Dos días con Paula Hawkins, una best seller
La escritora Paula Hawkins, autora del éxito mundial La chica del tren, visitó la Argentina y LA NACION la acompañó en su breve estadía para promocionar su nuevo libro

Hoy es día de firma de ejemplares en la librería Yenny Ateneo Gran Splendid. Son las cinco de la tarde de un martes y un centenar de lectores en fila espera su momento para estar frente a la escritora admirada. Rodeada de estantes llenos de libros que parecen no tener fin, la escritora Paula Hawkins se encuentra con sus lectores. Sentada en un palco –la traductora a su lado-, el más pegado al bar que está en el fondo de la librería, recibe de a uno a quienes esperaron para conocerla y pedirle la clásica dedicatoria en la primera página del libro. Con sólo dos días de estadía en la Argentina, la autora del éxito mundial La chica del tren -también llevado al cine-, cierra así, con sus lectores, dos días de promoción de su nuevo libro, Escrito en el agua, también récord mundial en ventas.
Detrás de ella, en el palco, hay tres grandes plot: uno de Planeta –quien la edita-, otro de Yenny –la cadena de librerías- y la imagen de la tapa de su libro con este guiño: “Aguantá la respiración, vuelve Paula Hawkins”. En la fila, muchos jóvenes, pero también hombres y mujeres mayores; todos, los primeros doscientos en comunicarse por las redes sociales de Yenny El Ateneo. Cada uno tiene una acreditación como las de prensa, con su nombre; también cada libro que la autora firmará tiene un post it pegado en la tapa con el nombre del lector, para que Hawkins lo escriba bien, sin faltas de ortografía. “Hola”, dice antes de recibir el libro, del otro lado del palco. “Muchas gracias”, al devolverlo firmado. Es amable. Una forma de estar que no se ve ficticia. Quienes hicieron estos dos días intensos con ella, confirman que es de buen carácter y bien predispuesta. Y así seguirá hasta las 21 hs. de hoy; su último escalón en esta estadía de promoción, tan breve como intensa, antes de partir hacia Colombia y México.
Ayer era la mañana de un lunes en Buenos Aires y no había casi gente en las calles, autos ni tampoco niños que cruzaran la senda peatonal hacia la escuela. Ocurría algo atípico, el feriado nacional. Y también ayer fue el gran eclipse solar del que todo el mundo habló. En ese día diferente, Paula Hawkins estaba por primera
vez en la Argentina. La autora de La chica del tren, policial psicológico que vendió más de 20 millones de ejemplares, salía de un hotel de la zona de Retiro para subirse a un auto que la llevaría a dar entrevistas en diferentes medios. Estaría sólo dos días en el país para hablar sobre su segundo nuevo éxito, Escrito en el agua, un thriller narrado desde diferentes voces que, como el primero, lidera las estadísticas de ventas como uno de los libros más leídos.
Estaba elegante, lo es. Alta, más bien grandota. Iba sentada en el asiento de atrás del auto con unos anteojos negros de rocker que se recortaban sobre el pelo lacio y castaño rojizo que le tapaba los hombros. A pesar del invierno porteño, esta mujer que nació en Zimbabwe (1972) y a los 17 años se fue a vivir con su familia a Londres, no acusó recibo del frío rioplatense. Estaba con una blusa de manga corta, los brazos descubiertos dejaban ver las pecas castañas rojizas, como el cabello. Leía la agenda del día y supo que el destino próximo era un programa de radio, Perros de la calle (Metro). El auto iba por Av. Del Libertador y a ella le gustaba lo que veía. Le preguntó a la traductora, sentada a su lado, sobre el vacío de las calles. Fue observadora. Así, mirando, construyó a sus personajes: “Nacen de lo que veo”, dijo. Escribió policiales y estaba en la tierra de Borges, aunque todavía no había articulado puntos en común con la literatura argentina. “Me gustaría leerlos, pero no me acerqué aún a estos autores, por las traducciones”, dijo con un leve acento british. Antes de pasarse a la ficción, fue periodista de economía, como su padre. De aquellos años, rescata el oficio. Pero ayer, se instaló en su presente, y se refirió a su trabajo como dividido en dos momentos, “la escritura por sí misma y a hablar de mis libros”. Escribir y viajar, un circuito que se comprende al saber que fue traducida a más de 40 idiomas, que La chica del tren fue llevado al cine, que por su alta exposición le pidió a la prensa que no le sacaran más fotos. A la mujer tranquila que miraba por la ventanilla las calles adoquinadas de una ciudad que recién conocía, sus libros, le marcaron un antes y un después.
Vestida de negro pleno –una babucha hasta el tobillo y sandalias de taco sin medias-, entró al estudio de radio y se quitó el único abrigo que llevaba sobre los hombros: una ruana. Se acomodó en la silla frente a Andy Kusnetsoff y Cayetano, los conductores del programa. Se la veía a gusto. Relajada. Se sucedían las preguntas, las risas, las respuestas. ¿De qué trata Escrito en el agua?, preguntó Kusnetsoff. Ella movió las manos en el aire antes de empezar a hablar: “Es una historia de dos hermanas, una muere, estuvieron separadas por muchos años, y la que vive investiga”. Le convidaron un mate, le explicaban cómo tomarlo. Probó. Que le gustó, dijo. Contó que había escrito otros libros antes de su primer éxito, que venía pasando un mal momento económico cuando su agente le dijo que La chica del tren, sí, esa historia iba a funcionar. Entonces, respondió a la pregunta sobre qué era más sencillo, escribir con opulencia o con hambre. “Los escritores siempre tienen que lidiar con un tipo de presión; ahora, lo mío es con las expectativas. Hay que concentrarse en el trabajo”, afirmó, contundente. La despidieron al aire y entró la tanda comercial. Después de saludar, Hawkins se puse los anteojos oscuros y caminó hacia el ascensor.
Era casi el mediodía del lunes, y en la ciudad todo era sol y silencio. Paula Hawkins entraba a un nuevo espacio, Grandes Libros. Las oficinas y los estudios estaban vacías, sin gente. El periodista Patricio Zunini esperaba a la escritora en el segundo piso para grabar. Había tres lectores fans que habían ganado un sorteo para presenciar la entrevista. A la escritora se la veía entrenada en eso de ponerse el micrófono, preguntar dónde se tenía que sentar según la luz o cómo debía acomodarse en el sillón para dar bien en cámara. A su derecha estaba su traductora; del otro lado, el periodista. Hablaban sobre el libro. Cosas de la trama. Ella estaba más quieta que en el programa de radio. Se quedó toda la entrevista en la misma posición. En relación a uno de los personajes, Zunini le preguntó: ¿Por qué Nell viene a Buenos Aires? Ella sonrió. “Me interesaba un personaje que tuviera mundo, y Buenos Aires es muy interesante. Me lo habían recomendado”, dijo, sacándose y poniéndose el único anillo que lleva en las manos, una piedra azul, grande.
Apenas un break para el almuerzo, y Hawkins seguiría con entrevistas en el hotel, casi hasta la noche. Ayer, en ese lunes singular, como detenido, la ciudad había recibido en sus calles desoladas a una auténtica best seller. Y algo de eso en ella hay. En relación a los personajes femeninos de sus libros, en una de las entrevistas, dijo: “Hay alguna parte de mí en Rachel, el tema de la desconexión, la soledad”.