Dramática comedia porteña
Sobre La velocidad de la sombra, de Carlos Ares
Hay suicidios por depresión, por cansancio, para sembrar culpas ajenas; suicidios por penas de amor o por ideales, o como el ejercicio más radical de la libertad. En literatura, planificar la propia muerte puede ser un arte y dar lugar a dramas inolvidables. O con menos pretensiones, volverse el pretexto que justifica las acciones de una trama. Ése es el caso de Milonga, el personaje de La velocidad de la sombra que toma la decisión de suicidarse sin ningún motivo explícito.
Milonga es el porteño "prototípico" según ciertos códigos de los años cincuenta, aunque vive en el siglo XXI: machista, melancólico, amante del tango y del fútbol, visitante esporádico de prostíbulos, vecino del Parque Lezama y habitué del bar Británico, donde se reúne con sus amigos del barrio a beber una copita de oporto. Algo sucedió en su pasado (una pena de amor, una ausencia) que lo lleva a desear su muerte. Planifica entonces su suicidio e incluye un par de acciones que deberán cumplirse, pues son, paradójicamente, fundamentales para su vida: que en el último orgasmo de su existencia, la mujer lo mire y le diga: "Nunca será igual con otro" y que luego lo abandone, así podrá escribir su último tango.
La narración está a cargo de Milonguita, su otro yo, su alma o conciencia. El diálogo es la forma que tienen ambos personajes de comunicarse, por lo que predominan las escenas conversadas en las que Milonguita anticipa, recuerda, conversa, reflexiona, actúa y se lamenta. Y sobre todo, intenta distraer, levantar el ánimo y disuadir al suicida. Desde el comienzo conocemos el final, porque Milonguita nos cuenta que por ser un espíritu, es inmortal, y está condenado a recordar eternamente lo que le sucedió a Milonga.
Nada modificará la decisión de Milonga, ni siquiera la aparición de Wu, una jovencita coreana con quien vivirá un intenso romance que lo cambiará exteriormente: pelo teñido, tatuaje y aritos para el "langa" que ahora escucha a los Redonditos. En esta historia no hay salida, como se sabe desde el principio. Milonga viene a reactivar un gesto existencialista extemporáneo aunque ya alejado de la filosofía sartreana. No se trata de una indagación metafísica profunda, de la soledad y de la incomunicación. La velocidad de la sombra es una comedia dramática en la que sobresale el buen humor por sobre el tono pesimista.
Carlos Ares, periodista y dramaturgo, escribió esta historia inicialmente como guión teatral. Con el título Nunca será igual con otro fue estrenada en 2010. Pautada por infaltables estrofas de tango, hablaba de las mismas angustias que se leen en la versión novelada.
LA VELOCIDAD DE LA SOMBRA
Por Carlos Ares
Del Dragón
300 páginas
$ 259