Drogas de época
Cada época tiene su droga estrella. Una que se destaca en el generoso olimpo de sustancias psicoactivas que nos rodea. Legal o ilegal; recetada o de venta libre. Dime qué droga está de moda y te diré cuál es tu época. O en qué país vives.
De eso, entre otras cosas, habla el documental Toma tus píldoras (Take your pills), de Alison Klayman, que Netflix acaba de estrenar este sábado y que, en su denuncia de la actual epidemia de una nueva generación de anfetaminas, repasa las sustancias muleto a las que se ha abrazado la cultura estadounidense a lo largo de los años. Las anfetaminas en los años 40 y 50; el LSD con Lucy en un cielo de diamantes y las exploraciones creativas en los 60; la cocaína en los duros años 80 y 90, elixir de los yuppies de Wall Street.
Viejas y nuevas sustancias -prohibidas, legales, de venta libre o con receta- se suman a la caja de herramientas con las que, cada cultura a su peculiar manera, trata de adaptarse a la tiranía de la realidad.
Pero las sustancias que hoy inundan el sueño americano y protagonizan la epidemia de los opioides que obligó a declarar la emergencia sanitaria en Estados Unidos no se compran en un circuito ilegal, sino en las farmacias; quien las produce y distribuye no es un cartel narco de Colombia, sino la industria farmacéutica, y el que las facilita no es un dealer semioculto en un callejón oscuro, sino un profesional de guardapolvo blanco, un médico.
Algo similar pasa con la nueva generación de anfetaminas. De eso habla Toma tus píldoras, del aumento en el consumo de fármacos como el Adderall, que entró al mercado para tratar casos de trastornos graves de la atención e hiperactividad y hoy hace furor entre personas sanas que buscan potenciar su rendimiento.
Estudiantes que quieren triunfar en la muy competitiva carrera universitaria, deportistas, gente de negocios, artistas, cráneos de Silicon Valley. Destacarse, sacar ventaja de los demás, resistir más días sin dormir para estar entre los mejores.
Si algo subraya el film es su carácter de droga de época, reflejo de un clima social: por un lado, la complicidad de la clase política con la industria farmacéutica y el sistema médico; por el otro, una cultura adicta al éxito, marcada por la competencia extrema y la productividad. Hay que estar a la altura de semejante demanda.
Cada sociedad enfrenta sus propios demonios y los demonios nos ponen ante el espejo. Aunque alto, el consumo de píldoras (ansiolíticos primero) no alcanza en la Argentina niveles de epidemia. En cambio, otros hábitos y otros consumos nos acorralan. En algún momento habrá que pensar qué dicen de nosotros y nuestra época la impresionante naturalización de la marihuana y el consumo de alcohol cada vez más temprano. Chicos de 12 y 13 años toman y fuman en "previas" apenas controladas. Supermercados y quioscos venden alcohol a los menores a plena luz del día. Viajes de egresados que son festivales del descontrol; coordinadores que llegan a compartir porros y pastillas con los alumnos a los que deben cuidar (no, no tengo pruebas, sí testimonios, fuentes de la más alta credibilidad); festejos como el del "último primer día" en las narices de instituciones que no se dan por aludidas y padres desorientados o impotentes o rendidos ante la lógica de los hechos consumados, del "todos lo hacen".
Serán tal vez los estragos del mundo sin adultos que tan bien describió Mariano Narodowski. La ausencia de ley, dentro y fuera de las casas. Pero los riesgos que estamos corriendo son tan altos que alguna institución del Estado ya debería empezar a tomar cartas en el asunto. Porque tal vez no alcance con señalar a esta generación de padres desbordados, aunque haya razones.
Drogas de época, conductas de época, reflejos de un síntoma social.