto de locura. Fue una muerte programada; en una habitación dejó cartas para sus allegados a la vista de todos.
Al leer Autorretrato de Levé –que acaba de publicar Eterna Cadencia, con traducción de Matías Battistón– uno se entera de que el artista ya había tenido un intento de suicidio y que en cuatro oportunidades había fantaseado con la idea de quitarse la vida. También comenta haber estado internado en un hospital psiquiátrico y haberse atendido con varios psicólogos y psicoanalistas. Pero en el sinfín de enumeraciones que componen esa autobiografía puntillista, o cubista, si se quiere, que es Autorretrato, esos datos no tienen mayor relevancia que su pie plano, su preferencia por Bach y los Levi’s 501, o su miopía con un ligero grado de astigmatismo.
Uno de los más sorprendidos con la noticia fue su editor en P.O.L, a quien Levé le había hecho llegar un manuscrito diez días antes de darse muerte. Luego de leerlo con celeridad, Paul Otchakovsky-Laurens había llamado al autor, le había comunicado su interés y había fijado una cita para conversar acerca de detalles de la publicación. Pero el encuentro no se concretó porque Levé se mató tres días antes. El manuscrito se titulaba Suicidio.
Con el diario del lunes, más de uno se atrevió a decir que el final de Levé era algo previsible. Su obra nunca ocultó la pulsión tanática y hay en ella hasta un gusto gótico por la muerte. “En mis rachas de depresión, visualizo cómo sería mi entierro si me suicidara, hay muchos amigos, tristeza y belleza, el evento es tan emotivo que me dan ganas de vivirlo.”
Una anécdota que vale la pena rescatar es la de Jacques Morice, un crítico que entrevistó al artista en su atelier dos años antes de su muerte. Cuando le pregunta al pasar acerca del destino de un maniquí que se hallaba arrumbado en un rincón, Levé le contesta: “Está hecho a mi medida, es para hacer un ahorcado”. Pero sin duda el más intuitivo de todos ha sido Alain Robbe-Grillet, quien al recibir el llamado de un amigo que le pregunta con sutileza si estaba al tanto de lo de Levé, retruca instintivamente: “No me diga que se suicidó”, para agregar luego, ante la sorpresa de su interlocutor: “A esa gente no se la puede retener. No lo conocí directamente, pero eso se veía en sus obras. En sus fotografías resulta muy evidente. Esa mortificación del instante”.
Robbe-Grillet no especificó a qué fotos se refería, pero las de Fictions, su última serie, podrían caber en esa apreciación. En ellas, grupos enigmáticos de individuos vestidos de negro se recortan sobre un fondo también negro y, con semblantes impasibles, llevan a cabo rituales absurdos cuyo sentido se le escaparía hasta al más fantasioso.
El primer escalón
Antes de protagonizar su crónica de una muerte anunciada, Levé tuvo una vida. Una intensa vida dedicada a la creación que despunta cuando finaliza sus estudios terciarios en una escuela de negocios y comienza a pintar. Pero la pintura abstracta sería apenas un primer escalón en su vocación artística. Dice en Autorretrato: “ Ejercí la pintura de 1991 a 1996. Pinté unos quinientos cuadros, vendí unos sesenta, unos cien están guardados en las dependencias de una casa en Creuse, los demás los quemé”.
Esta crisis, que coincide con el regreso de un viaje que hizo a la India, lo lleva a reinventarse como fotógrafo conceptual. Casi al mismo tiempo comienza a escribir, bajo la influencia de Raymond Roussel, uno de sus autores favoritos. “Más que a Joyce, que escribe cosas banales con palabras extraordinarias, prefiero a Raymond Roussel, que escribe cosas inverosímiles con palabras comunes.”
Su primera publicación fue Œuvres en 2002. El libro es una enumeración de proyectos que cubren todo el abanico del arte contemporáneo, de la pintura a la videoinstalación, pasando por la escultura y la fotografía. El comienzo funciona como una puesta en abismo de todo el libro: “Un libro describe obras que el autor ideó, pero que no fueron realizadas”. Preciso y riguroso en cada descripción, Œuvres es un libro delirante, ambicioso e inmensamente vital. Es una cachetada al arte conceptual que a veces se escuda en haber dado a luz una idea, cuando no logra llevarla a cabo con propiedad. ¿Porque quién podría enumerar sin que le tiemble el pulso quinientos treinta y tres proyectos de arte como lo hizo Levé?
Su segundo libro, Journal (2004), que en castellano significa “diario”, pareciera augurar un diario íntimo, como los hubo, los hay y los habrá no importa el formato que adopten. Un escritor que nunca tuvo uno es algo así como un pintor que no conoce el olor del aguarrás. Pero Journal no es lo que uno imaginaría sino la contracara de su libro anterior, porque a diferencia de Œuvres, que consistía en la más pura invención, Journal parte de un material existente, las noticias de los diarios. El de Levé es un diario universal, de todas y de ninguna parte, en el que las fechas y los nombres propios de personas, lugares y marcas fueron borrados de las noticias de cada sección. Este trabajo de borramiento –que conlleva un espíritu lúdico muy propio de la escuela oulipiana– deja al descubierto el cliché, la carcasa, la impostación de la prensa escrita que tantas veces informa sobre todo y sobre nada. El resultado es un relato enrarecido, tan realista como artificial y con un filo paródico, o por lo menos desestabilizador.
Journal es un texto ideal para leer en tándem con la serie fotográfica Actualités, suerte de inventario de los estereotipos de las ceremonias usuales de la vida política. “La conferencia”, “el brindis”, “la visita oficial”, “la ovación”, “el acuerdo” son algunos de los títulos de estas fotos, ejecutadas todas ellas con modelos vestidos de traje que posan inexpresivos sobre un fondo neutro.
Este modo de trabajo, foto color en interiores con seres anónimos que posan impasibles, como recortados del mundo, es el mismo que empleará en muchas otras series, de las cuales la más famosa ha sido Pornographie. Allí, dos, tres y hasta cuatro personas imitan las posiciones típicas de actores porno, con la particularidad de que todos ellos están formalmente vestidos, como oficinistas, y que sus rostros, al igual que en el cine de Robert Bresson –uno de los directores más admirados por Levé– no expresan ninguna gestualidad. El efecto es ciertamente perturbador.
Autorretrato, su tercer libro, es una autobiografía sui generis, que no responde a la cronología sino a la fragmentación. El profuso listado de su intimidad –gustos, manías, miedos, hábitos, supersticiones, memorias– comparte un aire de familia con el conmovedor y experimental Me acuerdo de Georges Perec, otro de sus autores predilectos.
Autorretrato fue escrito en tres meses, de noche, en hoteles de ruta, durante un viaje que Levé había emprendido por Estados Unidos para realizar un trabajo fotográfico: retratar pueblitos de la Norteamérica profunda que tuvieran el nombre de famosas ciudades del mundo. Es un libro hecho con la urgencia de alguien que teme morir, un libro que responde a una dinámica maniquea, en el que el autor intenta catalogarse respondiendo a las preguntas más variadas, como si estuviera frente a un homeópata invisible que no lograra dar con la planta que pudiera salvarlo. El estilo es seco, sobrio, las frases son breves y la cortesía del punto y aparte no se practica. Sin embargo, una frase larga llama la atención sobre el final del libro. Es sobre un amigo de juventud que un día, cuando estaba saliendo a jugar al tenis, le dijo a su mujer que se había olvidado algo en la casa, bajó al sótano y se pegó un tiro en la cabeza con una escopeta. Suicidio, su cuarto libro, es un homenaje a ese amigo y comienza con ese escenario trágico.
Si no fuera por el empleo del “tú” y del pasado en lugar de la primera persona en presente, podría decirse que Suicidio y Autorretrato son libros gemelos. En ellos los juicios morales y las explicaciones psicológicas se descartan de antemano y se prioriza una objetividad que se parece bastante a la apatía; una apatía que en Suicidio se traduce en la incapacidad para experimentar un duelo y recuerda por eso a El extranjero de Albert Camus.
La simbiosis entre el narrador y su amigo es tan grande que, en más de una oportunidad uno tiene la sensación de que Levé se está hablando a sí mismo. Algo así como la confesión de un autómata que nos entrega su vida entera, pero rota, una vida en la que no podrían adivinarse las elipsis porque no existe una línea de tiempo.
Biografía
Artista, fotógrafo y escritor francés, nació en Neuilly-sur-Seine en 1965 y murió en París en 2007. Formado inicialmente en Ciencias Económicas, se dedicó primero a la pintura abstracta, para pasar enseguida a desarrollar la fotografía conceptual. En paralelo, comenzó una carrera de escritor que incluye los libros Œuvres, Journal, Autorretrato -que acaba de publicar aquí Eterna Cadencia- y Suicidio.