Economía del conocimiento: dólares sin estrategia
El trámite de la Ley de economía del conocimiento fue un típico caso de autoboicot colectivo. La propuesta del oficialismo saliente en 2019 desde la Cámara baja, con el apoyo de casi todas las bancadas, logrando un consenso amplio, fue modificada por el oficialismo entrante de la Cámara alta, con cambios menores, correcciones que limitaron los "excesos" de las plataformas. Aprobada sin el acompañamiento de la oposición.
Luego de tantas diligencias, el Poder Legislativo entregó una herramienta válida para animar la economía. Cumple con la función de recaudación de dólares en el corto plazo, pero sin la ambición de desarrollo tecnológico que albergaba su primera versión de 2004, cuando se la conoció como "Ley del software". Quedó una sombra del espíritu desarrollista original. Podríamos calificarla de victoria pírrica.
La Economía del Conocimiento conforma el tercer complejo exportador, detrás del agro y la industria automotriz
Se trata de una ley esperada con ansia, tanto por sus beneficiarios, como por el Gobierno, ya que las exportaciones de la Economía del Conocimiento alcanzaron los u$s 6.000 millones de dólares y emplea a 430.000 personas con sueldos de medios a altos. Representa hoy el tercer complejo exportador detrás del agro y la industria automotriz, con la virtud de mostrar la proporción más baja de dólares requeridos de importaciones por cada dólar exportado.
Juntos por el Cambio no aceptó las modificaciones de la Cámara alta, ya que el escalonamiento de los beneficios de la promoción de exportaciones según tamaño de las empresas afecta el efecto de atracción de inversiones. Observan que un régimen de promoción pensado para todo el sector exportador de servicios terminó solo destinado a las pymes. En fin, no satisface a ninguno de los dos lados de la grieta.
Traduzcamos que significa ganar a lo Pirro en las guerras tecnológicas del siglo XXI. Una lectura sencilla, cultivadora de la grieta, supondría que la victoria pírrica se la asestó el oficialismo a la oposición. Como el perro del hortelano, no come ni deja comer. Pues, no es el caso en la Argentina. El oficialismo y la oposición incurren en el error de Pirro, confunden guerritas provinciales con desafíos globales.
Pirro, rey griego del Reino de Epiro, logró una victoria sobre un nuevo enemigo poco conocido con un alto costo en vidas de su ejército. Creía que él podía salvar el honor de la magna Grecia de Alejandro de un nuevo enemigo "bárbaro", la emergente república romana. Claro, en ese momento, sin el diario del lunes, qué podía imaginar Pirro que la república iba a devenir en el "Veni, vidi, vici" del Imperio Romano. Algo así sucede con la revolución digital de marzo para acá. En nuestro caso el país (Pirro) enfrenta el cambio catastrófico de la transformación digital acelerado por el Covid-19 (las legiones romanas) con un ejército de trabajadores del conocimiento mal armado y limitado en número. Solo buscando dólares sin preguntarse cuán sustentable puede llegar a ser la oferta de servicios del conocimiento "comoditizables" y de baja estabilidad.
Es decir, sacrificamos a un ejército mal preparado y sin recambio por una victoria rápida, sin un plan sólido que resuelva el cuello de botella crónico de la formación de recursos humanos en las nuevas áreas que se están demandando. Solo poniendo el foco en los programadores, cuando en realidad la transformación digital reclama la creación de nuevas carreras híbridas informacionales y la inversión en investigación aplicada cercana al diseño de productos y servicios en Inteligencia Artificial e Industria 4.0.
Desde 2004 se viene debatiendo e intentando políticas (sin éxito) para impulsar la inversión en I+D y, más importante, la formación de profesionales y técnicos con perfiles informacionales. Los gobiernos de ambos signos, copiando la mirada ingenua de Pirro, subestimaron la cantidad y la complejidad de la inversión pública para afrontar el desafío de formar una fuerza de trabajadores del conocimiento. Esta perspectiva simple del desarrollo informacional se basa en la concepción acrítica de la economía de la Inteligencia Artificial.
Fue particularmente dañina la idea de que solo se necesitan programadores, cuando en realidad se requieren profesionales digitales de los más variados perfiles y actividades, que pueden ser empleados por unicornios como capaces de llevar a las pymes a la Industria 4.0. Se piensa que se puede agregar valor con servicios a cadenas globales, abandonando la idea de participar en la creación de nuevos sectores como podrían ser el AgTech, las tecnologías verdes, o las plataformas educativas en español.
Claro que para construir una estrategia que tome en serio los proyectos tecnológicos relevantes, no se puede dejar a las pymes poniendo el hombro solas en la i+d por un puñado de beneficios fiscales como lo plantea la nueva ley. Visión ingenua que no dimensiona el colosal esfuerzo que requiere el rediseño de la política de ciencia y tecnología hacia la investigación aplicada cercana a los productos comerciales.
Mientras se sigue discutiendo -perdón que insista- a lo Pirro, quien "gana" el beneficio que proporciona la ley, si las grandes empresas o las pymes, en Corea del Centro nos preguntamos ¿cuánto durarán los "brotes verdes" de exportaciones cuando las multinacionales ya no encuentren más empleados para contratar y los sueldos se dolaricen? ¿cuáles serán las pymes beneficiadas por la ley capaces de especializarse en la economía de la Inteligencia Artificial, como AgTech, la Industria 4.0, o las plataformas educativas? ¿cuándo se va a invertir en serio para aprovechar a fondo la oportunidad de la transformación digital global disparada por la pandemia?
Director investigación y desarrollo, Centro de Innovación Pedagógica, Escuela de Educación, Universidad de San Andrés