Dos coaliciones camino a la Casa Rosada
El sistema partidario argentino se ha dirigido (lentamente) hacia una polarización electoral con dos opciones mayoritarias: por un lado, el Frente Para La Victoria (FPV) y, por el otro, Cambiemos (PRO-UCR-CC-ARI). Tenemos así una coalición peronista oficialista (FPV) enfrentando a una coalición desafiante no peronista (Cambiemos). Y los que ocupan la ancha avenida del medio, miran.
Esta es la primera certeza que tenemos. Ambas coaliciones electorales concentrarán la atención mediática, política y, probablemente, la confianza ciudadana el 25 de octubre en la primera vuelta presidencial y en las elecciones legislativas, y, eventualmente, el ballotage presidencial el 22 de noviembre.
Pero es la única certeza. Lo que viene, son algunas impresiones generales e hipotéticas situaciones futuras.
Convertir la coalición electoral en coalición de gobierno
Gane quien gane la elección presidencial, tanto Daniel Scioli (FPV) como Mauricio Macri (Cambiemos) tendrán una primera obligación. La más imprescindible de todas: convertir la coalición electoral que los llevó al sillón de Rivadavia en una coalición de gobierno.
¿En qué consiste? En las coaliciones presidenciales el titular del Poder Ejecutivo se reserva la designación unilateral de quienes ocupan la mayoría de los ministerios, especialmente los más importantes (Economía, Interior, Infraestructura/Desarrollo Social y Relaciones Exteriores). El resto se distribuye entre sus socios de acuerdo a su importancia política. Un criterio para este reparto puede ser la cantidad de bancas que tiene cada partido que integra la coalición legislativa de apoyo al Presidente. Es el modelo europeo, es de manual, pero suele funcionar. Como en Brasil. Esto le da un margen de discrecionalidad al Presidente electo que no tiene ningún otro actor del sistema político. En cierta medida, es quien le da "formato" a la coalición (formateur). Sin embargo, ni Scioli ni Macri deben olvidar (ni renegar de) sus apoyos políticos. De modo que sería lo más sensato encontrar un espacio para todos los integrantes del acuerdo. Por más mínimo que sea y por muy marginal que sea su presupuesto. Todos se sienten parte, entonces se quedan.
El funcionamiento del gobierno
El reparto de cargos públicos para mantener a los socios cerca (los ministeriales, sobre todo) valdrá la pena pura y exclusivamente si el funcionamiento del gobierno también respeta la lógica coalicional de la construcción de poder político presidencial. No tiene mucho sentido repartir las bolsas de regalo si el único que rompe la piñata y juega con el payaso es el cumpleañero. Si los ministerios compensan a los socios, entonces las reuniones de gabinete son el ámbito para que el Presidente los escuche y busque consensos sobre políticas, decisiones y planes de gobierno. El cambio no es complejo: el próximo Presidente debe dejar de relacionarse de manera aislada con cada uno de sus ministros en solitario y retomar las reuniones de gabinete incluyendo a todos los socios.El presidencialismo coalicional a la brasilera exige ciertos sacrificios.
La relación con el Poder Legislativo
Si hay algo que aprendimos de la política latinoamericana es la necesidad de contar con un escudo legislativo sólido, unificado y aceitado para garantizar la estabilidad gubernamental. Acá es donde Scioli y Macri pueden tener distintas urgencias. ¿Por qué? Si observamos la Cámara de Diputados hoy, la radiografía hace sonreír más a Daniel que a Mauricio. De los 235 legisladores, el FPV cuenta con 119 diputados propios y puede alcanzar los 135 sumando aliados que van y vienen. En cambio, PRO, UCR y CC-ARI cuentan hoy con un poco más de 60. En el Senado, de los 70 legisladores, el FPV llega casi a los 40 (32 propios más eventuales socios), mientras que la coalición no peronista siempre intenta (con suerte variable) nuclear a unos 20 senadores.
¿Entonces? La elección de los diputados y senadores nacionales se realiza junto con la presidencial en la primera vuelta. Ahí se cuentan los porotos y las bancas: no en las PASO ni en la segunda vuelta. El objetivo es claro: cada uno precisa llegar a los 135 diputados y a los 35 senadores para alcanzar el quórum coalicional propio. Scioli solo tendría que mantener proporciones de votos en cada provincia similares al obtenido por Cristina Fernández de Kirchner en 2011, dado que esas son las bancas que se ponen en juego. Macri y Cambiemos solo tienen como posibilidad superar en votos en la mayor cantidad de provincias al FPV: si en la mayoría llega segundo, la mayoría legislativa se queda en el deseo. Probablemente tengan suerte en las provincias más pobladas y, por ende, donde más bancas se ponen en juego (Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza). También en aquellas donde la UCR empuje a la armada vencedora contra los oficialismos locales de turno (Jujuy, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán). En el resto, va a jugarse hasta el minuto 90.
Pero con contar porotos no alcanza: también hay que tratarlos bien. Ya que las coaliciones legislativas no pueden ser formateadas por el Presidente, dado que surgen de los votos de cada provincia del país, lo que sí pueden hacer Scioli y Macri es reconocer los apoyos legislativos que reciben y premiarlos. Si coalición de gobierno (ministerios) y coalición legislativa (bancas en el Congreso) se asemejan, entonces el gabinete es la solución. Y la muñeca política presidencial, el condimento.
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